Siempre hemos creído en el valor del diálogo. La Unidad democrática venezolana quiere el diálogo, pero el verdadero. Venezuela vive un momento demasiado grave para cederle más tiempo a este régimen incompetente y corrupto. A diario mueren venezolanos por falta de medicinas, por desnutrición o en manos del hampa.
Con el sabotaje que hizo el oficialismo a las reuniones preparatorias y separadas de República Dominicana – que no eran más que la continuación de un proceso de mediación iniciado en Caracas por los ex presidentes Zapatero,Torrijos y Fernández – quedó claro que el régimen lo que desea es ganar tiempo. Nada más.
La comunidad internacional ha expresado de diferentes maneras y por distintas vías, su profunda preocupación por la situación límite que vive Venezuela. Desde el Grupo de los 7 países más desarrollados, pasando por la Unión Europea y John Kerry – con el apoyo a la mediación de Zapatero -, hasta el propio Papa, han pedido a Maduro que reconsidere su intransigente posición y dialogue. Todos esos esfuerzos son importantes y merecen el agradecimiento de los venezolanos.
Para la oposición democrática expresada en la MUD, un verdadero diálogo debe tener agenda y objetivos claros y sobre todo, compromiso de ambas partes. La oposición ha colocado unos requisitos previos mínimos sobre la mesa para iniciar el diálogo: Que se escuche la voz de la mayoría de los venezolanos y se realice el Revocatorio; que se libere a todos los presos políticos y termine la persecución ilegal de dirigentes políticos, sociales y gremiales, estudiantes, periodistas y medios; que se atienda con urgencia a las víctimas de la crisis humanitaria por falta de de alimentos y medicinas y que se respete la Constitución y la Asamblea Nacional.
La respuesta del régimen hasta ahora ha sido negar todo: Representantes del poder ejecutivo y del electoral aseguran que el Revocatorio no va, es decir, privan a la mayoría de los venezolanos del derecho constitucional de revocar el mandato de un presidente que no sirve. No sólo no liberan a los presos políticos sino que aumentan la lista. No dan respuesta al desabastecimiento de comida y medicinas pero tampoco permiten la ayuda internacional que han ofrecido varios países y la propia comunidad venezolana en el exterior. Todos los días violan la Constitución Nacional e irrespetan al poder popular expresado en la Asamblea Nacional. Resulta obvio entonces que el que no quiere dialogar es el régimen.
Maduro quiere llevar a Venezuela al abismo de la violencia, donde él y la élite civico militar que lo acompaña, tienen ventaja. O por lo menos es lo que creen. Sin embargo, olvidan que el pueblo está bravo y que ya perdió el miedo, como lo demostró en diciembre votando mayoritariamente por el cambio y mas recientemente estampando su firma para solicitar el Revocatorio. Olvidan que la tropa que envían a las calles a reprimir a sus compatriotas, es pueblo. Se olvidan que los que queremos cambio somos mayoría.
A pesar de todo los obstáculos que colocan Maduro y su entorno, los demócratas debemos insistir en el diálogo. Al mismo tiempo, tenemos que ser pro activos. Elevar nuestra voz de protesta anta las injusticias y los atropellos a los derechos humanos en la calle, en las infames colas, en las instituciones públicas, en las comunidades. Con serena templanza democrática pero con persistencia y determinación. Todos los días y en todas partes. Hacer sentir el malestar que sentimos ante la incompetencia del régimen, por la impunidad que protege a delincuentes y criminales, frente a los abusos de poder, por la corrupción de la casta que desgobierna. Como lo han venido haciendo miles de venezolanos en todo el país, con perseverancia, con reciedumbre y sobre todo, sin miedo. El cambio es indetenible.