Ya en una cama del hospital de Guaiparo, antes de que un paro respiratorio lo dejara inconsciente, Abismael Espinoza, de ocho años, tenía el anhelo de regresar a mecerse en el columpio que está en el frente de su casa, publica Correo del Caroní.
Es aquí, en el terraplén en el que, además, hay un tobogán y unas barras, en donde prefería estar con sus amigos. Hasta hace dos semanas solía hacerlo. Ya no. Murió en la tarde del sábado 24 de septiembre, dos días después del paro respiratorio. Fue otra víctima de la difteria, esa enfermedad que no portaba por Venezuela desde hacía más de dos décadas.
Su mamá y una de sus hermanas ven el parque desde la entrada de la casa, en Valle Verde, un caserío en la vía a El Rosario, San Félix. La calle en la que viven se llama 27 de Febrero, y ahora, además del solazo de estas 3:00 de la tarde, solo se ven ellos y otra vecina con su hija.
A la mamá de Abismael, Gregoria Rodríguez, todos acá la llaman Goya. En un principio, todos recomiendan lo mismo: “no le preguntes nada que no quiere hablar de eso”. Incluso, ella misma erige un muro que, minutos después, cae por el peso de una frase de ella misma: “Así como se murió mi niño, ¿se van a tener que morir otros? ¿Por qué esto no lo sacaron a la luz pública si se murieron dos niños? ¿Por qué no lo dijeron? ¿Por qué tuvieron que esperar que mi hijo se muriera de difteria para que sacaran esto a la luz?”.
Con esto, Goya se refiere a la política gubernamental que ha imperado en torno de la enfermedad: el silencio. La desinformación. Tanto, que la primera vez que escuchó hablar sobre la difteria fue porque mató a su hijo.
Confusiones
El 18 de septiembre dos organizaciones médicas, la Red Defendamos la Epidemiología y la Sociedad Venezolana de Salud Pública, emitieron un comunicado conjunto que tenía como sustento principal una denuncia: tres niños habían muerto con síntomas sospechosos de difteria en el estado Bolívar.
Los tres casos eran provenientes del municipio Sifontes, al sur de Bolívar. En ese momento, Abismael aún no estaba hospitalizado pero comenzaba a sentirse mal. Los síntomas que tenía eran los de un resfriado acompañado por una persistente amigdalitis.
“Él empezó con fiebre y dolor de garganta el jueves (15 de septiembre). Yo pensaba que era una gripecita y luego le dio el dolor en la garganta. El lunes (19) tenía el dolorcito y me dijo que no podía comer. Como uno está acostumbrado a que la amigdalitis es así, le di amoxicilina, pero no le hizo nada”.
El martes 20 supo que ninguno de sus diagnósticos eran ciertos: en la garganta de Abismael había algo blanquecino, algo como un pegoste de leche en polvo pegado en el paladar blando y en la pared de la faringe. Por eso actuó, y el miércoles a las 6:00 de la mañana, Goya y Abismael salieron de la casa con rumbo al pediátrico del Hospital Dr. Raúl Leoni. Doce horas después, lo hospitalizaron.
“Una doctora fue sincera y me dijo: lo que tiene tu niño es grave y se han muerto otros dos por eso y tenemos una en terapia intensiva. Y también me dijo ese nombre: difteria”, recuerda. Cayó en cuenta de que el asunto era más grave que lo se suponía porque al niño le tomaron decenas de fotos. Al día siguiente del ingreso, sufrió el paro y, dos después, murió. Ese sábado, 24 de septiembre.
“A él le fueron a meter oxígeno y de la desesperación no pudo más. Antes de morirse, me preguntó: Mami, ¿eso mata?Yo sabía que era grave y que se habían muerto dos niños. Por otra parte yo digo: ¿Tuvieron que esperar que mi hijo se muriera para sacar eso a la luz? Porque si había dos niños muertos y dos en terapia, ¿por qué no lo sacaron a la luz, a la radio, por qué no lo dijeron?”, increpa.
Un grupo de médicos del Pediátrico Menca de Leoni recibió hace dos semanas una visita de representantes del Ministerio del Poder Popular para la Salud. En ella hubo una orden: estaba prohibido hablar de difteria, a pesar de que en Sifontes (el municipio en el que apareció nuevamente a partir, según creen, de un caso importado de Brasil) ya había doce muertos por la enfermedad.
Ese número de fallecimientos los llevó a denunciar lo que estaba ocurriendo. En todos esos casos. Uno de ellos fue el de la niña Daryervis Yanetxis Brazón Bastardo, de seis años.
En el patio de su casa, y con sus otros tres hijos, sostiene el certificado de defunción. Allí, en el documento, resaltan como causas de muerte: shock séptico, insuficiencia respiratoria, neumonía bilateral. Y, finalmente, disteria larínjea (sic).
“Ella decía que el dolor era para tragar. Yo la llevé a unos cubanos y al CDI de Bella Vista y en los dos me dijeron que eso era viral. Como estaba vomitando, me mandaron a darle una pastilla”, cuenta.
La niña no dejaba que le vieran la garganta. Supieron que había algo que no estaba bien porque le dieron de tomar un guarapo que escupió: lo que echó tenía un olor fétido.
“La llevamos al módulo de Vista al Sol. Me dijeron que estaba bastante malita y la refirieron a Guaiparo. Allí le vieron las cositas blancas y el doctor me dijo inmediatamente que era difteria. Sí me habló claro y había pocas posibilidades de que se salvara”. La madre de Daryervis pensó lo mismo que la madre de Abismael: que todo era un resfriado y una amigdalitis.
A medida que avanzaban los días, se percataba de que Daryervis no viviría. Los médicos lo recalcaban y su madre no hacía más que llorar. Daryervis la veía y le decía: “yo no me voy a morir, porque Diosito es grande y Diosito me va a ayudar”. Por eso, la convicción religiosa de Alexandra no la deja caer en cuenta de que sí murió en la medianoche del 28 de septiembre.
“Yo nunca había escuchado hablar sobre la difteria”, insiste Alexandra. Es que los mismos médicos de Guaiparo que ahora hablan no habían escuchado casi al respecto: ¿cómo iban a escuchar, si la enfermedad estaba erradicada de Bolívar desde hacía 24 años? Pero resucitó.
Hoy, a diferencia de Daryervis, de Abismael o de un personaje al que las consignas partidistas insisten en decir que vive, la difteria sí está de vuelta. Al menos, 20 niños han muerto en Bolívar este año por la enfermedad. Mientras la muerte los calla, el Gobierno quiere callar lo que ocurre. No pudo. La difteria, además de mortal, ha resultado ser muy escandalosa.
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