“Vamos a demostrar que en Brasil hay algo más que problemas”. En las inmediaciones del Maracaná poco antes de la inauguración, Lidiane Abreu está convencida de que, a pesar de la crisis que atraviesa, su país va a sorprender al mundo con los Juegos de Rio-2016.
AFP
“Estamos hartos de tantos problemas, por eso estoy contenta de que lleguen los Juegos, que espero que nos den una tregua”, coincide Cristiana, que se felicita por el gigantesco despliegue de fuerzas de seguridad en torno al mítico estadio carioca. “Nunca vi tantos policías”.
Esta comercial de Rio de Janeiro se muestra “muy orgullosa” por recibir unos Juegos, “pero a la vez con una gran responsabilidad, aunque creo que todo saldrá bien”, dice a la AFP.
“El mundo se va a sorprender con la capacidad del país para organizar un evento como unas Olimpiadas”, dice Lidiane Abreu, una teleoperadora de 33 años. “Todo el mundo está al tanto de los problemas que hay en Brasil y vamos a demostrar que en Brasil hay algo más que problemas”.
Carolina Borsatto, de 32, opina que los Juegos van a dejar un legado importante en “infraestructuras y transportes que serán muy positivos” para la ciudad.
“Ha habido un gran cambio en la ciudad en los últimos 10 años”, coincide Miguel, empleado en una compañía informática. “Rio y Brasil van a dar una imagen al mundo de modernidad y de ser capaces de albergar grandes eventos como este”, añade convencido.
– Otras prioridades –
No todos los cariocas están entusiasmados con los Juegos. Edmundo, que trabaja como motorista, critica “todo el dinero que se ha invertido en las Olimpiadas, que debería haberse destinado a solucionar los problemas de los brasileños, que son muchos y más importantes”. “Como la sanidad pública, que no existe”, denuncia.
Telma y André, una pareja carioca pasea por los alrededores del Maracaná para conocer de cerca el ambiente de los Juegos, ya que no podrán asistir a ninguna prueba deportiva: “Los billetes son muy caros para los brasileños y con la crisis no hay dinero”, dice ella. “Y el tráfico está horroroso, no se puede circular”, añade él.
De hecho, apenas hay tráfico en las calles adyacentes al estadio, porque los accesos están restringidos a los vehículos relacionados con la organización del evento. Y todo ello, además de los controles policiales, provoca colapsos.
Y hace que el ambiente de fiesta que debe reinar en unos Juegos apenas se note. A unos cientos de metros del estadio (uno no se puede acercar más si no muestra una acreditación o una entrada para la ceremonia en los controles de seguridad), la gente hace vida normal: compra en el supermercado, bebe cerveza en el bar, pasea al perro o juega tranquilamente al fútbol, como unos niños que aprovechan el cierre de la calle para convertirla en un “pequeño Maracaná de asfalto”.
Sobre las cuatro de la tarde, cuatro horas antes del inicio de la ceremonia, los alrededores del estadio están semidesiertos y la presencia más visible son las de cientos de militares y policías, y las de periodistas de todo el mundo.
“La verdad es que ver a tanto militar da miedo”, dice Marcelo Chamorro, un abogado argentino que está en la cola de entrada para acceder al estadio.
“Pero tengo muchos amigos cariocas que están descontentos y los llaman los ‘Juegos de la exclusión’ porque el nivel de inseguridad en la periferia ha aumentado mucho, ya que han volcado a todos los agentes a barrios como Copacabana, Ipanema y Barra”, donde se concentran la mayor parte de las instalaciones olímpicas.
– Menos ambiente que en 2014 –
Este bonaerense, que vive unos Juegos por primera vez, se extraña también del poco ambiente olímpico en Rio. “Vengo mucho por trabajo y recuerdo la fiesta terrible que se montó en el Sambódromo cuando Rio fue designada (en 2009), pero la situación social y política que está viviendo Brasil hace que se haya perdido esa efervescencia”.
“Hace dos años (en el Mundial de fútbol), el centro de Rio estaba tomado por miles de hinchas (…) y era una fiesta a todas horas”, relata.
“Vine esta semana a una reunión de trabajo y compré la entrada ayer mismo (jueves). La pagué cara (3.000 reales; unos 950 dólares), pero me parecía increíble. Vine a varios partidos en el Mundial y los boletos tenías que comprarlos ¡nueve meses antes!”.
Su amigo Fabio, no obstante, dice que “pese a todo, lo bueno de los Juegos es que te encuentras con gente de todos los países y es una demostración de que el deporte nos une a todos, más allá de quien gana y quien pierde”. “Me acabo de hacer unas fotos con unos de ‘Comoro’, que no sé ni donde está eso”, dice gracioso, refiriéndose a las Islas Comoras.
A una hora del inicio de la ceremonia, Maracaná apenas llega a la media entrada, aunque es de esperar que tras la inauguración, el deporte se convierta en el único protagonista y Rio supere con creces la responsabilidad de ser la primera sede olímpica en el continente sudamericano.