A continuación la entrevista al padre Luis Ugalde, realizada por el periodista Hugo Prieto para el portal prodavinci.com.
Mientras Luis Ugalde revisa junto a su secretaria un punto de su agenda, le echo un vistazo a uno de los tramos de su biblioteca. Hay libros en castellano y en inglés, de temas tan variados como fichas de un rompecabezas. Economía, asuntos sociales, filosofía y al menos dos de ellos dedicados al pensamiento de Marx. Ugalde, sacerdote jesuita y rector durante casi 20 años de la UCAB, tiene una visión realista, a ratos cruda, de la realidad política venezolana. “El error no estuvo en aplazar, el error estuvo en convocar”, dice sobre la ilusión de creer que con un paseo a Miraflores, Nicolás Maduro va a entregar el gobierno, con la maleta hecha.
El asunto no es sentarse en la mesa de negociación, sino defender claramente los puntos que se lleven allí. Sin ambigüedades, sin disonancias. Y hacerles entender, mediante todas las vías de comunicación posible, a 20 millones de venezolanos. Poner en evidencia al gobierno y si se quiere levantar de la mesa, que lo haga. La presión en la calle, en la mesa, en el foro internacional es lo que va a dar el resultado. Si eso no viene, “seguimos en una dictadura”.
En Venezuela, en 1998, la gente votó por Chávez; en Colombia, en 2016, votaron por el NO; en Estados Unidos eligieron a Trump. ¿Cómo es eso de que <la voz del pueblo es la voz de Dios>? Porque el pueblo habló. Y lo hizo a favor del populismo, en contra de la paz y a favor de la supremacía blanca y la exclusión.
Es una ingenuidad decir que el pueblo no se equivoca. El pueblo, históricamente, se ha equivocado, como se equivocaron reyes, como se equivocaron obispos y curas. Hay muchas voces, que tienen mayoría estadística, y se equivocan. Lo otro es un mito utilizado demagógicamente para halagar al pueblo. Si usted mañana pregunta: ¿Usted que prefiere, gasolina gratis o gasolina a 20 bolívares el litro? ¿Qué va a decir la gente? Gratis, esa es nuestra. Convertir la voz del pueblo en un mito, es burlarse del pueblo. Nosotros tenemos que bajarnos de ese tipo de demagogias, porque estamos acorralados como país y con lugares comunes no tenemos salida.
Hay varios episodios donde se ha reseñado la participación de la Iglesia en política. La intervención de Arturo Sosa (recientemente designado Superior de los Jesuitas), luego del golpe del 92, a petición del militar golpista, Hugo Chávez. Así como las gestiones que hicieron el cardenal Ignacio Velasco y el entonces obispo Baltazar Porras, durante el golpe de Estado de abril (2002). Se pide la mediación de la Iglesia, pero después vienen las descalificaciones. A Porras lo califican de adeco con sotana y a Sosa lo tildan de chavista encriptado. ¿Vale la pena poner la otra mejilla?
Es que no están poniendo la otra mejilla. Esas son medias verdades. En el golpe de Chávez, Arturo Sosa no tuvo participación de ningún tipo. Tan es así que cuando los tanques iban por la avenida Urdaneta a Miraflores, él iba a su comunidad en La Pastora y se extrañó al verlos. ¿Qué pasó aquí? ¿Habrá alguna maniobra? Así de ingenuo estaba en relación al hecho. Esa es una cosa. Y otra, muy distinta, es que cuando los golpistas están presos, la Iglesia —como lo hizo antes y lo está haciendo ahora—, dedica un grupo para garantizar los derechos humanos. Allí está el padre Luis María Olaso, el obispo Diego Padrón y Arturo Sosa. Los militares golpistas pensaban que iban a aprovechar el traslado del cuartel San Carlos a la prisión de Yare para matarlos. Y dijeron que no iban a ir. El padre Olaso les dijo. No, yo voy con ustedes. El padre Olaso era de la Fiscalía, decano de la UCAB, y así fue. Entonces, la Iglesia Católica tiene que actuar —sin mirar, sin cálculos políticos, después la pueden tachar de lo que sea—, en defensa de los Derechos Humanos, ayer y hoy.
¿Qué ocurrió durante el golpe de Estado de 2002?
Cuando monseñor Porras fue llamado por Chávez, él le dijo al secretario vámonos a ayudar en esto, y fue. ‘El demonio debajo de la sotana’ y todos los ataques de Chávez a la Conferencia Episcopal Venezolana, fueron anteriores y posteriores al golpe de abril de 2002. Efectivamente, Chávez intentó, y en parte tuvo cierta habilidad, en decir: Los obispos son mercaderes que Jesús expulsó airado del templo, eso son y la verdadera interpretación del Evangelio es mi revolución.Palabras más, palabras menos, Chávez defendió eso. Independientemente de lo que hiciera él, la Iglesia tenía que defender los derechos humanos y lo hizo. Chávez pidió la intervención de la Iglesia cuando estaba preso (1992) para las cosas por las cuales hoy la Iglesia está interviniendo. Solamente que los presos actuales no tienen la culpabilidad que tenía Chávez cuando encabezó aquel golpe, con los muertos que hubo, etc.
A lo largo de esta semana, tanto voceros del gobierno como de la oposición, hicieron declaraciones públicas que presagiaban el fracaso del diálogo. ¿Hay una presión comunicacional al tiempo que se dialoga en la Mesa?
Yo entiendo que la oposición le exija al gobierno algunos signos de buena voluntad. Y que diga, además, que los signos que dio están al revés. Digamos, lo que dijo Maduro de Voluntad Popular, un partido terrorista. A Freddy Guevara hay que buscarlo y darle un carcelazo. A (Ricardo) Hausmann también. Es decir, todo el que es opositor es delincuente. Eso no significa que yo me voy a levantar de la mesa, porque en torno a esa negociación está la mirada de América Latina, de la OEA. El Vaticano es un símbolo que ha animado a la Unión Europea y a los países de la región a decir: pongan ahí los puntos. Entonces, lo que hay que hacer es defender en la mesa esos puntos. Explicarles, por todos los medios disponibles a la población qué estoy defendiendo yo ahí. Y que se levante el gobierno y se vaya, si no quiere. Pero yo no me voy. Lo que no puede haber es ambigüedad. No puede decir, el poder judicial está subordinado al Ejecutivo totalmente, pero bueno, dame una ley que sea benévola hacia nosotros. No, no acepto la subordinación de la justicia, porque es anticonstitucional, yo no puedo negociar eso.
¿Cuál es su opinión sobre el comunicado conjunto del gobierno y la oposición luego de celebrarse la segunda ronda de la mesa de diálogo?
Yo no estaba esperando otra cosa. Más no se podía hacer el primer día. Es muy importante lo de la Asamblea Nacional y lo del CNE. Habrá que ver cómo se rematan esos acuerdos, porque en el camino se pueden hacer una y mil trampas. Tiene que seguir la presión en la calle, en la mesa, en los foros internacionales, porque faltan otros temas a los cuales la oposición no puede renunciar. Es una señal, pero no se puede hablar de un cambio todavía.
El conflicto sigue su curso. ¿Qué podemos esperar en lo inmediato?
Cada quien tiene que hacer lo que puede hacer y no lo que no puede hacer. Si yo me hago la ilusión… mañana voy a Miraflores, le digo a Maduro, ¡vete, ya¡ Y se va… No se va. Ahora, ¿Qué puedo hacer? La oposición tiene que combinar dos cosas, la base democrática, que tiene apoyo internacional, aunque ellos no lo vayan a resolver, dejarlo (al gobierno) en evidencia, con la presión de calle de mil maneras, la presión de la Asamblea Nacional y la suma de todo, no sabemos en cuánto tiempo, es la que puede. Si alguien en la oposición tiene otra fórmula, que la diga. Y no decir, en cambio, sentarse en la mesa es entreguismo. ¿Y cuál es la fórmula tuya?
Ya lo han dicho: ir a Miraflores.
¿Y quién tiene las armas? En la Plaza Venezuela ponen 1.000 policías y usted no va. Si por un milagro usted rompe esa barrera, viene un baño de sangre. Eso no lo duda nadie. Entonces, no se puede estar anunciando lo de Miraflores. El error no estuvo en aplazar, el error estuvo en convocar. Porque el gobierno, manejando todos los hilos, ha logrado —desde su punto de vista— eliminar el referéndum revocatorio y toda ley que ha hecho la Asamblea, etc. Entonces, ¿Se va a creer que por un paseo a Miraflores, va a salir Maduro con la maleta hecha? Seamos sensatos.
Apenas se dio a conocer el comunicado, surgieron las disonancias, las posturas disímiles, que previamente se habían manifestado de una forma tajante, por ejemplo, unos decían que el referéndum estaba muerto y otros que estaba secuestrado, unos decían vamos a Miraflores, y otros que eso es una locura. ¿Entonces?
No hay que entregar nada de lo que está establecido en la Constitución. ¿Quién es usted para entregar el derecho humano mío? Y tampoco tienen que entregar la situación de emergencia humanitaria, lo den o no lo den, tiene que haber 20 millones de venezolanos exigiendo el cumplimiento de sus derechos. Y los líderes tienen que ser cabeza de esas demandas. ¿Dónde lo exigen? En la calle. ¿Dónde lo exigen? En la mesa de negociación. ¿Dónde lo exigen? En el foro Internacional.
¿Eso es lo que viene?
Eso es lo que tendría que venir. Puede venir o no venir. Lo que no puede haber son señales de que se está negociando lo que no se puede negociar.
¿Puede venir o no venir? ¿Y si no viene?
Si no viene, seguimos en una dictadura. Y el que tenga fórmulas para salir de una dictadura, que las ponga a la orden. Pero que no me digan… Ah, eso depende del Vaticano. No, del Vaticano depende que se sienten (alrededor de la mesa), que el mundo esté observando, que todos los países latinoamericanos, salvo dos o tres, estén claros.
¿Usted cree realmente que la salida pacífica, constitucional y electoral, todavía vale la pena transitarla?
Lo que creo es que no hay otra. Usted me hace la pregunta como si hubiera otra fórmula. Usted tiene la fórmula A y yo tengo la fórmula B. Diga cuál es la fórmula A. Los que critican a la MUD, los que critican la negociación, saquen la fórmula A.
No, yo le hago la pregunta por la sencilla razón de que la fórmula A no la veo.
Claro que no la ve, así como tampoco ve la fórmula B. ¿O no?
No veo ninguna.
Por eso, partamos de eso.
¿Usted si la ve?
Yo veo como han caído todos los regímenes dictatoriales, como Fujimori se fue de Perú y como salió Pinochet y como cambió el franquismo. Y no fue con la ilusión de decir, yo tengo las armas, que no las tengo, yo tengo el apoyo de las Fuerzas Armadas, que tampoco lo tengo y ellos me van hacer el trabajo. Yo me quedo empantuflado en mi casa. Hoy día, aunque el gobierno venezolano lo controle todo, no controla nada. Y el malestar hoy, noviembre de 2016, es infinitamente superior al de noviembre de 2015. Y el poder de represión puede ser muy grande, pero el poder político democrático es infinitamente menor al que tenía. Ahora, poner de acuerdo a todo el mundo, eso requiere una pedagogía, un trabajo constante. Y no que éste dice una cosa, aquél dice otra, sino que los líderes fundamentales se mantengan ahí. Y en la mesa de negociación, no se puede negociar lo que yo no tengo, lo que no me pertenece a mí.
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