Venezuela atraviesa una de las etapas más peligrosas de toda su existencia. Todos sabemos que estamos mal y la nación camina hacia peor. Nada funciona para bien. “Las siete plagas de Egipto” parecieran haberse desatado como una especie de castigo contra todos y no solamente contra los responsables del drama cotidiano. En el fondo creo que se trata de una invitación para que reacciones de manera definitiva y pongamos punto final a la situación actual.
A los males conocidos se suma ahora la maniobra distraccionista y tramposa de la relegitimación, relegalización o como quieran llamarla, de los partidos políticos y organizaciones con fines electorales. Lo hacen mediante un reglamento irregular, basado en una ley que no respetan y que, dicho sea de paso, tampoco es respetable. Se desconoce tanto la autonomía de los partidos como la libertad de los ciudadanos para actuar dentro de los cánones fundamentales de la vida en democracia. Trata desesperadamente de crear su propia alternativa opositora al estilo nicaragüense, mantener el control del CNE y manejar a su antojo un registro electoral bastante interferido. Cuanto sucede ha sido telegrafiado por los más calificados voceros de la dictadura tiránica que está a la cabeza del régimen. Quien quiera desconocer cuanto digo lo hace por ignorancia, comodidad o complicidad. Para nosotros es inaceptable.
Los factores políticos no comprometidos con el régimen, deben estar alertas frente al peligro de la resignación pesimista que puede desarrollarse en una población harta, fatigada, golpeada al máximo por la crisis y carente de dirigentes de verdad que se coloquen al frente dejando a un lado ambiciones personales o de grupo. Ojalá y no tome fuerza aquella vieja consigna usada en algunos países, “que se vayan todos”, como respuesta ante el gobierno y la oposición colaboracionista. Todavía no es el caso, pero cuidado, mucho cuidado. Se camina en esa dirección.
La Constitución de la República tiene muchas fallas y vicios que deberán corregirse. Sin embargo, conserva principios y algunos esquemas básicos para el ejercicio pleno de la democracia. Debemos hacer realidad lo de ser un país federal, descentralizado e integrado por estados y municipios autónomos. La libertad económica y de trabajo, el mercado como instrumento para la creación y distribución de la riqueza y la familia como núcleo primario de cualquier política que se desarrolle desde el poder público y de los protagonistas de la acción privada.
Sabemos que este régimen no va a cambiar. No hay voluntad de rectificación, ni de buscar a los mejores para las tareas inaplazables. En consecuencia, si no cambia hay que cambiarlo integralmente. El cambio de régimen se inicia con la salida de quien ocupa la presidencia y la progresiva democratización de todas las instituciones. Todos, civiles y militares, políticos y no políticos, todos juntos por el cambio y la autonomía.
@osalpaz