Sadam Husein, el fin de un dictador

Sadam Husein, el fin de un dictador

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Hace diez años, el 30 de diciembre de 2006, el expresidente iraquí Sadam Husein moría en la horca, tres años después de su captura, gritando su odio hacia Estados Unidos, Israel e Irán, entre burlas de sus guardianes chiitas.

– Ahorcado en el primer día del Aid, el Sacrificio –

Un video pirata difundido en internet muestra sus últimos instantes, en la sede del servicio de inteligencia militar en Bagdad. Vestido de negro, se lo ve rechazar una capucha.





Los presentes en el lugar de la ejecución gritan “¡Viva el imán Baqr al Sadr!” y “¡Moqtada! ¡Moqtada!” en referencia a un opositor muerto durante su régimen y a su sobrino que desde 2003 es el jefe de una poderosa milicia chiita.

“¿Este es el comportamiento de un hombre?”, pregunta el expresidente.

“Yo no vi ningún signo de miedo”, confiará siete años más tarde a la AFP el exconsejero Muafak al Rubaie, encarcelado en tres ocasiones bajo el gobierno de Sadam Husein y quien guardó la cuerda utilizada en la ejecución, a la cual asistió. “El gritaba ‘¡Muerte a Estados Unidos! ¡Muerte a Israel! ¡Viva Palestina! ¡Muerte a los magos persas!'”.

Sadam Husein comienza a recitar la profesión de fe musulmana, pero la puerta trampa se abre bajo sus pies. A las 06H10 quien dirigiera Irak con mano de hierro durante más de 30 años, desde 1979 hasta la toma de Bagdad por el ejército estadounidense el 9 de abril de 2003, es declarado oficialmente muerto, con el cuello roto. Es el primer día del Aid al Adha, la gran fiesta musulmana del Sacrificio.

Los chiitas, que sufrieron bajo su régimen, bailan de alegría en las calles. La brutal ejecución, en la que el ejército norteamericano niega haber tomado parte, choca a los sunitas y suscita la reprobación internacional, salvo en Israel e Irán.

El tirano, cuyo proceso debía convertirse en símbolo del nuevo Irak, había sido condenado a muerte el 5 de noviembre de ese mismo año por un tribunal especial iraquí. Sadam impugnó su legitimidad durante todo el proceso, desde octubre de 2005 hasta julio de 2006.

– ‘We got him’ –
Al día siguiente de su ejecución, es enterrado en su ciudad natal, Auja, cerca de Tikrit (160 km al norte de Bagdad), junto a sus dos hijos muertos en julio de 2003 en Mosul en enfrentamientos con las tropas estadounidenses.

Y fue también cerca de Tikrit, en la localidad de Al Daur, donde las fuerzas norteamericanas lo habían capturado en una “cueva de ratas” el 13 de diciembre de 2003, en una noche sin luna, después de haberlo buscado durante ocho meses. Cerca de donde se escondía, encontraron dos fusiles de asalto Kalashnikov y 750.000 dólares en efectivo.

Se ocultaba bajo tierra, en un escondite al pie de una palmera y dotado de un ventilador, cerca de una cabaña de barro y piedra. Sobre un muro, un cartel redactado en inglés pedía que “Dios bendiga nuestro hogar”, con imágenes cristianas representando la Cena y la Virgen.

A los soldados que lo capturan les dice en inglés: “Soy Sadam Husein, soy el presidente de Irak y quiero negociar”, declara a los periodistas un comandante estadounidense

Los jefes tribales de Tikrit revelarán luego a la AFP que durante su fuga el expresidente tuvo ayuda de miembros de su familia.

Washington, que ofrecía 25 millones de dólares de recompensa por su captura, finalmente lo encontró gracias a la detención de uno de sus allegados.

Seiscientos soldados participaron en la operacion, bautizada Amanecer Rojo, como la película anticomunista filmada en 1984 por el director estadounidense John Milius.

“We got him” (lo atrapamos), anuncia al día siguiente en Bagdad, con una gran sonrisa, el jefe de la administración norteamericana Paul Bremer.

En un video difundido por los estadounidenses, el hombre que hacía temblar a Irak parece un pordiosero, el pelo hirsuto, con una barba espesa y descuidada. Se deja examinar sin resistencia por un médico. Una foto posterior lo muestra afeitado pero conservando su famoso bigote.

Refugiados en Jordania, dos de sus tres hijos, Raghad y Rana, siguen en la televisión, con lágrimas en los ojos, el anuncio de la captura de su padre. En Bagdad, los iraquíes presentes durante la conferencia de prensa de Paul Bremer estallan en gritos de alegría.