Nos observan desde el Palacio Miraflores, residencia del presidente de Venezuela. Desde allí se estructura una red de tecnologías secretas al servicio de un espionaje masivo.
La vigilancia del régimen bolivariano traspasa las fronteras de su propio país hasta alcanzar países como España, Estados Unidos o Colombia. Hackers al servicio del gobierno venezolano nos vigilan, examinan nuestra presencia en Internet y en las redes sociales, escuchan nuestras conversaciones telefónicas.
La evidente amenaza que pesa sobre la libertad de expresión en Venezuela ha dado paso a un sistema de vigilancia masivo. Desde el extranjero, los opositores alzan la voz contra Maduro que, amparado en una hueste de piratas informáticos, busca silenciarlos desde el ciberespacio.
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