Venezuela es un país lleno de sorpresas, puede pasar cualquier cosa. Como en efecto sucedió estos días, aunque venía de antes. Ya había algunas indicaciones de lo que podía ocurrir, pocos prestaron atención a las señales. Fuegos artificiales anunciando que la fiesta estaba comenzando y no terminando como suele suceder cuando aparecen los pirotécnicos.
Primer signo, la creación de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), administrada por el Ministerio del Poder Popular para la Defensa (MPPD). Sus atribuciones: rehabilitación y mantenimiento de pozos petroleros, administración de taladros, importar, exportar, comercializar, distribuir productos químicos para el sector minero, transporte marítimo y construcción de infraestructura civil, entre otras tareas. Parecía obvio y se evidenciaba que el poder militar tomaba para sí lo más preciado y rentable: petróleo, oro, diamantes.
Ahora sorprenden con la recién creada Gran Misión Abastecimiento Soberano y Seguro –nombre pomposo, como le gusta al vacío psuvista- que incluye acciones de resguardo y supervisión para impulsar el aparato productivo, garantizar alimentos, productos y estimular los motores –fundidos- agroalimentario, farmacéutico e industrial.
La acumulación de funciones otorgadas por el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela al generalísimo multisoleado, han servido para que sean objeto de especulaciones, análisis y opiniones, algunas audaces, otras descabelladas, temerarias e ilusorias, pero todas dignas de respeto y consideración.
Se dice que hay una “Junta Cívico Militar Maduro-Padrino o Padrino-Maduro”, se comenta que “es una renuncia en cámara lenta de Maduro”, se especula que “Maduro abdicó ante Padrino”, que en realidad “es un convenio con Raúl Castro para imponer a su pupilo”. ¿Recuerdan la foto Fidel-Padrino?, pues se discurre “que el general se prepara para ser el Presidente sustituto”, y por el contrario se teoriza que “Maduro lo puso allí para quemarlo”, se medita que se trata de “una estrategia de Diosdado”, pero en cambio se asegura –los esperanzados- que es “un duro golpe al aragüeño y a Cabello”, otros cuchichean que “en Venezuela hay dos presidentes” y un sin fin adicional de etcéteras. Lo cierto es que cometen un gravísimo error quienes en la oposición –no imaginan cuantos- confían en Padrino como aliado, tanto como desde el chavismo lo consideran traidor. No es ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, como diría aquél que unos siguen recordando con melancolía.
Vladimir Padrino López ha sido objeto de cuantiosos comentarios, insultos y elogios, sin olvidar que para algunos chismosos y lenguaraces era el Ministro de Defensa en un gobierno de Capriles. Por momentos fue un héroe, un ídolo en las elecciones parlamentarias porque según fuentes opositoras “obligó al Gobierno a aceptar los resultados electorales”; para después convertirse en un villano por la represión contra jóvenes civiles, y además, reprochado y censurado por la subordinación incondicional a Maduro, Chávez y el chavismo. Esa es la enfermedad de muchos políticos, más bien politiqueros, el doble discurso y la doble moral.
Muy pocos han logrado descifrar quién es realmente este general prusiano, y al cual muy poco se le ha fotografiado sonriendo. ¿Opositor u oficialista? ¿Traidor o cómplice? ¿Perjuro o institucional? ¿Guabinoso? ¿Ambicioso? ¿Adulador? ¿Oportunista? Su nombre de pila, Vladimiro o Vladímir, es de origen eslavo, viene de Vlad, que significa «potencia», y de «mer», parecido al gótico “mers”, que significa “grande, ilustre o famoso”. En esta Venezuela destrozada, revuelta, desesperada y perturbada, este hombre parco cuyo nombre es una combinación de potencia y de grande, -contraria a sus actuaciones al decir de algunos- se ha convertido en un enigma, una incógnita. Y para evitar malas interpretaciones perversas, ni siquiera hemos considerado al otro gran Vlad, aquél rey rumano apodado Dracul, -no por Drácula sino por Dragón- que una y otra vez derrotó a los turcos y empaló a miles de prisioneros otomanos. Si además hizo algún pacto con el diablo, ésas fueron lavativas de un escritor irlandés, Bram Stocker, y de muchos cineastas anglosajones que siempre filman lo que les parece más taquillero, sea o no verdad.
En nuestras tierras sin castillos tétricos, el Presidente Maduro ensartó gran parte de la estructura del Estado en la vara del Ministro de la Defensa, y eso para empezar, obliga a quienes quieran dialogar indefectiblemente incorporar a los militares. Les guste o no, ésa es la realidad, hasta Rodríguez Zapatero y Samper tendrán que practicar el orden cerrado y acostumbrarse al ¡atención firme!
La jugada parece forzosa, posiblemente se desarrolle con el anuncio que no habrá referéndum revocatorio, los políticos culparán a la MUD por su titubeo a consecuencia de enfrentamientos internos y el Tribunal Supremo utilizara la tesis -según denuncias- del fraude que se pretendió cometer con las firmas; tampoco habrá sufragios para gobernadores, con el argumento de que no hay dinero para malgastar, pues estamos en crisis y no puede faltar, la guerra económica.
Habrá frustración, molestias y protestas ciudadanas, los políticos llamarán a la calma, transcurrirá el tiempo y en diciembre pasará a retiro el generalísimo y asumirá un ministro de la defensa de su elección y confianza. El general retirado, ya civil, será el nuevo Vicepresidente para quedarse y concluir el periodo de Maduro, que tras presentar su inevitablemente ilusoria alocución en la Asamblea Nacional, presidida por Julio Borges, renunciará al cargo de Presidente de la República. Y para felicidad militar, de cierto sector chavista y opositores extremos, será Presidente hasta 2019. Así pinta el panorama, son las señales que están enviando. El estamento castrense se siente cómodo, conforme y continuará su hegemonía por lo menos, hasta finales de 2018. Eso, si es que ocurren elecciones presidenciales.
El mundo político sacó sus cálculos y está de plácemes –no pésame-. El oficialismo entusiasmado con la jugada, se oxigena para el 2019 y presentará candidatos a María Gabriela Chávez, Aristóbulo Istúriz, Rafael Ramírez, Diosdado Cabello, Cilia Flores y quizás algún otro general confiable y con pretensiones. En la oposición, felices cual lombrices, no asumen el costo político de los próximos dos años y estarían compitiendo Borges, Ramos Allup, Capriles, López, Rosales y cuantos se consideren con mérito. En las terceras opciones podrían estar: Rodríguez Torres, Alcalá Cordones, María Corina Machado, Henry Falcón, Eduardo Fernández, Claudio Fermín, Cecilia Sosa y más. Habrá de todos los colores y para cualesquier gusto.
Que Maduro haya “dimitido” no es creíble, es una simpleza pensarlo, es una trampa política y mediática que distorsiona cualquier análisis. Quienes lo afirman, no parecen estar al corriente, se hacen los que no entienden o andan desorientados. Es tal el deseo de salir de Maduro que obnubilan sus pensamientos. Maduro “negoció” su renuncia e impunidad, para él y sus secuaces. Pero nunca ahora, es para después del 10 enero de 2017 si es que acaso las cosas continúan como están, o, por el contrario, se queda hasta concluir su mandato –aunque esto también es difícil de creer.
Mientras tanto, Maduro entregó una papa caliente a los militares para que asuman –al menos compartan- el costo político y las consecuencias de un fracaso; y es tan compleja la situación interna en la comunidad militar, que de hacer nada, oyendo calentadas de oreja de quienes proponen salidas alternas; los distrae y mantiene ocupados en tareas que no le son de sus competencias ejerciendo un supuesto poder ficticio y fantasioso. Parece que allí quieren sumergirse los generales sin pensar en las riesgosas consecuencias.
Con todo esto, militares y opositores distraídos, entretenidos, el Gobierno consigue “tranquilidad” temporal que le permita tutelar y manipular la mesa de negociaciones -que todos niegan con obsesiva terquedad-, conseguir tiempo, alcanzar con dificultad y altibajos, pero sin mayores complicaciones, a enero de 2017, cuando el escenario cambia. Solo en ese contexto es posible una renuncia tratada de Nicolás Maduro para mantener la revolución y sosiego personal.
Para los diferentes intereses partidistas y la voluntad política, ésa es la lógica. ¿Qué opositor va asumir el costo político de gobernar dos años después de Maduro? Ninguno que tenga aspiraciones posteriores. Sin embargo, cualquier oficialista se pelearía por finalizar la vacante presidencial. En todo caso, no hay que menospreciar ni subestimar y menos a un Presidente. Maduro tiene años con el sol a la espalda y, aunque debilitado, aun no han podido con él. ¿No se han preguntado por qué? ¿Qué han hecho mal para que Maduro continúe en el poder?
Algunas interrogantes estremecen los sentidos. ¿Sera Vladimir Padrino el Wolfgang Larrazábal de 2017? ¿Qué piensa el ciudadano de esta jugarreta? ¿Algo tendrá que decir el pueblo? ¿Qué será? Y como siempre: los tiempos de hambre no son los mismos tiempos políticos.
@ArmandoMartini