Finalmente se han impuesto en las cúpulas del gobierno y del PSUV unas decisiones que convencionalmente se le atribuyen a la derecha: defensa conservadora de los privilegios del poder; indiferencia frente a las calamidades sociales de la mayoría; negación de los derechos humanos y democráticos; predominio de una óptica militar en el manejo de los conflictos y uso de la represión contra las fuerzas de cambio que ahora pueden levantar en exclusividad, las banderas del rescate de la democracia y la Constitución.
Sin embargo no hay que pasar por alto que en tales orientaciones coinciden grupos del PSUV que, por estar compitiendo por la sucesión, apoyan a Maduro en el objetivo de diferir el referendo revocatorio para el 2017 y abrir la posibilidad que sea uno de esos competidores quien culmine el periodo presidencial. Las coincidencias no implican que no existan entre ellos diferencias respecto a qué hacer con Maduro y cómo proceder después que obtengan para el partido esa hipotética sobrevida en Miraflores.
Maduro y los sectores más proclives al autoritarismo, decidieron gobernar fuera de la Constitución, aún a costa de patear el librito azul y llevarse por delante las formalidades democráticas que antes habían tomado en cuenta.
Pero cuando Maduro serrucha la rama legislativa, está también cortando el tronco que lo sostiene a él mismo. Al prescindir de la Asamblea Nacional deja de contar con un espacio de debate plural, de traducción institucional de la resistencia social a sus desatrosas políticas económicas y de un control que limita parcialmente vicios terminales que, como la corrupción más desaforada del planeta, a quien están disolviendo de hecho es a su gobierno. Su disparo contra los 112 diputados, expresion de la mayoritaria voluntad del país, va a salirle también por la culata.
Maduro puso fin a una situación híbrida y de ambivalencia: tener una trayectoria en zig zag entre momentos formales de democracia y momentos coactivos y represivos de autoritarismo. El gobierno se queda con puro colesterol malo al abandoner el campo democratico por un ejercicio más abiertamente dictatorial del poder. La gran interrogante es si continuará involucionando, con grave e insoportables daños a todo el país, hacia formas más parecidas al totalitarismo, tipo Cuba.
La MUD tiene ahora un gran desafío para orientar y articular al 70% de una sociedad que quiere un cambio de gobierno y que no se va a quedar tranquila. Respecto al PSUV, está claro aquí y ante el mundo, que su cúpula dejó el camino hacia la democracia y entró en desacato a la Constitución; pero su dirigencia intermedia y sus militantes, creyentes en el proyecto original, ¿avalarán una dictadura?
@garciasim