No se piense que voy a listar el catálogo reciente de los depredadores y sus colmillos ensangrentados. No, la ruina de esta sociedad comenzó con el ataque, la mutilación, la depreciación, el morbo y el envilecimiento de su lenguaje. Los bárbaros se ceban en el idioma como primera medida de su afán demoledor. No sólo está el empeño de promover una neolengua por parte de los tiranos para animalizar al pueblo, sino la impostura de derribar los términos y llegar al extravío de los significados. Esta técnica inaugurada por los nazis y bolcheviques ha tenido un eco supremo en sus imitadores de esta comarca. Cadenas citando una sonora frase de Karl Kraus, repite con él que “toda depravación de la palabra permite reconocer la depravación del mundo”. Las groserías por ejemplo, el lenguaje soez, la vulgaridad tranversalizada en todas las capas de la sociedad, ha creado una jerga enferma, incomunicativa y serial con la que actuamos como estériles y enajenados. Le repito a mis alumnos hasta el hartazgo que con una expresión infectada de tosquedad, es imposible reconstruir un país cuya labor de profilaxia debe comenzar con el modo en que se habla. El hombre es hechura del lenguaje, afirma con sencillez y claridad nuestro poeta. Y la literatura, el remedio para derrotar el habla corrupta y desintegrada que nos rodea.
Todos comentan de política, de economía, de globalización, pero nadie se ocupa del lenguaje. Dime cómo hablas y te diré quién eres. Dime tú, Venezuela, cómo te expresas y te diré qué presente tienes y la clase de futuro que te aguarda.
@kkrispin