El pequeño de 6 años, estrenaba su carrito a control remoto que tanto le había pedido al Niño Jesús. Estaba feliz, era el juguete que anhelaba y se había “portado bien” todo el año para recibirlo. Pero, la alegría duró poco. El niño murió arrollado en Nochebuena con el regalo en sus manos, reseña Panorama.
La celebración se detuvo en el hogar de los Boscán-Morales, el 24 de diciembre. La cena que se había preparado en la casa de la esquina de la calle 189 con avenida 49B, del barrio La Polar, en San Francisco, quedó intacta. Nadie comió. El dolor embargó el ambiente a las 9:15 de la noche.
El fallecido, era el penúltimo de cinco hermanitos, abrió su regalo, temprano, en compañía de sus padres. Se tomó una foto y comenzó a jugar en el patio de arena de la casa. Era el primer juguete que iba a disfrutar, también iba a recibir un Play Station cuando llegara San Nicolás.
Los adultos estaban calentando las hallacas, mientras la música sonaba a todo volumen en el barrio. Una prima, de 14 años, invitó al niño a comprar estrellitas de bengala a una cuadra de la casa. Junto con ellos, también se fue, otra primita, de 3 años.
La adolescente y los dos niños se fueron caminando por la calle del barrio La Polar, que carece de alumbrado público. “De noche es muy oscura”, soltó un vecino. De regreso, ocurrió la desgracia.
El niño salió con el carrito a control remoto en sus manos. Con una sujetaba a la prima mayor y con la otra el juguete.
Cuando faltaban pocos pasos para llegar de nuevo a la casa, el conductor de un vehículo Mazda 6, azul, se llevó por delante al pequeño. “Iba a exceso de velocidad”, aseguró el padre de la víctima.
El chofer, al ver lo que había ocurrido, se bajó del auto y cargó en sus brazos al niño que sangraba. El papá se lo quitó de las manos y le dijo al conductor que lo llevara a un centro asistencial.
Cuando llegaron al ambulatorio de El Silencio, ya había dejado de respirar. Sufrió politraumatismo generalizado con desprendimiento de órganos. El carrito del pequeño, con el impacto, cayó al patio de la vivienda. La madre, Odalys Morales, lo recogió y lo guardó; ya estaba roto. “Fue el último juguete de mi bebé precioso”, dijo la progenitora, llorando.
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