El cliente muestra el pulgar hacia abajo dentro de su auto. A un lado de la carretera, el vendedor asiente y extiende el dedo índice hacia arriba, publica BBC Mundo.
Daniel García Marco (@danigmarco)
BBC Mundo. Enviado especial a Santa Elena de Uairén (Venezuela)
Con dos simples gestos de mano se pone en marcha en Santa Elena de Uairén, junto a la frontera con Brasil, un negocio ilegal pero muy lucrativo, especialmente atractivo ahora en la Venezuela de la crisis.
El pulgar sirve para preguntar si la persona en el arcén vende gasolina. El índice indica el precio. Uno. Un real brasileño, poco más de 1.000 bolívares venezolanos al cambio.
La rentabilidad de ese gesto es enorme porque en Venezuela, uno de los grandes países petroleros, la gasolina está subsidiada por el gobierno y por ello es prácticamente gratuita para el usuario.
El litro de la de menor calidad se compra en la gasolinera a 1 bolívar. Y en Santa Elena se revende ilegalmente en la calle a 1.000 o más al conductor con matrícula brasileña.
En la ciudad brasileña más próxima, Boa Vista, a unos 200 kilómetros de la frontera, ese mismo conductor la encuentra a casi 4 reales. En Santa Elena, a uno.
“Tenemos la gasolina más económica del mundo y al lado tenemos un país con la tercera gasolina más cara del mundo. Lógicamente es un atractivo para aquellas personas que quieren vivir de una manera fácil”, admite a BBC Mundo Manuel de Jesús Valles, alcalde del municipio de Gran Sabana, cuya principal población es Santa Elena.
A esas personas, los revendedores o contrabandistas, se los conoce en la localidad como “talibanes”.
“En Santa Elena, o te dedicas al turismo o al contrabando de gasolina. Mucha gente no busca trabajo normal, porque el contrabando es mucho mejor”, me dice un empleado del sector turístico, la principal actividad (legal) de la ciudad de 33.000 habitantes.
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