No hay pareja en el mundo que sea totalmente pareja, ni siquiera aquella tan criticada por los Castro y otros anti-imperialistas, la implacable Margaret Thatcher y Ronald Reagan. La primera derrotó a los sindicatos ingleses del carbón y a los militares argentinos en las Malvinas, cuando puso al imperio británico por encima de distancias y costos; el segundo fue de los presidentes más populares, salió de la Casa Blanca con reputación y crédito, pero afectado físicamente por un fallido atentado contra su vida y la edad que no perdona. Se fue a su residencia a morir de viejo. Mientras la llamada Dama de Hierro salió agotada, pero con su prestigio intacto, se retiro amada y respetada.
No hay parejas perfectas, hay parejas que tienen la inteligencia de saber discutir, en su acepción de dialogar, que no conversan con el embarazoso objetivo de quítate tú para ponerme yo, sino con la premisa de vamos a ver qué quiere y le conviene a cada uno para decidir lo mejor para ambos.
Nuestros tatarabuelos –de acuerdo a sus creencias- planificaban el futuro de sus hijos incluso desde antes de nacer; cuando hacían la primera comunión era probable que ya supieran (aunque no conocieran personalmente) con quien se casarían. Matrimonios que se pactaban tras análisis esmerados de capitales, posesiones, títulos, de forma que ambas familias resultaran beneficiadas y la joven pareja pudiera dedicarse a producir lo que se esperaba: herederos, prolongación de la historia, fortalecimiento de poderes.
Como lo que realmente debe estar sucediendo con esta peculiar y muy dispar pareja de Delcy & John, que nos recuerdan aquella dupla cubano-estadounidense de tiempos de la televisión en blanco y negro Lucille Ball & Desi Arnaz, salvando las distancias.
No es posible ser tan inocente y pretender que el Secretario de Estado de la primera potencia del mundo y la modesta, poco trascendente -pero políticamente comprometida a fondo y activa- Canciller venezolana se encontraron en Santo Domingo, se dieron un beso en el cachete y exclamaron algo como “¡oye, qué gusto encontrarte, sí, bien bueno! ¿Qué te parece si conversamos un ratico?”
Eso no empezó ni así ni ahí. ¿Recuerdan aquél encuentro en Haití con presencia del hoy aspirante a Ministro de la Defensa, el mazodante Diosdado? Allí empezó todo.
No piensen, ni por un momento, que lo único que se hizo fue acordar futuros interesantes pero nebulosos. Estados Unidos está en pleno desarrollo de una relación con Cuba, los Castro están con los brazos extendidos, las manos abiertas y los oídos pendientes hacia Washington mientras mantienen -no hay cubano pendejo y menos si ha sido entrenado por el G2- su dominante influencia en el destino, estrategia y objetivos de Miraflores. Los nuevos mejores amigos –Barack y Raúl- conversaron. Los cubanos, buenos dialogantes, sin duda alguna condición pusieron, algún elemento de intercambio, no crean que es sólo más acceso de turistas a las playas cubanas, en su momento lo sabremos.
A Raúl Castro, lo llamaron de Washington, Castro también llamó a Miraflores, el Presidente obrero escuchó con atención, tomó nota para no perder detalle -los detalles son esenciales en la diplomacia, los que se ven y especialmente, los que no se ven-. Mientras Nicolás Maduro informaba a sus colaboradores de confianza e intercambiaban opiniones, Kerry comunicaba al Presidente Obama, éste escuchaba y aprobaba, el canciller americano requería al Venezuelan Team, que lo hay, y, principalmente a ese personaje de película de espías y novelas de Tom Clancy que es Thomas Shannon.
Durante ese proceso de propuestas, contrapropuestas, ajustes, rechazos, alternativas, carantoñas, mentiras al público para distraer, verdades enmascaradas, falsedades con sonrisas de verdad, a lo largo de arreglos, desarreglos, saqueos en Venezuela, primavera en Washington, turistas y ejecutivos de negocios en La Habana, retrasos, obstáculos al referendo, idas y vueltas de Capriles, necedades de Maduro, que si llueve, que si escampa y no llueve, el camino se ha ido desarrollando, los puentes se han estado construyendo; no enormes viaductos, pero apropiados puentes colgantes aun débiles pero adecuados.
El diálogo y los bien pagados ex presidentes -por cierto, llama la atención que entre veintitantos ex mandatarios latinoamericanos a nadie se le haya ocurrido invitar ni siquiera uno menos pro oficialista- tienen como misión oculta retrasar las cosas, pero uno de los tiempos ganados no tiene necesariamente que ser en perjuicio del revocatorio, puede ser y está siendo para dar margen a otras opciones, esas expectativas que se cocinan y guisan pero que no aparecen en el menú. Esas –a lo caprilero- chácharas se califican por conveniencia e interés de confidencial, involucran el destino de millones y muy pocos se sienten con el derecho inaceptable de comprometer.
La Casa Blanca, el Palacio de la Revolución y Miraflores saben bien que los nuevos embajadores de Washington y Caracas no son simplemente nombramientos caprichosos de los presidentes. Allá deben ser analizados, interrogados y aprobados -o rechazados- por el Senado, que no es juez fácil; acá, el escogido debe ser aceptado por una Asamblea Nacional mayoritariamente opositora, tampoco árbitro fácil. Claro, suponiendo que los mencionados no estén bien y adecuadamente informados. Para cuando les toque analizar embajadores (o embajadoras) lo estarán.
No basta con encuentros de la pareja dispareja, hay mucho que hablar, bastante que explicar, variadas mentes por convencer. ¿Cree alguien que la enrevesada propuesta de Maduro a Henry Ramos Allup, a quien ya varias veces ha calificado públicamente como “líder de la oposición”, -que ratifican las encuestas- a que se incorpore al diálogo, es sólo otra madurada más? La oposición que cuenta hoy, la que tiene fuerza y puede dialogar, no es ahora la de Capriles, quien seguirá enredado con el revocatorio cuyo peso se echó él solo contra el mundo; sino Henry Ramos Allup, figura estelar de la oposición y viejo lobo guía de manadas; es también Julio Borges, dirigente que ha dedicado grandes esfuerzos y arriesgadas decisiones para dejar muy claro que su partido es suyo y que tiene fuerza y respaldo de sobra para discutir y acordar lo que haya que lidiar y pactar. Borges lo sabe, Ramos Allup lo sabe, el oficialismo lo entiende, Leopoldo López lo observa paciente desde la cárcel política militar.
Estados Unidos ahora puede darse el lujo de apoyar públicamente el referendo sin que Maduro se indigne, la oposición puede criticar y mostrar suspicacias sobre el diálogo sin que los expresidentes contratados sientan picazón, la gente seguirá protestando en las calles, agotando a militares y policías mientras el Gobierno analiza a cuál o cuáles presos políticos liberará -nunca Leopoldo López, lo cual en nuestra opinión es un grave error de Maduro, pero ésa es otra historia- para lucirlos como muestra de buena voluntad, cosas se verán y protagonizarán titulares de prensa mientras los arreglos importantes avanzan paso a paso. Washington tiene la paciencia del más poderoso, Miraflores sólo tiene -aunque no sea fácil- que aguantar un poco más.
Tom Shannon no vendrá a Caracas a turistear, pasar un rato agradable, o ver qué consigue. Arribará para finiquitar lo que ya previamente se ha conversado con los involucrados, estos temas no aceptan sorpresas y menos improvisaciones. Asiste a culminar acuerdos, lo saben Obama, Kerry, Maduro, Delcy, les guste o no, también Tarek, Diosdado y Aristóbulo. Los venezolanos en las próximas semanas observaremos con estupor acontecimientos que parecían imposibles. Una estrategia de ajuste en pleno desarrollo.
Y prepárense, porque Maduro o alguien de fundamental importancia económica dialogará -si es que ya no lo ha hecho-. Está claro que los norteamericanos, poco afectos al fracaso, no se arriesgaran en vano. Reconocerlo o no es un tema a discutir, pero de que se está dialogando discreto u oculto, parece un hecho -por ahora- negado que pronto se conocerá. El diálogo secreto, el de verdad.
@ArmandoMartini