El gobierno ha decretado la explotación del Arco Minero del Orinoco, a pesar de la retórica sobre la necesidad de avanzar hacia una economía productiva. En verdad lo que estamos viendo es la entrega de 111.843 kilómetros cuadrados de territorio nacional a empresas transnacionales. Vemos un gobierno enamorando al capital extranjero para que se instale en suelo patrio, lo perfore y se lleve sus riquezas. ¿Qué socialismo es este?
Todo indica que el Arco Minero del Orinoco no es más que una nueva versión de la apertura petrolera, tan satanizada en la retórica oficialista. Ni siquiera se trataría de un cambio sustancial para superar la dependencia de la renta petrolera. Apenas sería otra modalidad de la neolengua, al modo 1984 de George Orwell: teníamos la Faja Petrolífera del Orinoco y ahora tenemos el Arco Minero del Orinoco. Pareciera una medida desesperada que en la práctica implica acabar con todos los recursos que le quedan al país hasta que algún día se recuperen los precios internacionales del petróleo.
Lo más grave del arco minero es que, tal como está proyectado, causará daños irreversibles al ambiente. Daños que no solamente afectarán a los que viven en la zona directamente intervenida por la explotación. Pensemos en los bosques y las fuentes de agua. El impacto sobre los recursos boscosos e hídricos lo sentirán todos los venezolanos, y como quiera que los daños ambientales comprometen los derechos transgeneracionales es un problema de interés mundial. ¿Es que al chavismo gobernante se le olvidó el cambio climático? ¿Qué ecosocialismo es este?
El presidente Nicolás Maduro ha dicho: “Estamos firmando contratos para inversiones por una cantidad de 4 mil 500 millones de dólares en lo que resta del año 2016 y para 2017, son recursos que vienen a mover la economía”. Pero, los venezolanos nos preguntamos ¿cuánto nos va a costar todo esto? A nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos.
¿Es que acaso el presidente Maduro puede disponer de la vida y la salud de los venezolanos a su antojo? Sí, porque los derechos humanos, señor jefe del Estado, son indivisibles e interdependientes. Si usted, presidente, daña el ambiente donde vivimos, está dañando nuestra calidad de vida.
Pensemos en comunidades en situación de vulnerabilidad, como los pueblos y comunidades indígenas más directamente afectados por la explotación en el Arco Minero del Orinoco. El derecho constitucional a la consulta libre y suficientemente informada sobre toda política pública que pueda afectar sus modos de vida es, en este caso, una omisión imperdonable. Dada la especial trascendencia nacional del asunto, se debería someter a consulta a través de un referéndum consultivo.
Otro aspecto que llama la atención son los entes involucrados que operarán las áreas de explotación. Por ejemplo, la Gold Reserve es una empresa de origen canadiense constituida en 1956 bajo las Leyes de la Provincia de Alberta. Tiene por objeto adquirir, explorar, explotar y desarrollar propiedades mineras, y ofrecer liquidez en divisas extranjeras a los países con los que se generan acuerdos para tal fin. Cotiza en la Bolsa de Valores de Toronto y en los Mercados de Cambio. Otro ejemplo: la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), empresa operada por militares venezolanos, no tiene ninguna experiencia en el ramo minero ni ambiental.
No es correcto utilizar de forma demagógica el concepto de ecosocialismo. En la página web del Ministerio del Poder Popular para Ecosocialismo y Aguas (http://www.minea.gob.ve/ecosocialismo/) se define como “la propuesta de un socialismo ecológico, basado en una relación diferente entre seres humanos y naturaleza, garantizando el bienestar de las generaciones presentes y futuras”.
Es desalmado comprometer el oxígeno, el agua y el medio ambiente a una transnacional (¿o no sabía, señor presidente, que la Gold Reserve lo es?), con el sólo fin de buscar unos recursos para tratar de enmendar una crisis que su propio gobierno creó. El ecosocialismo que predica su gobierno es falso y artificioso, pues no garantiza la vida de los seres humanos.
El ecosocialismo chavista no es más que la amenaza de una deforestación sin precedentes y con consecuencias nefastas. Está comprometido el flujo constante de agua desde los bosques hacia los demás ecosistemas y centros urbanos. Será el inicio de la extinción de pozos de agua y manantiales, y la consecuente contaminación de las aguas por el drenaje de ácidos sulfúricos necesarios para la explotación, que permanecen en los ecosistemas intervenidos durante miles de años. Es la marcha enloquecida hacia el caos ambiental por la exposición de cianuro, ácidos concentrados y compuestos alcalinos.
Presidente Maduro, no sea irresponsable; rectifique y no se convierta en un ecocida.
@jesusollarves