Los venezolanos vivimos durante muchos años, felices y no lo sabíamos. Hoy vemos a nuestros conciudadanos atormentados. Pero pronto llega a nuestra mente, aquella época, donde cualquier trabajador, de los estratos más humildes, con un salario mínimo, podía disfrutar un fin de semana con su familia y realizar las compras en cualquier supermercado del País.
Por diputado Freddy Paz / @freddyspaz
La Venezuela en la cual crecimos mis hermanos y yo, hijos de un padre albañil y de una madre ama de casa, sin recursos de fortuna más allá del salario como trabajador de la construcción de mi padre; jamás nos faltó, casa, ropa, ni un bocado de comida, ni escolaridad de calidad.
A partir de la segunda mitad de los años 40, Venezuela fue la tierra prometida para miles de inmigrantes europeos, hombres y mujeres de bien y trabajo, que escapando del hambre y la muerte sembradas por las grandes guerras del siglo XX, encontraron en nuestro país una tierra generosa que les dio cobijo, y los integró a una sociedad de progreso y bienestar, donde sembraron su trabajo, echaron raíces y levantaron sus familias.
En las décadas subsiguientes, nuestra generosa madre Venezuela, en los años 60, 70 y 80, recibió con los brazos abiertos a miles de nuestros hermanos de la América del sur, que huyendo de las infames dictaduras instauradas en sus países, encontraron en nuestra patria refugio y forma de vida. Hoy somos los venezolanos, los que, acorralados por esta crisis inclemente, nos vemos obligados a repetir la historia de la diáspora pero a la inversa, hoy somos nosotros los que huimos prácticamente de nuestro país, en busca de la supervivencia en tierras lejanas.
Inseguridad siempre hubo en el país, pero los niveles de violencia que vivimos hoy, son históricos, sobrepasan los umbrales de lo asombroso, hasta ubicarnos entre los deshonrosos primeros lugares, de los países más violentos del mundo.
Los venezolanos añoramos aquella época, añoramos: vivir en paz, en democracia, disfrutar de nuestro derecho a la vida, a la salud, a alimentarnos dignamente, a un salario justo, a expresarnos libremente, a vivir sin ser perseguido, y sin divisiones entre hermanos; y donde la exclusión y la discriminación política, dejen de ser una realidad y se convierta en un mal recuerdo.
Que mejor momento que la celebración de las fiestas navideñas, para que la paz y la reconciliación vuelvan a Venezuela, sin distingo de raza, credo, o color político. ¡Feliz Navidad!.
Diputado Freddy Paz / @freddyspaz