La suave declaración aprobada el miércoles sobre Venezuela en la Organización de Estados Americanos (OEA) abre dudas sobre el futuro de otra iniciativa, mucho menos conciliadora, para aplicarle la Carta Democrática, un instrumento muy sensible que puede llevar a la suspensión del país del ente.
Cristina García Casado/EFE
La larga sesión del miércoles en la OEA tiene varias lecturas que van más allá de la aprobación de un breve texto de cuatro puntos que, con el visto bueno de Venezuela, no aporta ningún elemento nuevo fuera de ser el primer pronunciamiento oficial de todos los países del organismo sobre este tema.
La declaración, retocada mínimamente y aceptada por Venezuela tras comprobar que tenía el apoyo de 21 de 34 países, apoya el diálogo nacional como solución “a su situación” (no habla en ningún momento de crisis) y respalda la iniciativa en marcha de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y tres expresidentes para promoverlo.
Según informaron a Efe varias fuentes diplomáticas presentes en las negociaciones a puerta cerrada, Venezuela no quería inicialmente que la OEA hiciera ningún pronunciamiento sobre la situación de su país pero tuvo que avenirse a aceptar la declaración que más de 20 naciones, bajo el liderazgo argentino, gestaron durante la última semana.
La iniciativa de Argentina, que ostenta la presidencia rotatoria del Consejo Permanente del organismo, buscaba ofrecer una vía de actuación de los propios Estados alternativa al pedido del secretario general, Luis Almagro, para aplicar la Carta Democrática.
“Alguien lo dijo por ahí y creo que no se repite lo suficiente, los Estados somos los dueños del organismo”, afirmó el presidente del consejo, el embajador argentino Juan José Arcuri, en un mensaje que refleja el sentir de un buen número de países, que en público o en privado se quejan de que Almagro está actuando por su cuenta y pasando por encima de ellos, sobre todo en la crisis venezolana.
Otro gesto claro de que “Argentina está de punta con Almagro” (reñido con él), como comentaron los diplomáticos en los pasillos de la OEA, fue que Arcuri negó la palabra al término de la sesión al jefe de gabinete de Almagro, Gonzalo Koncke, en un desplante que los veteranos de la OEA consideran insólito.
El notorio malestar de la misión de Argentina con Almagro, unido al texto de consenso aprobado este miércoles, abre dudas sobre el futuro de la Carta Democrática, el arriesgado camino por el que Almagro ha apostado para actuar en la crisis venezolana.
El jefe de la OEA, ausente de la cita del miércoles para que no se confundiera la iniciativa Argentina con la suya, reaccionó hoy con dos mensajes en la red social Twitter para “saludar” que la OEA aborde la “crisis venezolana” por primera vez desde 2014 y para urgir a que se convoque la sesión sobre la Carta Democrática que pidió entre el 10 y 20 de junio.
En las conversaciones de pasillo fuera de micrófono, un amplio número de diplomáticos de distinto color político aseguró a Efe que la iniciativa liderada por Argentina no habría tenido lugar si no hubiera sido por la presión que pesa sobre los Estados al haber activado Almagro el proceso de aplicación de la Carta Democrática.
La convocatoria de la sesión sobre la Carta está en manos de Arcuri como presidente de turno del Consejo Permanente y, aunque todavía no se ha pronunciado al respecto, fuentes conocedoras de los reglamentos de la OEA aseguraron a Efe que tiene la obligación de atender la solicitud del secretario general.
Almagro invocó el martes el artículo 20 de la Carta Democrática para activar este proceso en la crisis venezolana al considerar, como reza ese artículo, que en el país suramericano hay “una alteración constitucional que afecta gravemente al orden democrático”.
De momento, solo Paraguay, que ayer no respaldó el texto consensuado aunque no impidió el consenso, ha dicho abiertamente que apoyará la iniciativa de Almagro.
Otros países reconocieron públicamente que la declaración aprobada se quedaba corta y no tenía los términos contundentes que hubieran querido incorporar, pero no se pronunciaron sobre si apoyarán o no a Almagro con la Carta, a la que el texto adoptado ayer no hace ninguna mención.
La propia Argentina, según fuentes de la misión del país, quería “incluir más mensajes en el texto, más duros, estridentes, con más compromisos”, pero no lo hizo porque “lo más importante es que haya una declaración del Consejo Permanente que permita un diálogo”.
Canadá, patrocinador también del texto, reconoció que su misión quería introducir “términos más duros” y que el mensaje aprobado es “blando, débil y mantiene silencio sobre los principios fundamentales básicos de la democracia y los derechos humanos”.
Colombia dijo, pese a apoyarlo, que “no contiene todos los elementos que uno pensaría que deben estar allí presentes” y EE.UU., patrocinador, señaló que “no es perfecto”.