No me cabe duda que Tareck El Aissami se solaza en el papel que le asignaron sus superiores de parecer más cruel, despiadado e implacable de lo que en realidad es.
Personaje inexcusable e impresentable en todo gobierno dictatorial y represivo y que exige, no solo las dotes del verdugo, sino las del actor.
Porque, cometer maldades es una cosa, pero hacerlo con la sonrisa, o más bien la frialdad, de quien dobla una rama, es otra.
Pero fue así cómo nos acostumbramos a ver a este siniestro personaje durante los años relativamente cortos que lleva en la gestión pública, salido no sabe de cuál suburbio o bajo fondo de la politiquería y, sin duda que, diestro para ejecutar lo que le pidan sus jefes, porque si no, no hubiera llegado hasta ayer, cuando la administración de Donald Trump lo acusó de ser “todo un narcotraficante”.
En otras palabras que, es posible que mientras El Aissami ejecutara ayer ante los micrófonos y las cámaras su papel de represor mayor, mientras anunciara nuevas detenciones y que seguirían la incautación de los pasaportes a los diputados, y que ningún preso político volverá respirar en la calle, alguien le pasara un papelito donde se leía en claras e indubitables letras: “Estados Unidos lo acaba acusar de narcotraficante”.
Y ahí El Aissami pasó de ser “el más temido”, al “más buscado”, pues métase dónde se meta, argumente lo que argumente y defiéndalo quien lo defienda, ahora solo tendrá un título, una marca, una etiqueta: entre “los más buscados” por narcotraficante.
Lo cual, a efectos de la justicia global, también tendrá otra consecuencia más horripilante: el portador de tamaña acusación tampoco volverá a abandonar el país, no podrá alejarse más allá de sus fronteras, porque si bien Venezuela es el país más hermoso el mundo, tenerlo por cárcel no será nada hermoso, placentero, ni gratificante.
Ya lo veremos por ahí, mientras le dure la protección de Maduro, colgado de discurso en discurso y de amenaza en amenaza, pero sin que amenace a nadie y mucho menos sea temido, porque ¿quién va a sentirse amenazado por un narcotraficante que, además, es “el más buscado?”.
Días muy oscuros aguardan, entonces, al ciudadano El Aissami, semanas y meses en los que, a lo mejor llegue a comprender que no se pueden violar los derechos de ningún ser humano por mucho que nos adverse y se sitúe en la acera de enfrente de lo que pensamos y practicamos.
No se debe delinquir validos del poder y para cumplir órdenes superiores, no se deben usar los pretextos ideológicos, nacionalistas y raciales para sembrar el odio, el dolor y la persecución en el mundo, porque definitivamente, se corre el riesgo de terminar como usted, Tareck El Aissami, buscado, solicitado y acosado por la justicia global.