En estos tiempos de incertidumbre vale la pena escuchar la canción compuesta por el músico argentino Alejandro Lerner “Que difícil se me hace, mantenerme en este viaje sin saber a dónde voy en realidad. Si es de ida o de vuelta…que difícil se me hace…defender mi ideología buena o mala pero mía… ”
Aferrados a la esperanza
Nada se resolverá de la noche de la mañana, porque el daño ha sido demasiado grande; sin embargo, debemos seguir remando pero sin esperar cambios inmediatos. Ojalá podamos entenderlo: mientras no cambiemos nuestra manera de actuar, seguiremos cavando nuestra propia tumba. Quiero generalizar para no apartarme de la idea y me sigan leyendo los actores mediáticamente visibles.
Amigos, en Venezuela debemos comenzar de cero. Cuando digo cero es literal, tenemos que reconstruir una sociedad que no tenemos. No se trata de una lucha intestina de oficialismo contra la oposición o viceversa. No tenemos un país o, mejor dicho, esto no es un Estado que de acuerdo a los principios de Derecho público aprendidos en la Universidad es la Nación jurídicamente organizada. El Estado lo conforman tres elementos: población, territorio y poder político. El problema se nos presenta en el último de los elementos: el poder político. Ninguna sociedad puede existir sin un respeto a las normas de convivencia, las cuales deben estar claramente predeterminadas y aceptadas por la población. Pudiéramos decir que el poder político define las reglas del juego, y aquí en Venezuela están escritas pero no se cumplen. En efecto el orden jurídico está escrito en la Constitución, allí están los límites del ejercicio del Poder público. Cuando se rompe el esquema constitucional se resquebraja la institucionalidad y, en consecuencia, la sociedad. Desaparecen los mecanismos del control social convencional, pero al mismo tiempo emergen otros. Así es como en los últimos años hemos visto el aumento de crímenes por encargo y los linchamientos en plenas vías públicas, porque la población reacciona ante la indiferencia e ineficacia del poder político. Como hay impunidad la gente busca maneras primitivas de ajusticiamientos. Muy mala señal. Hemos regresado a épocas de los bárbaros. Donde el más fuerte domina al más débil. Acá en Venezuela la fortaleza está en manos de grupos violentos irregulares llámense colectivos, pranes o bandas delictivas organizadas o no; pero, también lo detentan quienes se amparan en una falsa institucionalidad y aplican la fuerza para aferrarse a un poder político espurio que no cumple los postulados constitucionales. “Que difícil se me hace”
Mientras no entendamos esto, seguiremos de fracaso en fracaso y jamás sabremos si vamos de ida o de vuelta.
La barbarie electoral.-
No queremos entender la realidad. Por un largo tiempo será imposible lograr cambios por la vía electoral, mosca, no porque esté promoviendo un golpe de estado, sino porque carecemos de una sociedad.
No podemos hacerle el juego a los bárbaros. En este punto no me refiero solo al oficialismo sino también a la oposición. En ambos sectores hay civilidad y barbarie. Tanto en el oficialismo como en la oposición hay quienes respetan las reglas y hay quienes no. El poder político que debiera existir como elemento constitutivo del Estado está en manos de los bárbaros, lamentablemente no lo hemos querido entender. Los bárbaros no respetan las reglas, solo otro “bárbaro” puede enfrentarse electoralmente a ellos.
Salidas concomitantes.-
No podemos hablar exclusivamente de una sola salida -a propósito de los tres años de aquella célebre frase que mantiene tras las rejas a Leopoldo López y privado de su libertad en su casa a Antonio Ledezma y otros tenemos expedientes penales abiertos- Si bien es cierto la protesta por excelencia es una manera de oponerse a los bárbaros, no es menos cierto, que no es suficiente para lograr cambiar el sistema. Por tal razón hay que acompañarla con la educación para lograr la formación de ciudadanos que en definitiva serán los que en su conjunto reestablecerán la sociedad.
Los bárbaros de lado y lado quieren que nos mantengamos igual. Ese juego no es de los ciudadanos. Vaya que es complejo el asunto. Protestar y educar. No hay otra. De no hacerlo así permaneceremos sumergidos en la maligna práctica del “quítate tú para ponerme yo” O peor aún: a sabiendas de que no los podrán quitar, aparentar que si lo lograrán.
Nota final.-
Hay quienes pretenden llamarse opositores pero son exactamente igual que los oficialistas. Bárbaros quizá no en todo el sentido de la palabra, pero sí en la manera corrompida de ejercer el poder. Tenemos alcaldes y gobernadores que dicen ser de oposición y a quienes no se les puede criticar porque mediáticamente te etiquetan como un “cooperante”. Vaya manera de tratar de silenciar al ciudadano. Por ejemplo, hay alcaldes que se rasgan las vestiduras por la “oposición” –esa, la que juega en el mismo equipo de los bárbaros- que a cuenta de gobernantes “opositores” pueden hacer lo mismo que criticamos los ciudadanos. Un alcalde que propone a la Cámara municipal y concejales que se prestan al juego de la corruptela para cambiar la zonificación de una urbanización debemos situarlo del lado oficialista o al menos, del mismo lado a lo que tenemos que combatir.
No es Maduro solamente o Chávez en su momento los que nos impiden avanzar, sino la mente de esa cuerda de tramposos que utilizan la política para llenar sus alforjas con el erario público o para satisfacer un ego personal.
Pablo Aure