“Los cambios no necesitan siglos. No tienen que pasar generaciones para revertir realidades violentas o paupérrimas…”
Los cambios no necesitan siglos. No tienen que pasar generaciones para revertir realidades violentas o paupérrimas. Asia-desde Japón a China o de Australia a Singapur-ha experimentado un desarrollo profundo y rápido, validado en un par de virtudes: capacitación y libre mercado. Nada complejo, nada nuevo bajo el sol. Corea del Sur registra un 90% de población universitaria. Singapur igual. Malasia 80%. Indonesia 70% y en ascenso. Yakarta-desde donde escribo estas líneas camino a Singapur-era una capital oscura, peligrosa, cercada por terrorismo, golpes de estado y amenazas del Partido Comunista. Hoy es una ciudad invadida de rascacielos, autopistas, centros financieros y comerciales; hoteles 5 estrellas, museos, parques y templos, bien ataviados de mármol, bronce y pulcritud. Al ver el progreso indonesio, repienso a Venezuela. Indonesia con 300 millones de habitantes tiene una criminalidad baja. Robar puede significar la muerte del ladrón por lapidación. Pienso en estos años de demagogia, impunidad, autoritarismo y despilfarro, también vividos en el gobierno del presidente Sukarno (1965), y aliviado con “el nuevo orden” de Suharto (1968) su sucesor. La integración Asiática de los 80′ disparó la economía haciéndola competitiva…En los 90 se contrajo. Pero de inmediato resurgió en los últimos tres lustros a punta de innovación, turismo y apertura.
Indonesia es un país insular ubicado entre el Sudeste Asiático y Oceanía. Comprende cerca de 17.508 islas y es el cuarto país más poblado del mundo, con más musulmanes del planeta (90%). Es la economía más grande del sudeste asiático y también miembro del G-20. El PIB se estima en 600 mil millones de dólares. A partir de estos avances, un buen amigo me pregunta: “Orlando, aprovechando que estás por esos lares: 1. ¿Hasta dónde es cierto eso que ‘la cultura’ de los países del sudeste asiático, ha sido el factor determinante del desarrollo que hoy exhiben? 2. ¿Hasta dónde es posible que Venezuela logre algo similar, habida cuenta que la ‘cultura del venezolano’ es esa que aplaude y es cómplice del cuánto hay pa’ eso, a mí que no-me den, a mí que me pongan donde haiga (sic) o si te bajas de la mula, te lo consigo?” (…) Definitivamente lo cultural influye. La espiritualidad, las tradiciones, el sentido ético y multicultural de Indonesia, que ha sido colonia hindú, Portuguesa, Japonesa, China y Holandesa. Una composición social compleja y disímil, obligada a convivir con múltiples religiones (budista, musulmana, cristiana), creando un melting pot de diversidad, pluralidad y contención positiva. Pero el empuje ha venido del conocimiento y el urbanismo, no de la tradición. La tecnología hoy moldea la cultura. No lo contrario. Iglesias y monasterios convertidos en centros gourmet. Se impone la cultura de la comunicación, la restauración y la libre circulación de servicios y mercaderías. Tampoco se percibe un divisional entre un mundo material vs. el ideológico. Eso periódico de ayer.
En Venezuela somos hijos de la hispanidad proscrita y violenta, que nos colocó el “gen” de negación a nuestra historia y a nosotros mismos. Tenemos graves problemas de identidad, tolerancia y humildad. Deficiencias que las sanea la educación y la ley. Es el caso Singapur, Malasia, Tailandia, China o Indonesia. La “democracia” no es un issue. Lo esencial es la calidad de vida, quedando el Estado como facilitador de libros, escuelas, medicinas y seguridad. En Yakarta 32 Millones de habitantes conviven con 10 MM de motocicletas, que la policía controla sesudamente. Aunque el trafico es anárquico, fluye, como fluyen los derechos y la ciudadanía. Igual manejan !como enemigos!, pero una buena señalización urbana contiene el caos.
He estudiado el fenómeno asiatico por lustros y podemos concluir que la tesis “de las desviaciones atávicas del plasma originario (Dixit Lombroso, Herrera Luque) o las taras sociales, son teorias legendarias o a lo menos, fabuladas de cara a la globalización. Basta un app, un chip, un click, para hacer un trade, dar con una dirección u obtener una llamada del otro lado del mundo. Un modelo político que garantice la ciencia (no la doctrina), el mercado y la tecnología, con justicia y autoridad, convertiría a Venezuela en un tigre asiático en meses. La eficiencia grupal depende de la información no del credo dogmático. La información-decíamos-hoy se impone a lo cultural, la lustra y la encamina. No al revés.
Cuando cambie el chip clientelar, Venezuela será otra. El dinero ni la gente regresan por decreto, sino por confianza. Los recursos están. Las reservas abundan y la gente va ansiosa de trabajar, volver y producir en paz. Venezuela resurgirá. ¡No es difícil! Complicado es no creerlo…Falta poco.
@ovierablanco