“No hay camino para la paz, la paz es el camino”
Mahatma Gandhi
Juan Manuel Santos, Presidente Colombiano, ha sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Inesperadamente, sobre todo pasados cinco días desde que los colombianos decidieron rechazar a través del plebiscito del domingo pasado los acuerdos entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), todo lo cual parecía razón suficiente para que la candidatura de Santos al mismo, quedara relegada al olvido.
Sin embargo, se le otorga en una atmosfera plena de justificaciones, “pese al voto en el referéndum”, destacan del mandatario la “fortaleza” necesaria para afrontar la “tarea” del proceso de paz abierto con la insurgencia más antigua de América Latina, tras más de 50 años de conflicto, considerado el más largo del continente americano, que ha causado la muerte de 220.000 personas, el desplazamiento de más de 6.000.000 de personas y la desaparición de otras 45.000.
Todo este esfuerzo comienza entre febrero y agosto de 2012, cuando se llevaron a cabo las negociaciones para establecer una Mesa de Conversaciones de cara a los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La mesa quedó constituida, en Cuba, convirtiéndose este en el país garante del proceso junto con Noruega, Chile y Venezuela que actúan como países facilitadores. Se instala el 19 de Noviembre de 2012, conformada por los siguientes puntos: 1) Política de desarrollo agrario integral; 2) Participación política; 3) Fin del conflicto; 4) Solución al problema de las drogas ilícitas; 5) Víctimas; 6) Implementación, verificación y refrendación.
Luego de tres años y medio de negociaciones, las partes logran consensos parciales, pero hay ejes aún en discusión en torno a los cuales no se logra un acuerdo que lleve a la firma formal como símbolo y compromiso del cese definitivo del conflicto. No sólo existen opiniones encontradas alrededor de las formas en que las FARC renuncian a la vida armada, sino que además existen discrepancias de cómo se debe implementar la ansiada la paz en el país.
El máximo jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño Echeverry, alias Timochenko, no habla en términos de “desmovilización” sino de “movilización política”, y que el Estado colombiano también debería entonces comprometerse a no asesinar a los ciudadanos por causas políticas o sociales. El líder de las FARC aseguró que la firma del tratado de paz les permitirá adentrarse en una nueva forma de hacer política. Se trata de un desafío para la guerrilla que deberá atravesar un nuevo camino en la construcción de legitimidad y del poder popular. En criollo, se plantea que las FARC dejen de existir y opten por la civilidad y la política en términos de abandonar los tiempos de guerra, de dolor y de sacrificios inútiles.
Las negociaciones culminan el 24 de agosto en un acuerdo de paz. Las partes acordaron que el 23 de marzo de 2016, se firmaría el acuerdo final, como parte fundamental del mismo está el desarme de las FARC para los 60 días posteriores a la firma. Este acuerdo finalmente fue solemnemente firmado en Cartagena de Indias el 26 de septiembre entre Santos y el jefe de la guerrilla. Lo firmado, consta de 297 folios.
Así las cosas, se solicita la consulta popular y en fecha 18 de julio de 2016, la Corte Constitucional aprobó el plebiscito para que los colombianos validasen el acuerdo de paz.
El Proyecto de Ley duramente criticado, fue sometido a referéndum el domingo 2 de octubre de 2016, y finalmente, tras una gran incertidumbre frente al resultado final, pese al más de 60% de abstención, ganó el No como respuesta al apoyo del acuerdo definido y publicado.
La guerrilla de las FARC desestimó los resultados de la consulta, ya que a decir de ellos la misma no afecta en nada la aplicación de lo acordado y que lo firmado por el Presidente, se encuentra vigente al ser suscrito con anterioridad al plebiscito y depositado como un acuerdo especial en el marco de los Convenios de Ginebra. El Gobierno consideró que independientemente de lo decidido por el pueblo, iba a continuar con el proceso y pidió un pacto nacional a las fuerzas políticas a favor del acuerdo.
A decir verdad, este proceso de paz no genera confianza en la población y tiene muchas debilidades, y es lógico porque es que junto al Gobierno, están sentadas personas que han cometido delitos de lesa humanidad: secuestro, extorsión, reclutamiento de menores, entre otros, por lo que a todas luces resulta delincuencial y cómplice perdonarles, la realidad y la lógica apuntan a que deben pagar por sus delitos para posteriormente reintegrarse a la sociedad civil de manera progresiva.
Este proceso de paz es complejo, muchos lo ven como un chantaje, “no mato ni extorsiono, ni secuestro” a cambio del poder político, sin embargo como toda negociación de carácter político, esta lleva implícita una lucha por el poder, el reconocimiento del adversario, algún grado de impunidad y la posibilidad de ganar en algunos aspectos, y ceder en otros ámbitos de la negociación, esa es la verdad. Estamos frente a un proceso que le otorga a las FARC un estatus político todo lo cual le permite acceder beneficios políticos, jurídicos y sociales que van más allá de una simple desmovilización y reincorporación a la vida civil de sus combatientes.
Desde mi punto de vista, el Estado como garante de la paz constitucional debe ir de la mano de la sociedad civil en la búsqueda de una solución concertada al conflicto y la generación de esa confianza a través de la participación en la modificación de los términos de los acuerdos, sin caer en manipulaciones, ni chantajes, ya que esta es la única vía posible en aras de garantizar la paz social y a su vez el éxito de la negociación y la feliz aplicación de los acuerdos. Desmeritar la consulta popular es peligroso y contrariamente puede producir más violencia y descontento.
Es fundamental asumir con decisión la tarea, sortear con firmeza los obstáculos que devienen de este tipo de procesos, para obtener finalmente el fortalecimiento de las instituciones y la desarticulación de las FARC, pero más allá de eso, es importante vencer la impunidad y lograr la reparación material, moral y simbólica de las víctimas, que se sienta que se ha hecho justicia, el triunfo de la verdad y la equidad, porque no hay paz sino hay justicia.
El mensaje a Santos es claro, la democracia debe imponerse, el Nobel debe constituirse en un elemento y un estimulo, reitero, destinado a corregir los acuerdos firmados, a la luz de la voluntad del pueblo expresada en el plebiscito, todo lo cual debe llamar a la reflexión porque el mismo constituyó sin duda un mensaje de alerta al Gobierno. Insistir en continuar con la implantación de estos acuerdos como están, no logra otra cosa sino poner en peligro la estabilidad de la sociedad Colombiana, que no se doblega, que ama la paz, que rechaza el conflicto y no quiere enfrentamientos pero no está dispuesta a arrodillarse frente al chantaje ni va a sacrificar sus principios en este proceso. Y así se pronuncio: Paz SI pero NO Así.