El expresidente colombiano Álvaro Uribe, triunfador del plebiscito en que se rechazó un pacto de paz con las FARC, pidió este miércoles a la Conferencia Episcopal que medie entre el gobierno y la guerrilla para reformar el acuerdo para terminar un conflicto de medio siglo.
AFP
“Le hemos pedido a monseñor Luis Augusto Castro y a la Conferencia Episcopal que ayuden para que se dé un pacto nacional de reforma de los acuerdos de La Habana”, dijo el actual senador y líder del derechista Centro Democrático a periodistas, luego de reunirse con representantes de la Iglesia en Bogotá.
Uribe es el principal opositor al gobierno de su sucesor Juan Manuel Santos y a lo acordado tras casi cuatro años de negociaciones en Cuba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas), principal y más antigua guerrilla del país, rechazado sorpresivamente el 2 de octubre.
Las delegaciones del gobierno y la insurgencia empezaron a debatir el fin de semana en la capital cubana ajustes y cambios al acuerdo, luego de que lo sellado el 26 de septiembre en Cartagena fuera descartado por los ciudadanos en las urnas.
“Le hemos pedido que le trasmita al gobierno y a las FARC que nosotros también queremos la paz, pero que nos ayuden a reformar esos acuerdos en temas de fondo”, afirmó el exmandatario, quien se opone a lo acordado con los rebeldes porque considera que les garantiza “impunidad total” y elegibilidad política a los responsables de delitos atroces.
A la reunión también acudieron otros opositores, como el expresidente Andrés Pastrana, el exvicepresidente Francisco Santos y los excandidatos presidenciales Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga.
El papa Francisco se ha pronunciado varias veces a favor de las conversaciones de paz en Colombia, país que está previsto visite a principios de 2017. Incluso, prometió que viajará a esta nación cuando el proceso “esté blindado, seguro”.
Colombia vive un conflicto armado que ha enfrentado durante más de 50 años a guerrillas, paramilitares y agentes de la fuerza pública, dejando unos 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados.