Los países latinoamericanos son cada vez más dependientes de las costosas importaciones de combustible, en medio de problemáticos esfuerzos para impulsar la producción petrolera a nivel doméstico y ampliar su capacidad de refinación.
Por Marianna Parraga / Reuters
Proyectos de reformas incompletas y recortes presupuestarios que han estancado las inversión están agravan la situación para muchos países de América Latina. Para los refinadores en Estados Unidos es una ventaja: tienen en su propio vecindario un mercado listo para hacer crecer las exportaciones de combustible.
En total, las 30 naciones de la región compraron a Estados Unidos 2,32 millones de barriles por día (bpd) de diésel, gasolina y otros combustibles el año pasado, un 67 por ciento más que en 2011, según la Administración de Información de Energía (EIA, por sus siglas en inglés).
La demanda de importaciones de combustibles estadounidenses está creciendo en las mayores economías de la región, con un alza de 199.000 bpd, o un 29 por ciento, el año pasado en México y de 75.000 bpd, o un 94 por ciento, en Brasil.
“Tenemos que hacer emprendimientos conjuntos para encontrar el capital que necesitan las refinerías”, dijo el jefe del regulador petrolero de México, Juan Carlos Zepeda, en referencia a su propio país. “Y necesitamos producir más gas”, agregó en comentarios realizados a principios de mes.
No obstante, llegar a ese punto tomará tiempo y en México es probable que la reforma energética genere más importaciones -puesto que el mercado minorista está liberalizado- antes de que las reformas de exploración, desarrollo y producción petrolera permitan aumentar la producción a nivel local.
Los precios más baratos de los combustibles facilitaron las compras de estos países en los últimos años. La cuenta de América Latina por importaciones de combustible de Estados Unidos bajó a cerca de 47.000 millones de dólares el año pasado desde 51.000 millones de dólares en 2015.
Demanda creciente
Sin embargo, si las importaciones del año pasado fueran medidas con los altos precios del 2012, la cuenta habría sido dos veces más grande. Cualquier aumento de los precios del crudo golpearía con fuerza a los países, debido a los mayores volúmenes que necesitan.
“Ante el incremento de la demanda y una estable capacidad de refinación, las necesidades de importación de la región seguirán creciendo”, dijo Jake Fuller, analista senior en la consultora IHS Markit.
Los refinadores estadounidenses a lo largo de la Costa del Golfo de México están bien ubicadas para seguir suministrando a la región. Por el contrario, las firmas refinadoras latinoamericanas controladas por el Estado tienen poco capital o escaso interés de inversión exterior para expansiones o reparaciones, comentó Fuller.
Según suben los precios del crudo, los envíos desde los productores de la región caen. Latinoamérica exportó 5,2 millones de bpd en 2016, según cifras de Reuters Trade Flows. Estados Unidos compra algo menos de la mitad de las exportaciones petroleras de la región.
En México y Argentina hay en marcha reformas que animan a los productores a inyectar capital en los yacimientos. “Estamos en el camino correcto”, dijo Miguel Gutiérrez, presidente de la firma estatal argentina YPF SA, cuando fue consultado a principios de mes sobre el cambio político en su país.
Se necesitan refinerías
Los analistas ofrecen una solución simple a la dependencia latinoamericana de las importaciones de combustible: construir más refinerías y frenar los subsidios que hacen subir la demanda. No obstante, las realidades políticas suelen chocar con estas propuestas.
En Ecuador, Venezuela y algunas naciones caribeñas, los fuertes subsidios al consumidor han reducido los esfuerzos para atraer inversión externa.
México subió este año los precios de la gasolina en hasta un 20 por ciento en una decisión que provocó protestas públicas. [ID:nL1N1EM0F5]
“Tomamos esta decisión tan impopular para subir los precios. México estaba junto a Ecuador y Venezuela en el grupo de países latinoamericanos con la gasolina más barata del mundo”, dijo el director de Pemex, José Antonio González Anaya.
Una buena mezcla
Brasil está lidiando con sus necesidades usando combustibles de tercera generación, desde la caña de azúcar a la energía generada por la biomasa procedente de residuos.
“Brasil está en una buena posición para liderar el cambio regional”, señaló Decio Oddone, director del regulador petrolero brasileño ANP, a Reuters. “La diversidad ha sido clave para afrontar el crecimiento del consumo”.
Brasil, el segundo mayor productor mundial de etanol tras Estados Unidos, es capaz de ofrecer gasolina mezclada con más del 25 por ciento de biofuel gracias a sus grandes volúmenes de producción. La hidroelectricidad aporta también dos tercios de su generación energética.
Pero por ahora, Brasil destaca en una región en la que los recientes problemas económicos han reducido la mayoría de las inversiones en estas fuentes de energía alternativas. Reuters