En las republiquetas tiranizadas por populistas y gritones se corre un riesgo aún mayor ya que ni siquiera rozamos la actualidad. En nuestro país hemos pasado de la modernidad a la premodernidad con total arrojo y poco indica que saldremos del foso. La falta de divisas dificulta todo y tenemos una conectividad que produce carcajadas en el universo digital. Mientras escribo esto, padezco 24 horas sin Internet que me ofrece una muy poco comunicativa compañía llamada Inter, y cuyo “ejecutivos” parecen no comprender el idioma castellano. Llamar a un tele operador es caer entre androides que se escudan en prefabricados y escuetos términos. Sus favoritos son: “Correcto”, “no manejamos esa información”, “en este caso”, “se están tomando las previsiones”. Al final del intento de charla, uno se pregunta si estos contestadores al otro lado de la opción 4, comprenden el drama de su precariedad.
Estar sin Internet es como rescindir nuestro contrato con la contemporaneidad. Desarrollamos una patología por no permanecer a un flanco de las grandes noticias. Y pensar que alguna vez despachamos cartas y esperamos durante días una respuesta. Cuando vuelva la Internet, mi alegría será muy pasajera porque damos ya todo por sentado en esta época instantánea. En las cartas del pasado al menos le rendíamos culto al tiempo y lo honrábamos.
@kkrispin