Una pequeña paloma tatuada en su muñeca izquierda le recuerda a María Clemencia Rodríguez su compromiso por la paz de Colombia, la misma que le costó “sangre y lágrimas” a su familia y le valió el Premio Nobel a su marido, el presidente Juan Manuel Santos.
EFE
Él “nos lo advirtió desde el principio, a mis hijos y a mí: ‘Esto nos va a costar sangre y lágrimas’. Y así ha sido”, dice en entrevista con AFP “Tutina”, como todos la conocen, con las maletas listas para partir a Oslo, donde Santos recibirá el sábado el Nobel de la Paz por sus esfuerzos por terminar un conflicto armado de más de medio siglo.
“Pero ha valido la pena y estoy segura de que (…) la historia lo va a reconocer”, agrega esta mujer alta y elegante, que lleva 33 de sus 56 años junto a Santos, que apenas asumir en 2010 emprendió una cruzada por la reconciliación de su país.
Para la primera dama, que lo acompañó en las muchas “angustias, tristezas, dolor” que ha supuesto el proceso de paz con las marxistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Nobel premia una dedicación “durante la vida entera”.
“Ese ha sido su compromiso: luchar por la paz”, afirma, “profundamente” gratificada por “un reconocimiento” al que también añade el “sacrificio” y apoyo de sus tres hijos: Martín, María Antonia y Esteban.
Como su familia, Rodríguez tiene claros los altos costos que ha implicado negociar la paz.
La baja popularidad del mandatario, que no llega al 30%, “no es que me duela, ni que me preocupe. Cuando un hombre se mete con cosas tan importantes como la paz de un país, eso es lo de menos”, apunta en su despacho donde destacan las fotos familiares, un enorme ramo de rosas blancas y artesanías colombianas que tanto le gusta promover.
– La tristeza del plebiscito –
“Tutina” estaba en la finca familiar en Anapoima, a unos 90 km de Bogotá, la madrugada del 7 de octubre en que la despertaron con la noticia de que su marido había ganado el Nobel.
Cinco días antes, los colombianos habían rechazado en las urnas el pacto de paz sellado con las FARC, luego de casi cuatro años de diálogos en Cuba, un revés para Santos que sorprendió al mundo y tras el cual el gobierno renegoció el acuerdo con la guerrilla.
“Indudablemente el 2 de octubre fue un día inmensamente triste. Sin explicación. Ya han pasado dos meses y aún no lo entiendo”, cuenta sobre su decisión de irse a la finca “a respirar profundo, a (llenarse) de fuerza” mientras rememora el emocionante momento en que finalmente abrazó a su esposo.
Esa mañana “Tutina” lucía radiante junto al presidente, peinada y maquillada con la ayuda de su hija para enfrentar las cámaras.
Muy diferente era su rostro de evidente preocupación el 15 de noviembre, cuando Santos anunció que viajaba a Estados Unidos a realizarse exámenes médicos de urgencia luego de resultados anormales en controles por el cáncer de próstata del que fue operado en 2012.
– El fantasma del cáncer –
“Ha habido momentos muy difíciles, el más duro el tema de la salud, eso no se compara con absolutamente nada”, señala Rodríguez entre lágrimas, al relatar cuánto ha pedido a la Virgen Milagrosa, de quien es devota, por la recuperación de su marido, sometido a medicación.
“Estoy muy optimista. El médico se lo dijo: ‘Tendremos presidente por dos años más, pero tendremos Premio Nobel por muchos, muchos, muchos’. Y que así sea”, añade, más tranquila luego de que el propio Santos descartara públicamente tener metástasis o un nuevo tumor.
La bogotana familiera y amante de los niños, a los que ha dedicado su trabajo como primera dama, no duda sobre qué la enamoró del presidente: “su mirada”. “Expresa a un hombre transparente, honesto, coherente y comprometido”, dice.
“Tutina”, que ansía nietos y tiempo para “disfrutar” a su marido, se siente agradecida por la “oportunidad” que ha sido su vida en el Palacio de Nariño.
“Juan Manuel nunca me dijo que su vida era para ser presidente, sino para ser un servidor. Eso nos trajo acá. Y yo sencillamente he sido su compañera de vida, su coequipera”.