Ex presidente colombiano Uribe tendría llave para destrabar negociación con las Farc

Ex presidente colombiano Uribe tendría llave para destrabar negociación con las Farc

Senator Alvaro Uribe, Colombia's former president, attends a debate at the congress in Bogota

Siempre fue algo muy personal.

Desde que dejó la presidencia de Colombia hace seis años, Álvaro Uribe ha criticado sin descanso las políticas de su sucesor y ex aliado, quien se convirtió en su enemigo por la intención de acabar un conflicto interno con la guerrilla izquierdista a través de una negociación.





Helen Murphy / Reuters

El senador de línea dura logró el domingo su victoria más importante contra el presidente Juan Manuel Santos, convirtiendo en un duro golpe para el Gobierno lo que parecía ser un triunfo seguro en un plebiscito sobre un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El sorpresivo rechazo de los colombianos al acuerdo de paz sorprendió al mundo. También puso a Uribe de nuevo en el centro del escenario y en primera posición a su movimiento político para las elecciones presidenciales del 2018.

El político derechista de 64 años de edad, cuyo padre fue asesinado por las FARC en un intento de secuestro, gobernó a Colombia durante dos periodos consecutivos entre el 2002 y el 2010, pero un fallo de una corte le impidió buscar un tercer mandato por lo que le entregó la posta a Santos.

Pero también podría respaldar a un candidato que termine como presidente en el 2018, como lo hizo en el 2010 con Santos, quien fue su amigo y ministro de Defensa. Uribe aún no ha dicho quien será su hombre fuerte en la próxima elección presidencial.

El acuerdo de paz, que quedó en el limbo con el plebiscito, preveía que los cerca de 7.000 combatientes de las FARC entregaran sus armas a la ONU para formar de un partido político, mientras que los líderes tendrían una pena privativa de libertad de hasta ocho años y podrían ocupar cargos públicos.

Uribe, quien obtuvo importantes victorias militares contra las FARC como presidente y obligó a los rebeldes a replegarse, dirigió la campaña por el “No” al acuerdo.

El ex mandatario y actual senador comenzó sus críticas desde que las conversaciones de paz empezaron en Cuba en el 2012. Calificó el acuerdo como una vergüenza nacional y lo describió como demasiado indulgente con los líderes rebeldes.

Uribe acusó a Santos de vender a los colombianos con el acuerdo para dar escaños en el Congreso a los jefes de la guerrilla en lugar de celdas en la cárcel, como parte de su esfuerzo para poner fin a un conflicto de 52 años que ha dejado unos 220.000 muertos y millones de desplazados.

El ex presidente movilizó a más de seis millones de colombianos en contra del acuerdo de paz, incluso marchando por las calles de Cartagena mientras personalidades internacionales aplaudían su firma oficial la semana pasada.

Uribe, que se graduó de abogado en la universidad pública y estudió en la Universidad de Oxford, puede ser ahora determinante para decidir si la guerra termina en un acuerdo negociado o continúa en el campo de batalla.

POSICIÓN DURA

Abriendo una oportunidad a las conversaciones, dijo que quiere la paz, pero exigió “corregir” el acuerdo. Es probable que quiera algún tipo de representación en cualquier negociación a futuro y es casi seguro que no aceptará nada menos que la prisión para los líderes rebeldes.

“Colombia dio un mensaje muy fuerte a Santos y a las FARC, las cosas han cambiado, por lo que ahora esto puede ser el comienzo de una muy buena negociación”, dijo a Reuters Francisco Santos, ex vicepresidente de Uribe.

“Conociendo a Uribe, sé que quiere aportar, pero ésto no será una sesión de fotos, será una negociación real”, agregó Santos, primo del presidente y uno de sus opositores.

El partido Centro Democrático de Uribe, cuyo lema es “Mano firme, corazón grande”, dijo que está dispuesto a reunirse con el Gobierno para buscar un camino a seguir.

Santos, de 65 años, no estaba obligado por la ley a someter el acuerdo a un plebiscito, pero se arriesgó y ahora puede necesitar de Uribe para poner de nuevo en marcha al proceso de paz. Había dicho que no tenía un plan B si fracasaba y que se abriría un escenario que significaría la continuidad del conflicto y el regreso de los combatientes rebeldes a la selva.

Sin embargo, después de la derrota dijo que no se rendirá y que seguirá “buscando la paz hasta el último minuto” de su mandato, para lo que intentará tender puentes con la oposición política mientras sus negociadores de paz regresan a La Habana a reunirse con la cúpula de las FARC.

Un colapso de las conversaciones significaría un retorno a la guerra y de los bombardeos, una importante arma de la estrategia contrainsurgente que Estados Unidos respaldó cuando Uribe era presidente.

“El gran ganador fue Uribe y su candidato presidencial se posiciona en primer lugar para la elección 2018”, dijo el senador Antonio Navarro Wolff, ex guerrillero del grupo insurgente M-19, que se desmovilizó en 1990.

Como presidente, la feroz campaña militar de Uribe parecía en ocasiones algo personal para vengar la muerte de su padre y algunos colombianos creen que sólo se conformará si las FARC son derrotadas militarmente.

Las cosas con Santos también se convirtieron en algo personal cuando de sintió “traicionado”. En airados mensajes de Twitter, Uribe acusó a Santos de utilizarlo para ganar la presidencia en el 2010 con la promesa de continuar con las políticas de línea dura, sólo para preparar en secreto las conversaciones de paz con la guerrilla.

Elegido senador en el 2014, el populista y carismático Uribe se ha mantenido en el centro de atención, mientras que la mayoría de los otros ex presidentes guardan silencio alejados de la política y disfrutan de la jubilación.

Tiene un carácter fuerte y explosivo. Como presidente en más de una ocasión reclamó en público a militares por derrotas en el campo de batalla, un estilo que contrasta con la calma y el estilo diplomático de Santos.

Uribe dejó el cargo con altos índices de aprobación, pero su legado fue manchado por acusaciones de corrupción, de violaciones a los derechos humanos por parte de militares y de interceptaciones telefónicas ilegales a políticos de la oposición y periodistas.

Su partido es esencialmente una demostración de liderazgo personal considerado por muchos como caudillismo, pero es casi seguro que tendrá una influencia significativa si su candidato gana las elecciones del 2018.