Editorial El Nacional: ¡Qué falta de seriedad!

Editorial El Nacional: ¡Qué falta de seriedad!

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A pesar de los buenos deseos –wishful thinking–de personas bien intencionadas a las que el nicochavismo toma por tontos o  por “pendejos”, para usar un vocablo que, en otro contexto, pero con idéntica intención,  hizo a Arturo Úslar Pietri más terrestre, más humano; a pesar de ese ilusorio pensar, el diálogo pastoreado por un enviado de Francisco I y aupado principalmente por sus mayores beneficiaros –Maduro y la pandilla roja– y socios con quién sabe cuáles y cuántas deudas pendientes –con Zapatero la cabeza– concluirá, quizás, sin anuncios auspiciosos o sustantivos

Si ello ocurre así, pues, habrá ganado el gobierno la primera etapa de su carrera contra reloj y la oposición perdido tiempo y fuelle por confundir los aullidos de las sirenas con candorosos cantos angelicales.





Es impensable que la oposición hiciese caso omiso al Vaticano, cuya intermediación calculó sin reparar en los márgenes de error propios del cómputo de buena fe. Pero, cuando aún no habían terminado de sentarse a hablar y Nicolás el monologante dejó claro que su intercambio de puntos de vista tenía como premisa que sus rivales se olvidaran de la alternancia presidencial, porque a Miraflores no entrarían ni por las buenas ni por las malas –ni con votos ni con balas–, debía bajarse de esa nube conciliatoria, ya que, a nuestro entender, se negó de plano la utilidad del careo.

Claro, se opinará, en política no siempre lo que se dice es necesariamente lo que se hace, pero tales ambivalencias, tropicales y tercermundistas, nos condujeron al llegadero donde estamos. Tomar en serio lo que declaran  Maduro y Padrino, por ejemplo, es dejarse vacilar por una pareja de jugadores de dominó (juego inventado por un mudo), cuyo único esfuerzo está dirigido a aparentar seriedad, cuando lo que subyace en sus palabras no es más que manifestación extrema de frivolidad.

Que Padrino considere “estadista” a Maduro es un simple, puro y duro chiste.  Más sutil, eso sí, que la ordinariez del jefecillo civil. Aduce Nicolás que la Clinton perdió porque la derecha venezolana la empavó, cuando todo el mundo sabe que aquí el pavosímetro lo colmaron el chavismo y el madurismo.

Nada más mabitoso que las cachuchas rojas o los retratos con orla tricolor de un arcangélico Chávez flotando en el éter revolucionario al lado de un sanguinario aventurero argentino y una apócrifa imagen de Bolívar zambo y  casi que con verruga.

No es, por supuesto, cuestión de discutir maleficios o supersticiones, aunque en el firmamento electoral revoloteen las brujas a horcajadas de sus escobas; el asunto es que si una de la partes no es seria, nada constructivo puede esperarse de una plática a medias.

Y aunque la gente de la MUD, que departe con sus  (im)pares oficiales con la venia y bendición de Roma, salga dando saltos en una sola pata y cantando villancicos de  contento, podemos porfiar que volvemos, como en una película rebobinada, a los puntos suspensivos que frenaron la marcha a Miraflores y el juicio a Nicolás en la Asamblea Nacional… ¡y  Maduro bailando salsa! ¡Qué falta de seriedad!