El bolívar fuerte no pudo cumplir 9 años. El billete de 100, que vio luz el 1° de enero de 2008 para representar la denominación más alta de la moneda nacional, no llegará a enero de 2017 porque esta semana desapareció de las transacciones cotidianas y su lugar en el nuevo cono monetario lo ocupará el billete de 20.000: los 3 ceros a la derecha han vuelto.
La reconversión monetaria de 2008 fue anunciada por el fallecido presidente Hugo Chávez como una decisión clave para estabilizar la economía de un país que cerraba el año 2007 con una inflación acumulada de 22,5%. Hoy, aquella cifra parece un sueño ante el 181% de inflación anual reconocida por el Banco Central de Venezuela para el año 2015 y mucho más ante las proyecciones de cierre de 2016 que están por encima de 700%, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y estimaciones de economistas venezolanos, en vista de la ausencia de cifras oficiales por parte del BCV.
De enero a noviembre de este año, la cotidianidad de los venezolanos vio cómo la inflación quedó escrita en papel, esta vez en el papel moneda. Los economistas coinciden en que la emisión de nuevos billetes será un paliativo para enfrentar la situación por unos días pero advierten que es una medida aislada que no sirve para combatir la inflación.
El desabastecimiento de alimentos y medicinas, el aumento del gasto público, el impacto en el sector privado por los aumentos consecutivos de salarios, la emisión de dinero inorgánico y las distintas tasas de cambio de divisas persisten como los factores que dibujan el escenario 2017. Por esta razón los analistas señalan que en poco tiempo el billete de 20.000 tampoco será suficiente para cubrir las transacciones diarias y que el país camina al borde de un episodio de hiperinflación –ya cantado por unos, aún latente para otros–, en el cual la velocidad de aumento de precios en productos y servicios se hace inalcanzable para cualquier moneda.
Ronald Balza, economista, explica que hacer un cambio de cono monetario en un proceso inflacionario acelerado representa un gasto innecesario para el Estado porque, por ejemplo, la acuñación de monedas es muy costosa y esa denominación pierde su valor muy rápido, por tanto se pierde el metal y el transporte de ese metal y todo lo que cueste ese proceso. “Es muy tarde para solventar. Desde 2013 necesitamos billetes de mayor denominación, para ese momento los billetes de 1.000 debían estar circulando”, señala Balza.
Lea el trabajo completo en El Nacional