Los habitantes del estado se mantienen preocupados ante la proliferación de los casos de malaria, pues temen que se desencadene una epidemia similar a la del zika o el chikungunya que se registró años anteriores.
Carmen Noguera, vecina de La Soublette, en Catia La Mar, asegura que desde el año pasado no fumigan por su comunidad. “Hay basura en todos los rincones, las quebradas están llenas de sedimentos y los zancudos hacen de las suyas por doquier. Es preocupante que no se tomen las políticas sanitarias adecuadas dada la gravedad del asunto”.
Pese a que Vargas no era zona endémica de malaria hasta el 2014, cuando las autoridades sanitarias solo atendían casos de varguenses que adquirieron el virus en otras regiones del país, en marzo de este año se comenzaron a registrar casos autóctonos en Puerto Cruz.
Se presume que llegó alguien infectado con el parásito y propagó la enfermedad a través de la picadura del mosquito Anopheles, transmisor de la enfermedad.
Fuentes fidedignas vinculadas a la Dirección Ambiental de Salud informan que actualmente carecen de vehículos para realizar el abordaje profundo de fumigación en las comunidades del estado. A pesar de contar con insumos, que son envíados desde Maracay, los equipos son limitados.
Los médicos del estado señalan que todo caso de malaria se debe mantener en aislamiento y los hospitales principales carecen de unidades de cuarentena.
En el Distrito Sanitario indican que cuentan con suficiente cloroquina, fármaco recetado para el tratamiento de los afectados por el parásito.
Los síntomas de la malaria o paludismo son fiebre a partir del noveno día del contagio, inflamación del hígado y coloración amarillenta en los ojos.