Hace 20 años que la familia Foti ilumina la bahía de Sídney con unos fuegos artificiales que cada año dan el pistoletazo de salida de las celebraciones mundiales. Y para no fallar se apoyan en 200 años de tradición familiar.
AFP
Sídney, la primera gran metrópoli que entrará en 2017, ha vuelto a tirar la casa por la ventana para estar a la altura de su reputación y recibir el Año Nuevo como se debe.
Siete millones de dólares australianos (5 millones de USD, 4,8 millones de EUR) se transformarán en humo en los 12 minutos de un espectáculo pirotécnico considerado como uno de los más bellos del mundo, y que comenzará a las 00H00 exactas del domingo (13H00 GMT del sábado).
Un millón de espectadores asistirán en directo a los fuegos artificiales por encima del famoso Puente de la Bahía y la Ópera de Sídney. Otros 1.000 millones lo verán a través de la televisión. Tres horas habrá una versión “light” para los niños.
El atronador despliegue de pólvora requiere 15 meses de preparación para la empresa familiar Foti, que celebra 20 años a cargo de los fuegos artificiales.
Una historia de “pasión”, afirma Giovanni Foti, de 29 años, sobrino del director Fortunato, recordando que su familia, originaria del sur de Italia, está en el ramo desde 1793.
La tormentosa historia del siglo XX permitió a los Foti descubrir Australia.
Movilizado durante la Segunda Guerra Mundial, Celestino Foti (1913-2001) fue capturado por los Aliados cuando combatía en el norte de África y enviado a un campo de prisioneros en Cowra, una pequeña ciudad situada a unos 100 km de Sídney.
– Bowie y ‘Purple Rain’ –
De vuelta en su Calabria natal tras la Liberación, Celestino decidió en 1951 emigrar a Australia para ofrecer una vida mejor a su familia.
Sus talento pirotécnico hizo el resto y le permitió fundar una empresa internacional implantada incluso en Hong Kong, y que firmó los fuegos artificiales de los Juegos Olímpicos de Sídney en 2000.
“Lo llevamos en la sangre. Empezamos muy jóvenes”, señala Giovanni, cuyo padre, Vince, también está implicado en la empresa familiar, donde trabajan ocho Foti en total.
“Estamos muy acostumbrados a los fuegos artificiales. Los amamos y tratamos de hacer que los demás también los amen”, agrega sonriente.
El arte de los fuegos artificiales no se aprende en la universidad, recuerda Fortunato, de 51 años.
“Se transmite de generación en generación. Así es como aprendí yo y como aprendió mi hermano”, dice. “Son historias, recetas, como si fuésemos cocineros”.
Los Foti gestionan el espectáculo de cabo a rabo, de la fabricación de los fuegos artificiales en una fábrica en China hasta su detonación en la medianoche del 31 de diciembre.
En 1997, cuando iluminaron por primera vez la imponente bahía australiana, había que lanzar manualmente cada secuencia.
Hoy todo se hace a través de una red de 16 ordenadores que controlan a la centésima de segundo los 20.000 fuegos disparados desde el puente y desde barcazas ancladas en la bahía, explica Tino Foti, de 52 años.
“La informatización deja mucho más margen de maniobra a la imaginación y la puesta en escena”, dice.
Este año la familia rendirá homenaje a David Bowie y a Prince, dos monstruos de la música desaparecidos este año, y promete innovaciones, entre ellas una “Purple Rain” (lluvia violeta) en recuerdo del segundo.
En una de las siete barcazas estará Elena, la hija de Fortunato, que se unió a la aventura familiar en 2012, con 18 años.
“Pocas chicas pueden decir que trabajan con explosivos”, comenta divertida. “No está mal para iniciar conversaciones en cenas mundanas”.