En Venezuela, un país sin tradición de rugby y donde la población reclusa tiene pocas probabilidades de reinserción social, se celebra un torneo que burla tales estadísticas y que pone en el campo de juego a decenas de presos que experimentan con esta disciplina de contacto una sensación de libertad.
Se trata del “Santa Teresa 7”, una competencia internacional de rugby organizada por la prestigiosa marca de ron “Santa Teresa” en el céntrico estado de Aragua, donde participan 44 equipos, tres de ellos provenientes de cárceles venezolanas: “Tocorón” (local), “Fénix” (del estado Lara) y “Rodeo II” (del estado Miranda).
La iniciativa surgió en 2014 cuando al presidente de la compañía, Alberto Vollmer, se le ocurrió plantear, frente a varios reos de Tocorón, la posibilidad de que estos acudiesen al torneo de rugby que se celebra anualmente en una hacienda de la empresa desde 1993.
Ante la euforia de los reclusos, Santa Teresa se empeñó en hacer posible esta idea y para lograrlo debió revisar cada expediente, visitar cada tribunal y obtener permisos de salida de cada uno de los jueces que llevan las causas por las que estos hombres están tras las rejas en un centro penitenciario del centro del país.
Ese noviembre los presos de Tocorón jugaron en la Hacienda Santa Teresa y, aunque perdieron el partido, ganaron una jornada sin muros ni soledades, lo que se convirtió en una conquista que no desean perder, que han podido saborear reos de otras dos cárceles y que cada vez más privados de libertad anhelan experimentarla.
Bajo el sol caribeño, Vollmer recibió el viernes a los tres equipos de la “liga penitenciaria” y les recordó a sus miembros los valores que “Proyecto Alcatraz” -un programa para sacar de la criminalidad a delincuentes- les ha inculcado semanalmente durante los entrenamientos que se imparten barrotes hacia adentro.
“Respeto, espíritu deportivo, disciplina, humildad y trabajo en equipo, si uno lograr vivir con esos cinco valores uno puede tener éxito en la vida”, dijo el empresario arrancando los aplausos de los “rugbistas” que lo ven como un amigo y como un mentor deportivo.
Vollmer aseguró a Efe que durante 13 años y mediante el Proyecto Alcatraz, la Fundación Santa Teresa ha rescatado de la violencia a 300 delincuentes de “alta peligrosidad” y que el rugby ha calado tanto en la localidad de Revenga, donde se ubica la Hacienda, que actualmente 2.000 personas lo practican, el 4 por ciento de su población.
Andrés Chumaceiro, director de negocios de la empresa, dijo a Efe que Proyecto Alcatraz “busca homicidas” al ser consultado sobre el perfil de los jugadores, y detalló que entre los participantes convergen sicarios, secuestradores, ladrones, estafadores y narcotraficantes cuyas edades oscilan entre los 18 y los 43 años.
Chumaceiro cree que lo “más bonito” de estos juegos de exhibición es que los reclusos se sienten libres y que son tratados como seres VIP, o al menos así lo expresó minutos antes de entregar los uniformes a uno de los equipos penitenciarios, cuyos miembros arribaron a la Hacienda esposados y fuertemente custodiados.
Sin embargo, sus entradas al campo fueron mucho más gloriosas.
Los reclusos fueron desposados y uniformados en una instalación cercana al campo de juego, de modo que al terreno llegaron desfilando por el medio de un pasillo de honor hecho por decenas de rugbistas y entre los aplausos, vítores y lágrimas de unas mil personas, la mayoría de ellas familiares y amigos de los presos.
Tras las fotos y los calentamientos de rigor se concretaron los cuatro partidos previstos en el “triangular penitenciario” que terminó con victoria para el equipo de la cárcel de Fénix, que viajó por tierra más de 300 kilómetros para poder participar.
Luego, como pocas veces ocurre, no hubo perdedores, pues estas decenas de hombres que corrieron, aguantaron golpes y respetaron el arbitraje comenzaron a disfrutar todos del premio mayor: una tarde con sus seres queridos en un lugar abierto.
Los reclusos bailaron, rieron, probaron los platos que les llevaron sus familiares, se tomaron fotos, cargaron bebés, besaron a sus novias, a sus madres, a sus hijos y a sus hermanos y compartieron algo en demasía: abrazos.
Luego, los presos de Tocorón, Fénix y Rodeo II se marcharon de la Hacienda con el compromiso de seguir practicando el rugby y esos cinco valores que frecuentemente evocan como pasaporte a la libertad.
“Recuerden que una bombilla brilla más en la oscuridad, y ustedes son esa bombilla”, les anotó Vollmer al momento de la despedida.