El régimen de Nicolás Maduro no ha asimilado todavía el efecto de la contundente protesta del 1º de septiembre que mostró que la inmensa mayoría de los venezolanos, como lo afirman todas las encuestas, incluso las tarifadas del régimen, exige democracia y estabilidad para derrotar la miseria estructural a la que nos ha sometido este grupo de civiles desalmados salpicados de odio y codicia, respaldado por sectores militares no representativos de la decencia y la dignidad que una vez podría asignarse a las Fuerzas Armadas venezolanas.
Por Robert Carmona-Borjas / @CarmonaBorjas
La protesta del 1S marca de manera determinante el inicio del final de una etapa que nos llevará por el camino pacífico a la recuperación de la democracia y de los valores que guiaron siempre el espíritu del venezolano, aunque pretenda el grupo de fariseos mostrar que se trataba de un “golpe de Estado” organizado por la “oligarquía criolla” con el apoyo de las fuerzas imperiales, para acabar con la revolución bolivariana, una afirmación que busca justificar la persecución y más detenciones arbitrarias.
Estamos ante un proceso lleno de trampas que la oposición debe enfrentar con inteligencia y determinación. Al 1S le seguirá el 7S y otras protestas siempre pacíficas a lo largo y ancho del país hasta que el régimen entienda que la única salida para enfrentar su propio desastre y evitar un estallido social de repercusiones impredecibles es respetar la Constitución y convocar el referendo revocatorio antes de enero del año próximo.
La situación es grave y así lo expresan no solamente los venezolanos en la calle, sino los gobiernos responsables del mundo que ven como única salida la convocatoria del referendo revocatorio para que el pueblo decida su destino sin interferencia ni imposiciones impropias de un grupo de agitadores de oficio. Pero la torpeza y la acumulación del odio en el degenerado oficialismo impiden ver esa realidad.
La salida de Maduro no solamente traerá paz y estabilidad en el país sino que podría permitir la recomposición del resquebrajado y desprestigiado movimiento chavista caracterizado por su fracaso y su vinculación con la corrupción y crímenes graves de trascendencia internacional como el terrorismo y el narcotráfico; y, por otra parte, recuperar espacios que una vez, como el kirchnerismo y el lulismo en Argentina y Brasil, ocuparon bajo el engaño y la manipulación gracias a la venta fraudulenta de esperanzas a pueblos desorientados y desoídos.
El final feliz de esta lucha no depende solamente del fracaso y la torpeza de un chavismo dividido, mediocre y sin dirección, sino de la responsabilidad de la dirigencia opositora que sin arrogancia y con inteligencia debe escuchar y seguir el mandato del pueblo.
La protesta del 1S y el sentir de los venezolanos no solamente obligan al régimen a deponer la violencia sino a la oposición cuya dirigencia debe ahora más que nunca interpretar el sentir popular y dejar de lado pretensiones personales que puedan dañar la unidad. Debemos entender todos que más que las élites políticas, es la sociedad civil la que dirige este proceso de cambio que terminará con la sustitución de un sistema político fracasado por uno verdaderamente incluyente y responsable que haga de Venezuela lo que siempre quiso esa misma sociedad que no fue oída en su momento.
Robert Carmona-Borjas
@CarmonaBorjas