Sucre es uno de los estados donde el chavismo ha ganado de forma sostenida desde 1999. El martes 14 de junio se sacudió esa lealtad, al menos en la capital. La gente de Cumaná salió a la calle a destruir lo que conseguía a su paso, movida por la desesperación, la rabia y el revanchismo. En esta intifada estuvieron presentes los mismos factores que se manifestaron durante el Caracazo de 1989, cuando se combinaron la frustración y la ira, para darles rienda suelta a los resentidos, los vándalos y los delincuentes de todo pelaje. En Cumaná, al igual que en Caracas, fueron saqueadas ópticas y ferreterías, no para amortiguar el hambre de los manifestantes, sino para satisfacer la furia de una gente que se siente maltratada. Si el chavismo fuera consecuente con su propia mitología, el 14 de junio debería ser declarado día de júbilo, al menos en el estado Sucre, pues ese día se expresó con toda su intensidad la frustración y la cólera popular.
Lo que ocurre es que, a diferencia de 1989, quienes ejercen el poder forman parte del oficialismo. El gobernador, Luis Acuña, y el alcalde de Cumaná, David Velásquez, son militantes del PSUV. Ahora no enaltecen la violencia popular, ni les parece una forma heroica de canalizar el descontento. Actualmente la condenan de forma categórica y, como siempre, no ven la causa del estallido en sus propios errores, sino en la acción de un grupo de sediciosos militantes de la MUD. Ellos no son responsables de que el pueblo cumanés, y en general sucrense, esté pasando hambre, solo pueda comer sardinas, y no consiga medicinas. Los culpables son los comandantes que dirigen la guerra económica.
Esta distorsión no pasaría de ser una evasión pintoresca de los dirigentes rojos si no fuese porque se convirtió en una de las excusas más recurrentes para bloquear cualquier salida política a la crisis e impedir la realización del referendo revocatorio durante 2016. La fulana guerra económica constituye una coartada que busca encubrir la destrucción provocada por el socialismo del siglo XXI y proteger a sus diseñadores y ejecutores. Este proyecto atrasado y hegemónico destruyó la base productiva del país y los canales de distribución que la sociedad creó a lo largo de muchas décadas. En el caso particular del estado Sucre, la incuria del chavismo alcanzó niveles tan altos, que esa entidad, con centenares de kilómetros de costa, no ha podido desarrollar una industria pesquera exitosa, que le sirva de base para levantar una economía próspera.
Lo que ha hecho el chavismo en diecisiete años es alimentar el clientelismo más obsceno y confiscar las pocas empresas pesqueras que operaban en el Estado, para luego quebrarlas. La gobernación y las alcaldías en manos del oficialismo, operan como agencias de empleo poco productivo, ese que no agrega ningún valor. La burocracia ocupó el espacio que debió haber tenido el empleo de calidad. Sucre es una entidad donde, a pesar de las ventajas comparativas que ofrece para el turismo, ni siquiera se ha fomentado esta industria. Ninguna red hotelera de importancia se ha construido durante este largo ciclo.
La violencia que se disparó en Sucre no se debe a la acción perversa de la oposición, ni ha sido inducida por la MUD. Esas protestas son producto del desamparo en el que se encuentran sus habitantes, luego de más de tres lustros de ser manipulados y engañados con las migajas que ocasionalmente les da el régimen. La pobreza secular de ese Estado, junto a Trujillo (también chavista), el más pobre del país, explotó. El pueblo se rebeló contra la desidia y corrupción del gobierno nacional y del gobierno regional y local. Representa una nueva evidencia del fracaso de los CLAP y de todos los experimentos de ingeniería social utilizados por el gobierno para disimular el desmantelamiento del aparato productivo y la imposibilidad para distribuir lo que no se fabrica.
Los chavistas perdieron otro bastión gracias a su proverbial ineptitud. Sucre proporcionó otra razón para insistir en el revocatorio. También para sus habitantes es una cuestión de sobrevivencia salir del régimen rojo antes de que todos perezcan.
@trinomarquezc