Después de la tormenta del motín, vino la calma de la reconstrucción. El Cuartel de Prisiones de la Policía del Táchira es, desde hace 15 días, un área despejada de reclusos y sometida a remodelaciones en sus cinco alas, tres pisos y 22 celdas. La nueva disposición física de algunas paredes, muros y separaciones tiene un motivo: que no se repita la historia reciente, publicó La Nación Web.
Ahora un montón de arena llena el vacío del calabozo B-1, epicentro de la insurrección que comenzó el 8 de septiembre y se prolongó hasta el 7 de octubre. Ahora está libre el ventilado pasillo azul de la segunda planta, por donde los subversivos caminaron en dirección al locutorio y, en horario de visita, tomaron como rehenes a dos policías y 10 mujeres (una embarazada, liberada después).
Una veintena de hombres pertenecientes al servicio de mantenimiento del cuerpo policial trabajan en varios frentes. Unos suben arena desde la planta baja. Otros, en ese segundo piso que fue tan rebelde, rebajan la altura de paredes internas de las celdas que antes rozaban el techo, de forma que los custodios puedan tener más visibilidad de los detenidos. Y otros más, en el tercer piso, cortan metales con pulidoras y sueldan rejas entre dibujos de mujeres, motorizados y Jesucristos pintados en las paredes y algún cuadro de José Gregorio Hernández aún dispuesto en un pasillo.
Los líderes del motín, esos que terminaron reubicados en Tocuyito, estado Carabobo, llegaron a tener el control absoluto de las tres plantas del retén, incluido el cuarto pequeño, una antigua cantina, donde habita Dorancel Vargas. Esta remodelación pasa por levantar nuevas paredes previendo que, ante una reyerta, los privados de libertad no tengan cómo pasarse de una a otra área del recinto. “Aquí ahora no va a haber comunicación entre las alas”, confirma Amador Torres, el ratificado director general de Politáchira.
En una zona central del edificio han encerrado un área con escaleras para uso policial, de modo que sirva de protección a los policías, les permita ingresar desde abajo ante cualquier situación irregular y observar el conjunto de las celdas. Igualmente, habilitan otra entrada de seguridad para los uniformados y, prevén las autoridades, será un escuadrón especial de la Brigada de Orden Público el que siga haciendo los traslados ordinarios a tribunales.
A los presos, les reforzarán las rejas. “La idea es que quien baje de la tercera a la primera planta, pase por unas seis celdas de seguridad”, explica Torres. Minimizar el contacto directo entre el policía y el recluso también redundará en menos posibilidad de complicidades internas, considera el director.
En un par de semanas esperan tener listo el último piso. Aunque no hay una fecha exacta de repoblamiento de todo el retén, las autoridades anuncian que funcionará un bloqueador de llamadas telefónicas, un sistema de cámaras y celdas sin electricidad. “Estas remodelaciones de hecho se iban a hacer, esto estaba planificado desde antes de que ocurriera esa situación”, aclara Torres. El legislativo regional incluso aprobó recursos.
Las preguntas sin respuesta
Politáchira tiene registro de 246 detenidos en sus diferentes centros de coordinación municipales del estado, además de 117 privados de libertad en San Cristóbal, los mismos que han sido temporalmente reubicados; unos, en módulos habilitados dentro de la misma institución, y la mayoría, en un antiguo preescolar adyacente. Dorancel Vargas estaría en un cuarto aparte.
El secretario de Seguridad Ciudadana del Táchira, Ramón Cabeza, pone el acento en el total de 363 presos. “Anteriormente este número superaba hasta los 900 privados. Una de las consecuencias positivas de esto es que se hicieron muchos traslados, y todavía faltan más”, analiza.
El hacinamiento, como factor que predispone un motín, fue señalado entre las posibles causas del caso Politáchira por Humberto Prado, director del Observatorio Venezolano de Prisiones, en un artículo sobre el tema fechado el 11 de octubre. Pero, ¿qué detonó realmente este episodio? La versión oficial indica que los presos tenían peticiones (como visitas conyugales y de niños) que son beneficios propios de centros penitenciarios, pero no autorizados para un centro transitorio de reclusión como el Cuartel de Prisiones (porque en teoría nadie debería permanecer más de 72 horas allí, según la ley). Otras versiones apuntan a supuestas extorsiones.
La reciente detención de seis policías puede interpretarse como evidencia de que algunos procedimientos no fueron aplicados debidamente. Pero esta duda, la de la chispa que encendió casi 700 horas de motín, puede ser, quizá, la menos incómoda entre las otras muchas interrogantes que mantiene la gente en la calle. ¿Cómo y por qué habrían fallecido los internos Anthony Kelvis Correa Sepúlveda, alias “El Picho”, y Juan Carlos Herrera Aragoza, alias “El Coco”? ¿Hubo, acaso, más muertos? ¿Los otros internos, realmente, comieron de su carne como demostraría un video que circula entre servicios de mensajería?, ¿qué tanto de mito y de realidad tiene la participación de Dorancel Vargas en este contexto?
Sobre las preguntas sin respuesta derivadas del motín de Politáchira, el secretario Cabeza es enfático: advierte que hay una línea de tiempo de la investigación que no se puede romper, ni contaminar con especulaciones. Adelanta que, en su momento, las autoridades comunicarán a la opinión pública la reconstrucción oficial de los hechos. Pero, desde ya, advierte que lo ocurrido no se corresponde con los términos de antropofagia ni de canibalismo.
La antropofagia se refiere a la persona que consume carne humana por condiciones psiquiátricas o por extrema necesidad. Y el canibalismo es la práctica de comer carne de la misma especie, teoriza el funcionario. “Aunque aún estamos a la espera de los resultados finales de la investigación, ya se puede decir que no estamos en presencia de ninguno de estos dos conceptos científicos. Estamos ante un episodio inédito en la historia”.
Sobre los dos oficiales que estuvieron secuestrados, trascendió que se encuentran “de vacaciones” tras recibir un chequeo médico. Practicadas las primeras seis detenciones de policías, los pesquisas siguen estudiando a otros. La investigación del motín de Politáchira está en curso, todavía sin punto final. “Aquí no se está ocultando nada, caiga quien caiga”, sentencia Torres, quien no descarta que de esta experiencia de 29 días surja la redacción de un manual de procedimientos ante este tipo de situaciones.
Briceño León: El tenor de las atrocidades es cada vez mayor
El sociólogo Roberto Briceño León, presidente de la ONG Observatorio Venezolano de Violencia, habló con Diario La Nación sobre cómo se pueden interpretar las afirmaciones del padre de uno de los dos presos presuntamente asesinados, quien en rueda de prensa aseguró que los habían descuartizado y comido; una versión que las autoridades aún no confirman. El ocio, el hacinamiento y la escalada de las manifestaciones violentas son razones de este tipo de expresión, observa el especialista en este diálogo con el redactor Manuel Roa.
-¿Cómo digerir esta realidad?
-Uno solo entiende esto en unos contextos generales de violencia. En este caso, no pareciera que hubiese habido un propósito comunicacional externo, a lo mejor interno, pero no externo a la prisión, como lo puede haber en algunos otros casos como los muertos de las guerrillas o las bandas de narcotraficantes.
-Pero, ¿cómo se pueden explicar ese tipo de comportamientos?
-La violencia es interacción y, si tú vives en un contexto de violencia, esas cosas se vuelven normales. El infierno que son las cárceles hace que ese tipo de cosas empiecen a convertirse en normales porque las padecen, las sufren, las ven. Entonces, en ese contexto, las mayores atrocidades se pueden cometer porque son una continuidad de atrocidades. Cada vez el tenor tiene que ser mayor.
-¿Obligando a unos a comerse a otros?
-Son formas de resolver conflictos internos, pero también humillando y haciendo partícipes a todos los demás. Uribana tenía el circo, se ponían a pelear. En otros había un jefe de uno de los grupos internos que degüella a otro y juegan fútbol. Es toda una simbología porque, al final, todo eso es comunicación. El proceso de violencia es un proceso de comunicación entre los grupos, entre las bandas, son formas de ejercicio del poder. Y esas formas implican la intimidación del otro, la sanción, el escarmiento. Es el círculo de la violencia.