“Cuando Estados Unidos de Norteamérica estornuda el resto del mundo se resfría”, reza un conocido aforismo entre los economistas; y esto parece ser que es el caso, en especial de los países latinoamericanos que se verán afectados por las nuevas políticas del presidente Donald Trump.
Claro está que el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y la anunciada renegociación del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (NAFTA, por sus siglas en inglés) agravaría la delicada economía mexicana donde un más del 70% de sus exportaciones se dirigen a esa nación; pero, lo más probable, que sea Cuba uno de los países que más se vería afectado por el estornudo norteamericano.
Luego de varias décadas de hostilidades entre Estados Unidos y Cuba, la visita del entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a esa isla caribeña no sólo constituyó un importante gesto protocolar que procuraba el inicio del restablecimiento de sus relaciones diplomáticas sino también el ofrecimiento de la dación de nuevas leyes de apertura a sus mercados y un nuevo orden comercial.
Ello, sin duda, significaba una especie de tabla de salvación para ese país debido a las obvias consecuencias que ya viene sufriendo debido a la pérdida de los ingentes apoyos de la otrora Rusia soviética y a los graves problemas financieros de Venezuela, su principal aliado político y abastecedor de un petróleo subsidiado.
Los anuncios del presidente Trump sobre los cambios en la política económica que se darían a Cuba han puesto muy nervioso al Grupo de Administración Empresarial (GAESA) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba -que es manejada por el entorno más cercano de la familia del gobernante Raúl Castro- pues tiene un papel imprescindible en el erario insular que, según entendidos, representa entre el 50% y el 80% de sus ingresos.
Sólo, a manera de ilustración, la administración castrista había puesto ya un énfasis en remodelar el puerto de Mariel, una zona económica especial en un área de 465 kilómetros cuadrados diseñada para albergar un parque industrial y centro logístico, como una apuesta para atraer la inversión extranjera; de manera que el brusco cambio de curso de las negociaciones que venían efectuando los inversionistas americanos con la administración castrista haría no sólo resfriar a la economía cubana sino llevarla al límite de la neumonía.
Las incertidumbres que se ciernen para Cuba sobre las nuevas políticas anunciadas por el presidente norteamericano en materia de inversiones no son menores; pero el viraje a una dirección de apertura de sus mercados deberá ser osado: aproximarse rápidamente a otros grandes foros de cooperación económica y comercial donde participen los grandes de Asia para que se conviertan, así, en sus principales socios comerciales.
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