Siglos y siglos tuvieron que pasar para que la mujer lograra cada vez más respeto e igualdad en la sociedad. Pese que aún hoy, por ejemplo, todavía es poco habitual encontrar mujeres en lo más alto de las pirámides jerárquicas de las empresas, el género ya dejó de ser un obstáculo en muchos otros campos. En esa coyuntura, emerge un debate complejo de años que todavía no se zanjó: la vestimenta, reseña Infobae.
Desde un lado, se levantan voces enérgicas que defienden la libertad de la mujer para utilizar la ropa que desea sin importar la circunstancia, más allá de que el outfit elegido “parezca” inapropiado para la situación. Del otro, una mirada más conservadora, están quienes cuestionan las elecciones atrevidas del sexo femenino por considerarlas indebidas. Como en toda discusión, ambos bandos están convencidos de llevar la razón.
En los últimos años, la puerta del colegio o el jardín de infantes se transformó en un escenario donde se puede percibir todo tipo de madres: desde la que lleva a sus hijos practicamente en pijama hasta que la que se maquilla, se pone un vestido ajustado, gafas negras y sale como si fuera un viernes a la noche. Algunas mujeres invirtieron el tiempo suficiente en la selección de su outfit para, de ese modo, no pasar inadvertidas en la puerta de la escuela. Y así surge el interrogante: ¿Es inadecuado que una madre se vista sexy para ir a buscar a sus hijos a la escuela?
La psicóloga Beatriz Goldberg, autora del libro “Mujeres en cambio”, explicó a Infobae: “A partir de los 40 años, la mujer comienza una segunda adolescencia porque se produce un gran replanteo, comenzando por su relación de pareja, si es que tiene. Por más que priorice al hijo, una vez que se es madre, hay una fuerte necesidad de la mujer por corroborar su belleza en la mirada de los demás”.
El caso más emblemático es el de Victoria Beckham, quien admitió que pasa “años enteros” evaluando qué outfits utilizará para cada circunstancia diaria, inclusive cuando pasa a buscar a sus hijos al colegio: “Pienso en lo que voy a llevar el día siguiente cuando estoy acostada en la cama todas las noches”, confesó. Además, aseguró que sus hijos siempre opinan acerca de su vestimenta: “Los niños me dicen cuándo algo que estoy usando les gusta y cuándo no”.
Sus hijos no solo opinan, sino que a veces también se sienten avergonzados por sus elecciones más osadas: “El otro día pasé a buscar a mi hija de 5 años, Harper, al colegio y me pidió por favor que no usara nunca más ese vestido”, develó. La ex Spice Girl acapara todas las miradas con sus outfits más sensuales -tanto de otras madres como de los padres- y eso genera incomodidad en sus chicos.
“Lo importante es asumir la edad que se tiene”, opinó Goldberg. “Cada persona ofrece un mensaje verbal y otro no verbal y por más que la mujer necesite reforzar su autoestima una vez que es madre, debe adecuarse a la situación y no ridiculizarse a ella misma ni a sus hijos utilizando ropa demasiado atrevida en ciertas circunstancias”.
Por su lado, la psicóloga Jimena Sicutti sentenció a Infobae: “Sinceramente, creo que el debate no tiene demasiado sustento por el hecho de que cada mujer tiene que sentirse libre para vestirse como se le ocurra y en la ocasión que ella tenga ganas. Cada una tendrá sus motivos para llevar la ropa que quiera cuando va al colegio de sus hijos y prejuzgarla sin conocerla, no tiene sentido. Una parte importante de estas libertades femeninas ganadas es que cada una pueda elegir la ropa que quiera para vivir su vida”.
“Además, si uno habla de superficialidad, es un término que existe para padres también. Cuántas veces se han visto en escuelas privadas a hombres ostentando con su 4×4 y, si se indaga un poco en su vida, es posible notar que atraviesa una situación económica muy comprometida. Por más que lo nieguen, para muchos adultos, el escenario de la puerta de un colegio es tierra de competencia”, agregó.
En Florida, EEUU, la escuela Broward County estableció un riguroso código de vestimenta en 2014 tanto para los hijos como para los padres. La intención fue evitar elecciones inapropiadas y dar un buen ejemplo a la comunidad. Ya sea por descuido como pijamas o por la osadía de algunos vestuarios.
“Ser una madre sexy es una herramienta imperfecta para la construcción de la autoestima. Privilegia a las más jóvenes, es caro, es algo que demanda tiempo de dedicación y es un objetivo muy fácil de críticas. Sin embargo, rechazar esa condición tampoco es una opción tan oportuna. Cuando una madre acude al jardín desarreglada, despeinada o con alguna prenda sucia, resulta ser el foco de las críticas más duras”, analizó Elisa Strauss, periodista especializada en temas familiares de la revista digital Slate.
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