La reciente muerte de Rodolfo José Cárdenas (27-10-1927/01-02-2017), dirigente socialcristiano, intelectual, escritor, periodista e historiador, nos permite replantear el papel de los políticos intelectuales, rara avis en la Venezuela de hoy.
Lo conocí a mediados de los años sesenta, siendo yo apenas un liceísta. Por esos días retaba el sólido liderazgo de Caldera dentro de Copei, a partir de ciertas “posiciones de izquierda”, como se las llamó entonces internamente, que despertaron simpatías en buena parte de los jóvenes socialcristianos. Eran los tiempos de un Copei luminoso y en expansión, donde el debate ideológico y político nos nutría a todos.
Cárdenas fue un político intelectual y un brillante exponente de la generación intermedia de Copei. Figuró entre los fundadores del partido en 1946, a pesar de su juventud, por lo que siempre se le tuvo entre los líderes de la primera hora socialcristiana. Sufrió luego cárcel y exilio durante la dictadura perezjimenista. Al regresar en 1958, fue elegido diputado por su natal estado Táchira durante varios períodos consecutivos y más tarde senador, habiendo sido un orador de excepción. También integró durante largos años la dirección nacional de Copei. Fue luego ministro del presidente Caldera y gobernador del Distrito Federal con el Presidente Herrera Campíns.
Por diversas circunstancias que habrá que analizar en otra ocasión, Cárdenas no llegó a la presidencia de Venezuela, como pudo haber sido su aspiración y para lo que estaba ciertamente dotado, política e intelectualmente. Al igual que otros venezolanos que pudieron haberlo conseguido, esa circunstancia no le resta trascendencia a sus aportes como intelectual de la política.
Cárdenas nos deja una sólida obra en sus libros, artículos y piezas oratorias. Entre los primeros destacan El combate político, su obra primigenia, que nos inspiró a muchos dirigentes juveniles de Copei a mediados de los años sesenta, por sus novedosos enfoques y posturas progresistas dentro del ámbito demócrata cristiano. Vinieron luego Las trece virtudes y Ciencia y tecnología -que mostraron sus agudas reflexiones filosóficas y modernistas, difíciles de conseguir en un político de entonces y de ahora.
Más tarde publicaría Copei en el Trienio Populista 1945-48 y Copei en la Constituyente, escritos en su siguiente exilio de los años ochenta, a causa de una persecución canalla en su contra bajo el gobierno de Lusinchi. Son dos libros, cada uno de mil páginas de letra menuda, que retratan aquella época vertiginosa e interesante que sobrevino al golpe de Estado contra el general Medina en 1945.
Ya entrado el nuevo siglo, Cárdenas continuó escribiendo, esta vez sobre la más reciente historia contemporánea venezolana, de la que fue también actor y testigo, y de allí su valor testimonial. Publicó entonces -en dos tomos- La República Civil (1958-1998), donde analiza nuestro proceso político desde 1958, y, más tarde, Venezuela Política Siglo XX, tres tomos, sobre la historia política del siglo pasado.
Su obra como periodista también es prolífica: miles de artículos escritos durante más de setenta años, también encierran el devenir venezolano de esas décadas, en especial este tiempo de decadencia a partir de 1999. El suyo era un estilo incisivo, de frases cortas e impactantes y de gran vitalidad.
A la muerte de este digno ejemplo del político intelectual que encarnó Cárdenas, y ante el desierto de ideas en que se ha convertido hoy la política venezolana -con las excepciones que confirman la regla-, estamos en el deber de volver a darle contenido a la lucha por el poder, que no otra cosa es el quehacer político.
Aquella Venezuela de líderes políticos dotados intelectualmente, con estudios y obra publicada, está desapareciendo del horizonte actual. Aquellos políticos intelectuales, como Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, Luis Herrera Campíns, Ramón J. Velásquez, Domingo Alberto Rangel, Teodoro Petkoff y Rodolfo José Cárdenas, entre otros, son ahora una especie en extinción. La política ha sido copada por activistas y dirigentes de medianía escandalosa, sin profundidad de pensamiento y casi sin proposiciones serias para un nuevo país.
Nadie pide, desde luego, que los dirigentes políticos sean académicos, pero al menos, aparte de saber leer y escribir, que tengan curiosidad por aprender y estudiar, si es que pretenden ser hombres de Estado, y no brindar el espectáculo de cómica y vergonzosa ignorancia que diariamente nos ofrecen Maduro y su cúpula.
Es la hora de rescatar la seriedad de la política y los políticos. Al lado de la sensibilidad social y el amor al país, también hay que exigirles preparación y estudio. Porque si el ejercicio del poder -a cualquier nivel- es altamente exigente, entonces con mayor razón hay que ser exigentes con quienes pretenden ejercerlo.
@gehardcartay
El Blog de Gehard Cartay Ramírez