El entorno 2.0 escapa a todo tipo de censura y representa la mayor válvula de escape de los ciudadanos en materia de libertad de expresión
Más allá del alcance de los medios de comunicación tradicionales o de las conversaciones entre gobierno y oposición, el verdadero diálogo, la verdadera expresión sin tapujos de cualquier tipo de ideas se está dando en las redes sociales donde cualquier persona se atreve a publicar contenidos que en otra plataforma, sobre todo impresa, podrían considerarse subversivos y/o difamatorios.
Los políticos del mundo deben estoicamente soportar, llámense Obama, Clinton, Trump, los Castro o Maduro, las críticas más mordaces jamás imaginadas, sin que la CIA, el G2 o el SEBIN puedan intervenir demasiado, testigos de los chismes y ridiculizaciones a los que son sometidos sus jefazos con sólo un límite, la frontera de los “contenidos que incitan o promueven la violencia y el terrorismo”, materia que les deja abierta una rendija a los regímenes autoritarios para apretar con censura y limitar la libertad de expresión.
La web es una jungla extensa plagada de animales diversos donde pueden encontrarse desde los análisis más sesudos sobre cualquier problemática hasta esos chistes que pronto se hacen “virales” y nos llegan igual por Twitter, WhatsApp, correo electrónico, Facebook, etc.
Cualquier mente creativa que tuerza, por ejemplo, el significado de la palabra “malparido” y se invente que eso es una “persona que nace en varias parroquias simultáneamente y cuyo nacimiento no queda asentado en ningún registro” resulta genial, ya que se burla de un tema candente de la política venezolana, cuyos legajos de justificaciones pseudojurídicas no convencen a nadie y ocupan unos 140 caracteres elevados a una potencia estratosférica de gamelote impreso, “mentiras verdaderas” con el sello del TSJ que le justifica las trastadas a todo lo rojo rojito.
A estas alturas pensé que hoy estaría comentando “La Toma de Miraflores”. El enviado del papa Francisco se instaló en Caracas y obligó al cambio de pauta. Más paja. Ese diálogo es pura paja. Sólo representa más tiempo para el oficialismo. La MUD “arrugó”. La gente está resteada y la dirigencia opositora recula, detiene el juicio político a Maduro y se repliega en las calles “de manera oficial” aunque no de manera indefinida. (Se sabe que hay sectores de la Unidad que “no se la calan más” y de igual forma protestan: hacen vigilias en Ramo Verde para acompañar a Leopoldo López, marchan los estudiantes, etc.)
El gobierno mantiene sus peones en pie, esos sí obedientes a la línea del PSUV, con sus hordas acampando en Miraflores por si acaso, sosteniendo barricadas en los accesos a lo que llaman “territorio liberado” en el centro de Caracas y ni hablar de los cuerpos de seguridad “del estado”, unos gendarmes al servicio del oficialismo que hace rato están al margen de la constitución y las leyes con toda clase de atropellos y violaciones a los derechos humanos.
Uno lo escribe y quizás parece exagerado: la Guardia Nacional y la PNB levantan alcabalas arbitrariamente en cualquier punto del territorio nacional que se les antoje. Si al milico no le da la gana, usted no pasa. Ayer se volvió a ver subiendo de Guatire a Caracas donde aplicaron “Operación Morrocoy” con quién sabe qué excusa hasta fastidiar el tráfico de tal manera con los puntos de control que mucha gente prefirió dar media vuelta y sacrificar la subida a la capital.
El miércoles conocimos las denuncias del diputado Cipriano Heredia contabilizando 10 alcabalas entre Guanare y Caracas donde requisaban indiscriminadamente a cualquier vehículo, unos obstáculos que –sumados a las largas colas en las estaciones de servicio para reabastecer combustible- triplicaban o cuadruplicaban los tiempos en carretera en el mencionado recorrido.
El pueblo está harto. Tomar Miraflores con marchas opositoras o llegar a ese lugar luego de patearle el culo a su inquilino por la vía electoral es sólo cuestión de tiempo. La gente en la calle manifiesta su malestar a viva voz y luego recrea su rabia, teléfono en mano o tecleando computadoras, sintetizándola en pocos caracteres, en serio o a manera de chiste. Detrás de todo malparido siempre encontraremos una “M”, “M” también de Madu, perdón de Miraflores, “m” también de m… (gobierno de m… que tenemos.)