Recientemente, la Asociación Civil Fuerza, Unión, Justicia, Solidaridad y Paz (Funpaz), visitó las oficinas de Lapatilla.com para hablar de su libro “Perdigones en la Cédula”.
En el libro están plasmados los testimonios de jóvenes que resultaron heridos, detenidos u objeto de persecución durante las protestas ocasionadas por la elección de Nicolás Maduro como presidente en el año 2013. Varios periodistas fueron los encargados de escribir las historias.
En esta oportunidad le presenteamos la escrita por Edy Pérez Alvarado titulada: “A Quema Ropa en el Rostro”
-Todos los que estén en la calle son delincuentes- decían los militares desde las tanquetas. Usaban un megáfono y los protestantes escuchaban bien, pero estaban confiados. Habían hecho tres barridacas. Las atravesaron en plena avenida Venezuela entre El Sambil y Daka (Barquisimeto). Eran postes, basura, potes. Todo amontonado en plena vía para evitar que las tanquetas llegaran hasta el centro comercial, en donde se resguardaban. Pero unos motorizados se encargaron de quitar los escombros y el conductor de la tanqueta arrancó.
Se llevó por delante todo. Todo los que estaba en medio de la calle. Ehisler Vásquez pensaba que la tanqueta no iba a poder pasar, pero se equivocó. “Ahí viene”, gritó y empezó a correr. Se metió en el jardín del Sambil, pero un compañero se cayó y regresó para ayudarlo. Lo paró y regresaron juntos, pero Ehisler se confió. Se lanzó en el jardín del centro comercial, ese que está a orilla del canal de servicio y la tanqueta se paró a menos de dos metros de distancia.
Abrieron unas ventanillas que están a los laterales y empezaron a descargar. “Pum, pum”, los primeros plomazos no se los pegaron. Pero seguían disparando hasta que sintió un golpe neto por la espalda, y luego le dispararon en el rostro. “Veía todo blanco, ecuchaba un pito. Me noquearon”, recuerda el joven de 23 años. Estaba malherido, con el rostro ensangrentado y los compañeros de protesta al verle el rostro solo le dijeron: “no te toques, no te toques”; él casi no tenía fuerzas en las piernas, pero corrió lo más rápido que pudo hacia dentro del centro comercial para que lo auxiliaran, pero desde la tanqueta seguían disparando.
Como pudo se estuvo en pie. “Era una guerra, una guerra contra nosotros los civiles”. Cuando por fin Ehisler logró entrar al Sambil le dieron los primeros auxilios de manera ambulatoria. Le colocaron una gasa en el rostro y él empezó a escuchar que sus panas del colegio gritaban: “Le dieron al morocho, le dieron al morocho”.
Ehisler estaba asustado, pero tranquilo. Una señora, que también estaba protestando, pero que conservaba la calma le ofreció llevarlo a un centro asistencial cercano. Lo montaron en la parte de atrás del carro de la mujer y junto a él se subió la hija de la señora. La mujer arrancó y por la vía gritaba: “Llevo un herido, un herido”, tocaba corneta mientras que los amigos de Ehisler le decían: “Hermanito no te duermas”. El trayecto del Sambil al hospital Antonio María Pineda son menos de cinco minutos, pero para él fueron eternos. “Pensé que me iba a morir”, confiesa.
Llegaron al hospital, Ehisler se bajó del carro. Pudo caminar, sacó su celular del bolsillo derecho y les escribió un mensaje a sus padres. “Mamá, papá me hirieron y estoy en el hospital”, fue lo que alcanzó a escribir. Suena su teléfono y era su padre, le preguntó: – ¿Qué pasó?- y Ehisler le repetía: – Me dispararon, me dispararon- el papá llegó rápido. El hombre pensó que con dinero iba a lograr que a su hijo lo atendieran más rápido, pero llegó un paciente con quemaduras severas. Era una emergencia y los médicos se dedicaron a él. Además de Ehisler había 17 heridos por protestar. Estaba en la cola, en una cola para ser atendido mientras se desangraba.
Acostado en una camilla el muchacho empezó a temblar, tenía frío y se movía. “Lo hacía para no dormirme, porque si cerraba los ojos me moría”, dice el joven. Resignado a que no iba a pasar mucho más con vida empezó a escribir un mensaje: “Papá gracias por haberme enseñado a trabajar, fuiste ejemplo. Mamá gracias por el buen ejemplo,los principios. Hertmano, gracias por ser mi gemelo y te digo que todo lo que tengo es tuyo. Eres el mejor hermano, gracias a mis amigos, tíos y a los que me acompañaron y gracias a Dios por la vida que me dió”, lloraba, lloraba mucho.
-Mi hijo- se escucha que baten las puertas del metal de la emergencia y la pregunta de una mujer desesperada – ¿Dónde está mi hijo, dónde?- era la madre de Ehisler. Cuando vio a su muchacho tendido en la camilla se le lanzó encima. Los abrazaba y le preguntaba – ¿Por qué te fuiste para allá?- quería verle el rostro pero no podía. Se llenó toda de sangre. -¿Quién es el médico?- preguntaba la mujer y el padre del muchacho intervino y le pidió que se calmara, pero la mujer respondió – Yo no me calmo un carrizo, necesito que me resuelvas ya – y el hombre no sabía qué hacer hasta que la madre del muchacho decidió llevárselo a otro centro asistencial.
-No voy a permitir que mi hijo se me muera aquí- pero – ¿Qué vas a hacer?- y la mujer dijo – Me lo llevo, pero no me lo puedo montar en el lomo. Busca la camioneta – le exigió al padre de su hijo. La pareja sacó al joven de la emergencia a pesar de que unas enfermeras le decían que no se lo podían llevar. La mamá de Ehisler sostenía el suero que le habían colocado en una vía y se montó con él en la parte de atrás de la camioneta mientras que su padre tomó el volante.
Manejó hasta el Seguro Social Pastor Oropeza. Los médicos tenían orden de no atender a heridos de las manifestaciones, la propia directora del seguro, que para ese momento era Linda Amaro, lo había ordenado. Pero cuando los padres de Ehisler llegaron con el muchacho herido los médicos no le negaron la atención. Lo metieron a la emergencia, lo acostaron en una camilla, le extrajeron el perdigón que tenía cerca del ojo izquierdo, y pararon la hemorragia. Fue una intervención quirúrgica ambulatoria.
Los médicos empezaron un cacerolazo ese 16 de abril de 2014, cuando estudiantes y sociedad civil estaban volcados en las calles pidiendo que el árbitro (CNE), contara papeleta por papeleta para ver si legalmente Nicolás Maduro había ganado las elecciones. Se revelaron las órdenes y atendieron a un herido por arma de fuego, como cualquier médico que respete su juramento hipocrático.
El joven también tenía quemaduras porque las descargas fueron a quema ropa. De una cápsula penetraron en su rostro los cinco perdigones. Limpiaron bien sus heridas porque no había cirujano plástico en la emergencia y lo refirieron a un especialista. Ehisler tenía la mejilla destrozada, el rostro le cambió. A pesar de las cuatro cirugías plásticas a las que fue sometido posteriormente tiene la marca de los plomazos en la cara.
Edy Pérez Alvarado