Los triunfos de la Vinotinto en la Copa América Centenario de fútbol han sido un desahogo para los venezolanos en medio de la grave crisis, aunque los problemas económicos golpean incluso a la hora de celebrar.
AFP
“Ha sido increíble, pero la cosa está difícil”, dice Eleazar Martínez, un aficionado de 25 años que disfruta con la actuación del equipo venezolano, clasificado invicto a cuartos de final y, este sábado, rival de Argentina.
“Antes uno podía salir a ver los partidos a la calle, a tomarse unas cervezas, pero ahora es demasiado caro”, relata Martínez, quien ha seguido por televisión junto a su familia, en su casa en El Paraíso (oeste de Caracas), los encuentros de Venezuela en el torneo que se disputa en Estados Unidos.
Viste un viejo modelo de la camiseta de la Vinotinto y asegura que comprar el nuevo es, para él, “una utopía”.
En Mundo Vinotinto, la tienda oficial del equipo en Caracas, la elástica que los futbolistas utilizan en la Copa América cuesta 54,000 bolívares (89 dólares a la tasa oficial flotante).
Es más del triple del salario mínimo venezolano, de 15,051 bolívares, al que se suma bono alimentario de 18,583 bolívares.
Pero el furor por la Vinotinto, pese a todo, le hace frente a la crisis.
Carla Pereira, gerente de Mundo Vinotinto, dice que durante la Copa América las ventas han subido 30%, si bien cree que “con otra situación económica, tendríamos cola en la puerta”.
Pereira dice que el seleccionado que entrena el exportero venezolano Rafael Dudamel “está dándonos buenas noticias cuando más falta nos hacen”.
El país petrolero vive por estos días una oleada de protestas en reclamo de alimentos -cuya escasez llega al 80%, según estudios privados-, algunas de las cuales han derivado en saqueos con saldo de al menos cinco muertos.
La camiseta llega a costar 61,500 bolívares en otros establecimientos. “Hay gente que viene, pregunta y se va. Quieren y no pueden. Se les nota en la cara”, dijo una vendedora.
Ana De Pablos, abogada de 45 años, busca una franela como regalo para su hermano Tulio, quien le acompaña. Entra a un comercio, pregunta el precio y sale.
“Uno se lo piensa, porque hay muchas prioridades… Servicios, comida, que cada vez está más cara”, expresa De Pablos.
Venezuela tiene la inflación más alta del mundo: 180,9% en 2015 y proyectada en 700% por el FMI para 2016.
Incluso si se respalda a la Vinotinto en casa, como hace Eleazar, los costos son altos. Si viendo un partido, una persona se toma un par de cervezas y se come una bolsa de 120 gramos de tostones -pasabocas de plátano frito muy popular en Venezuela- habrá gastado la sexta parte de un salario mínimo.
Eso si consigue las cervezas, porque la bebida -apetecida en el calor del trópico- también escasea por falta de materia prima.
Los venezolanos, empero, tienen otras opciones para enfundarse la piel de su selección por menos dinero.
“La gente dice: ‘entre tanto rollo (lío), con la inseguridad y las colas porque no consigo harina, leche, azúcar, me voy a dar la satisfacción de ponerme la Vinotinto’. Es un orgullo para todos”, cuenta Sixta López, de 44 años, vendedora en una tienda del este de Caracas donde una imitación de la casaca cuesta unos 7.000 bolívares.
“Uno se desconecta con la Vinotinto, se alegra, pero se acaba el partido y vuelve a la realidad”, concluye Eleazar.