Durante seis días, casi una decena de médicos venezolanos, con tapabocas y pulcras batas blancas, se sometió a una huelga de hambre en los pasillos del hospital más grande de la ciudad de Mérida, en el occidente del país.
Reuters
A unos 400 kilómetros al noreste de allí, en la localidad de Barquisimeto, cientos de doctores suspendieron sus consultas por 24 horas y, en la capital Caracas, otros más han levantado pancartas frente a varios hospitales para clamar por ayuda.
En un inusitado giro, muchos de los 40.000 doctores venezolanos han empezado a alzar su voz de protesta para denunciar una severa escasez de medicinas, equipos y personal que dificulta cada vez más su trabajo, mientras demandan al gobierno de Nicolás Maduro que reconozca la crisis y acepte la ayuda humanitaria que empieza a acumularse en el extranjero.
“Empecé a ver pacientes, en el quirófano o en emergencia, que fallecían por falta de medicamentos”, se lamentó David Maciñeiras, médico del Hospital Universitario de Los Andes, quien, por primera vez en sus cuatro años allí, abandonó el quirófano en mayo para ayunar junto a otros colegas delante de un cartel que decía: “tenemos voluntad, pero faltan insumos”.
Las estadísticas del Ministerio de Salud muestran que en el 2015 por cada 100 personas dadas de alta en hospitales, 31 murieron, una tasa seis veces mayor que el año previo. También el año pasado, la mortalidad infantil llegó a dos por ciento de los nacidos, un incremento de 100 veces respecto al 2014.
Para la jefa de emergencias de un hospital de Barquisimeto, Idabelis Arias: “los médicos están haciendo medicina de guerra”.
“¿Qué haces para dar reanimación cardiopulmonar a un niño si no tienes adrenalina?”, se preguntó Arias retóricamente. “Hemos tenido que aplicar el masaje al corazón, pero no siempre es garantía de que tengamos éxito”.
El cirujano Christian Pino, que lideró la huelga de hambre en Mérida, leyó un documento ante el parlamento venezolano, de mayoría opositora, demandando en junio la aprobación de una ley que facilite el ingreso de ayuda humanitaria. Sin embargo, el texto fue vetado por el máximo tribunal del país.
“Yo prefiero levantar la voz con mis compañeros a ser cómplice de esto”, dijo Pino al salir del hemiciclo. “Los médicos no vamos a ser culpables de este genocidio silencioso”.
El cuerpo médico ha preferido manifestarse, también por temor a las consecuencias legales de trabajar con limitaciones y, en algunos hospitales, exigen a los representantes de los pacientes firmar un “consentimiento informado”.
Sin embargo, henchido de orgullo por los avances en salud durante los 14 años de gobierno socialista del fallecido Hugo Chávez, su sucesor, Maduro, asegura que sus adversarios están exagerando los problemas en el sector salud.
“No hay crisis humanitaria, no la hay, lo afirmo con total responsabilidad”, dijo su canciller, Delcy Rodríguez, en una reciente sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que debatió la crisis en el país OPEP.
“TENEMOS DIFICULTADES”
Las estadísticas de salud en Venezuela son difíciles de hallar. Y los pocos números disponibles apuntan a un deterioro desde que el país entró en recesión a principios del 2014.
Venezuela junto con Guyana son los únicos países de Sudamérica que vieron aumentar la mortalidad materna en 2015, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La tasa de mortalidad general es menor al promedio de las Américas, dice el Gobierno, pero las cifras no están disponibles.
Las cifras negativas son un enorme desafío para el Gobierno socialista que, con Chávez, inició proyectos de salud gratuitos de gran popularidad, como la “Misión Barrio Adentro”, un programa social de ambulatorios gestionados por médicos cubanos.
“Hemos tomado todos los correctivos para que volvamos a disminuir los niveles de mortalidad materna e infantil”, dijo la ministra de Salud, Luisana Melo, en un hospital de Caracas.
“Efectivamente tenemos dificultades (pero) los venezolanos somos los que consumimos en el mundo el mayor número de medicamentos per cápita”, había dicho Melo meses atrás para justificar la escasez de medicinas que, dijo, sólo llega al 15 por ciento de la dotación.
En la ciudad andina de Mérida, el doctor Carlos Hidalgo dijo que se unió a la huelga de hambre después que un paciente llegó con una fractura expuesta y no pudo asistirlo por falta de suero fisiológico, vital en las salas de emergencias.
“Salieron a un kiosco a comprar agua mineral para lavarlo con eso y el paciente terminó amputado”, recordó Hidalgo.
“Por eso fuimos a huelga, no para hablar de reivindicaciones laborales”, agregó el cirujano ortopédico que gana 8.000 bolívares quincenales, unos 13 dólares al cambio oficial.