Desde la directiva de la MUD se ha dicho que la fase de octubre a diciembre, en lo referente a la mesa de negociación, fue un experimento. En la actualidad se han recogido los resultados de este fenómeno y se preparan para alcanzar objetivos concretos. Estas declaraciones han generado respuestas diversas y contrapuestas en la opinión pública —como no podía ser menos— y desde los partidos y actores políticos que conforman la UNIDAD.
Algunos atacan a la MUD, acusándola de ser pasiva y laxa, de ser poco concisa y seria. Mientras, los más radicales —trasnochados como ellos solos—, consideran que todo esto ha sido un proceso vano y sin sentido. Porfían sin pudor: el dialogo, solo ha servido para dar oxigeno al régimen político, pues la UNIDAD está negociando sus principios. También afirman —con un certeza digna del fanático religioso—: el único proceso de negociación válido es aquel capaz de conducir al pueblo venezolano a una transición política.
Siguiendo con este orden de ideas, algunos actores políticos —quienes se ven a sí mismos como los únicos capaces de dar la cara por el país y, por lo tanto, el único liderazgo válido y legítimo— se han atrevido a clamar que no participarán en ninguna manifestación de calle y no exigirán derechos que nos correspondan.
Estas actitudes extremistas solo ponen en evidencia los intereses personales de fondo, además de una gran desesperación, porque cada vez se ven con menos posibilidades de alzarse con el poder. Hay, hasta cierto punto, mucho ego y vanidad que, a la larga, solo genera más fracturas dentro de la UNIDAD. Si se comportan así frente a un instrumento cuya aspiración es la de estabilizar al país con miras a solventar una crisis y generar un ritmo político favorable a todos, ¿Qué pasará cuando el tema de las elecciones presidenciales sea puesto —y eventualmente así será— sobre la mesa? Sin duda, en ese momento el mayor sueño de la Revolución se hará realidad: la UNIDAD se volverá DESUNIDAD, por los intereses de unos pocos, poseedores de una percepción desmedida de sí mismos; quienes a su vez están dispuestos a hacer lo que sea para llamar la atención.
El pueblo venezolano transita por un momento difícil, una crisis gestada, en gran medida, por un gobierno derrochador con un sistema político económico desfasado y trasnochado. Guiados por la avaricia y su mala cabeza, con la cual no fueron precavidos. Con mucha soberbia y certeza clamaron a los cuatro vientos que la crisis global no tocaría a Venezuela. La patria de Bolívar estaba blindada según ellos. Pero, resultó todo lo contrario, pues el blindaje se hizo sal en agua. Los grandes “estadistas y pensadores” de izquierda no ahorraron para las vacas flacas, pues estaban más interesados en prodigar y llenarse los bolsillos con negocios turbios, en vez de buscar el verdadero bienestar del pueblo venezolano.
Pero esto no es solo culpa de Alí Babá y los 40 ladrones, sino de los ciudadanos que lejos de exigir al gobierno un cambio de actitud, en vez de poner su grano de arena para mejorar a su país, se dedicaron a sacar provecho a las dádivas gubernamentales; pensando que el barril de petróleo siempre estaría a 100 dólares. Olvidaron la naturaleza cíclica del mercado, y como todo en la vida pasa por altibajos. Anduvimos, del pico más alto a un valle que nos ha igualado a Zimbawe, en el mejor de los caso.
A pesar de ello, la verdadera culpa la tiene los “Grandes Líderes” y “Mesías” quienes en vez de proponer un nuevo modelo de país se dedicaron a bailar al son que les tocó el Gobierno. Y en ese vaivén, cuando se frustraban lanzaban llamados a la violencia y marchas, a descargar la rabia como una forma valida de presión. De nuevo, si hubiesen sido precavidos y razonables de forma estratégica, no estaríamos en esta situación. Y, no me refiero solo al problema económico, sino al político y al social. El venezolano está sufriendo ahora por cosas que otrora daba por sentado: hacer grandes colas para sacar grandes cantidades de efectivo. Cantidades de dinero invertido en comprar comida, que adquiere luego de realizar sendas colas. Y luego se ve, de nuevo, obligado a hacer de nuevo colas para conseguir el efectivo, como una especie de círculo vicioso.
Luego, se debe enfrentar a la triste realidad: su calidad de vida se ha venido abajo; no solo por la comida, sino porque los servicios cada vez son peores, pues donde la luz falla, el agua llega color café, maloliente, y si se hierve y filtra apenas se consigue la potabilidad de antes (cabe reseñar que el hecho de hervir el agua implica un gasto de gas, el cual no se consigue con facilidad y sin hacer largas colas) ¿Y los políticos? Bien gracias, pensando en quien será presidente para el 2021, buscando la forma de emitir juicios escandalosos o hacer llamados sin sentido a la calle y la violencia para mantener sus 15 minutos de fama.
Ahora, toda esta situación nos arrastró, cual río embravecido, a la actual crisis. Disyuntiva que se puede —y sin duda se debe— resolver a través de un proceso de negociación. Ya es evidente que las acciones violentas y los movimientos exprés no dan y darán resultados —al menos no con la caterva de canallas que ostenta el poder— por lo tanto la apuesta debe ser el diálogo. Todo proceso de concertación, donde el norte sea la democracia, la búsqueda del bueno gobierno y, por encima de todo, el bienestar del pueblo es la apuesta correcta. Atacar este proceso, valerse de ellos para figurar en las redes o los medios es un comportamiento injusto, es desleal y solo sirve para hacerle coro a la autocracia en la que vivimos.
Por eso debemos darle un giro de timón a las actitudes que la UNIDAD, como un conglomerado de diferentes puntos de vistas, tiene sobre el proceso. Disentir, opinar, criticar es válido, siempre y cuando vaya acompañado de un aporte, una contraoferta o una nueva propuesta.
A su vez, se le debe hablar al pueblo con la verdad. Sí, el diálogo y la negociación son la salida —de conseguirlo se estaría cambiando el paradigma político en Venezuela, estaríamos dando un paso más hacia un quehacer político de calidad y nivel— pero este es un proceso que toma tiempo, que requiere de un compromiso por parte de los políticos, siendo un compromiso del ciudadano también. Pues no es solo cuestión de sentarse y reconocer al otro, parlamentar, ceder en unas cosas y otras no. No, también requiere de la construcción de confianza, de gestos sinceros que vayan construyendo una estructura válida y accesible la cual a la larga permitiría dirimir las diferencias entre las partes. Y esto se consigue cumpliendo los pactos. También se alcanza a través de la acción política, de la marcha pacífica, de exigirles a los políticos que den más de sí y mantengan el nivel.
Por eso, ciudadano, yo te conmino a no caer en la apatía, sino a ser más proactivo. Pero, también crítico. Mantenerte alerta y ser suspicaz, especialmente con aquellos gana-fama que anhelan sus quince minutos. Quienes se ven a sí mismos como los CAUDILLOS o MESÍAS, porque solo entienden la política en los mismos términos de sus contrincantes. Sin duda, este es un fenómeno triste, pues sin llegasen al poder, estaríamos cambiando a un montonero por otro, y el pueblo venezolano desea, anhela más; amén de que los tiempos que corren, exigen una nueva forma de hacer política.
El objetivo es una Nueva Venezuela. La Estrategia: es la construcción de una democracia y un buen gobierno, y la táctica: es el diálogo, la acción de calle civilizada, pacífica. Y las elecciones urnas. La confrontación violenta y la política de bajo nivel, bien barriobajera, dejémosela a los gorilas que les encantan las boinas y de vez en cuando las cachuchas.