Sobriedad. Está definido por esa palabra. La mesura en el empleo de su verbo hace que detrás del análisis proponga silencios reflexivos. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es una alternativa de Poder. Por eso tiene que tener una combinación de protesta y de esperanza. Si es solo lo primero, se vuelve desahogo; si es únicamente lo segundo, se vuelve ilusión. Para Ramón Guillermo Aveledo, primer secretario ejecutivo de la coalición, es necesario entender ciertas cosas en la balanza del poder político del país.
Publica el-carabobeno.com / Luis Alejandro Borrero
El Gobierno ya no respeta las reglas. Anuncia y desmiente. Dice y contradice. Promete y no cumple. Ya no se puede hablar de términos o lapsos en la negociación. El país ha entrado en una nueva etapa en la que toca definir los rumbos mediante estrategias consensuadas y, sobre todo, efectivas. De eso dependerá que se cumpla el objetivo de sacar a Nicolás maduro de Miraflores, dice el exsecretario de la MUD.
-Se ha hablado de ciertas fisuras, discrepancias en la Unidad. De partidos que estaban muy molestos porque se estaban tomando decisiones entre un grupo. Usted que viene de la dirigencia de la MUD, ¿eso siempre fue así?
-Siempre ha habido divergencias y siempre han podido resolverse. Creo que en la medida que la responsabilidad se ponga por delante, con el país y el deber para poder ser creíbles nacional e internacionalmente, y la valoración que se haga de la Unidad como base de la fortaleza de la oposición; en esa medida siempre podrá resolverse cualquier diferencia. Creo que en eso hay un deber que los dirigentes políticos tenemos: el de la discreción. En buscar resolver los problemas sin crear unos nuevos.
-¿Qué tan difícil le fue sentar en una mesa y apaciguar los intereses de personas como Julio Borges, Henry Ramos Allup, Henrique Capriles y la gente de Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular?
-Todas las cosas tienen su dificultad. No hay tareas que sean sencillas. Las tareas que lo son, dejan de ser necesarias. Aquello dependía del momento, de las circunstancias y, naturalmente como es en política, de las visiones e intereses en conflicto. Y sin embargo siempre se pudieron resolver las cosas. Claro, unas tardaron más y otras menos, pero se logró la unidad. Se logró una cohesión no solo en lo político, sino en lo estratégico, programático y electoral. Eso le dio una forma que todavía hoy le mantiene vigente. En este momento, donde hay tantas críticas y preocupación de la gente por la situación del país y por lo que hace (o no hace) la oposición, el respaldo a la Mesa es muy grande, lo que significa que los venezolanos valoran ampliamente la Unidad. Los dirigentes de los partidos, grandes y pequeños, deben ver eso, valorarlo y actuar en función de esa responsabilidad.
-Hablando de estrategias ¿Cómo ve usted la calle?
-La calle es muy importante para cualquier estrategia política democrática. Ahora, hay gente que piensa que la calle es solamente la avenida Urdaneta de Caracas. Y no solo eso, sino que piensa que es desde la esquina de Bolero en adelante. La verdad es que ‘calle’ son todas las calles de Venezuela. Allí donde hay problemas, reclamos e inconformidad. Donde la gente tiene que buscar cómo expresarse. Creo que la batalla política se libra en la calle, mediante el voto, en la opinión pública. Se logra también en el debate parlamentario, en el diálogo. Hay distintos caminos, pero el acento que se haga en uno u otro medio debe depender de la eficacia y proyección.
-Sobre la eficacia, Chúo Torrealba dijo que la marcha hacia Miraflores era suicida…
-Depende. Naturalmente en la marcha que la gente sepa que va a ser esperada por una violencia que no es simétrica, que además hay más capacidad de violencia en el Gobierno y mucho menos escrúpulos, hay muchas razones para pensar que sería algo muy peligroso. La dirigencia tiene que calibrar muy bien eso. Pero por supuesto, por eso yo digo que las calles de Venezuela son todas.
Para leer la nota completa pulse Aquí