Los chats de venezolanos en el extranjero se han convertido en una forma de organización fundamental para lograr no solo sobrevivir los primeros días, sino para armar bases de contactos que ayuden en el proceso de adaptación.
Por Christian G. Velasco/Caraota Digital
Usados para coordinar compras, ferias, donaciones, también para recomendaciones o solicitar ayuda; los grupos de personas que se unen a través de Whatsapp también albergan historias de estafas, fraudes y mentiras, cada vez más comunes entre los incautos que terminan siendo presa fácil para los timadores.
Tras el saludo inicial para romper el hielo, la dinámica del chat parece no detenerse, muchos son los que responden y dan la bienvenida y es que la camaradería típica del venezolano hace de esta suerte de debut una labor bastante sencilla. Mientras unos solicitan información, otros envían fotos y hasta se toman el tiempo de hacer chistes.
Mariana, profesional de los RRHH de 40 años, se hace espacio entre los textos que van y vienen; cuenta que dejó la costas de Anzoátegui para instalarse en las mayameras en junio de 2015 junto a su esposo e hijo, con el firme propósito de mejorar la vida que -destaca- Venezuela les estaba arrebatando.
Las facilidades del “primer mundo” le jugaron una mala pasada. “Conocimos a un ecuatoriano que en principio nos ayudó; contrató a mi esposo y a mi hijo para que le hiciera arreglos a su casa por $100 diarios”, comenta.
Tras entablar “amistad”, meses más tarde, el hombre identificado como Carlos Paredes, los llevó a un Amscot, lugar especializado en cambio de cheques, pagos y transferencias, que luego son debitadas de las cuentas de los titulares; y donde no hacen un análisis exhaustivo de los fondos de los interesados, sino hasta después de concretadas las transacciones.
“Mi esposo sacó dinero en varias ocasiones a petición de ese hombre”, relata Mariana, quien asevera que al final debían $1200 que no poseían, pues otros negocios instalados previamente con el mismo hombre no rindieron los frutos suficientes para asumir los pagos.
Un año después han logrado cancelar casi la totalidad de la deuda con sacrificio; mientras explica que han evitado localizarlo para enfrentarlo. “Sabemos donde vive, pero ir hasta allá es ponernos en riesgo, porque el es ciudadano estadounidense, nosotros todavía no”, se lamenta Mariana.
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