El Secretario General de la Organización de Estados Americanos Luis Almagro en la actualización sobre el caso Venezuela presentó un informe de setenta y cinco páginas a los países miembros y la opinión pública en general el cual fue dado a conocer la primera quincena de este mes.
Entre otros conceptos decretó el fin de la tolerancia de hechos cometidos por el mandatario de dudosa nacionalidad constitucional e impreciso advenimiento territorial Nicolás Maduro; violatorios de los derechos humanos.
La mayoría votada en recientes comicios legislativos en su afán por demostrar al mundo una vez más su carácter democrático, congela para mediados del año dos mil dieciséis las gestiones llevadas a cabo ante la OEA, diligencias que aportaron mayores evidencias a las comprobaciones logradas por Luis Almagro sobre la reiterada trasgresión de los estatutos del ente subregional al cual Venezuela y su gobierno están obligados respetar.
La presencia del enviado del Papa Francisco, prelado Claudio María Celli, revivió la esperanza de solución a la crisis de gobernabilidad en Venezuela. Lamentablemente solo hubo decepción.
Monseñor Celli representante de la Iglesia Católica Apostólica de Roma vió burlada las buenas intenciones del pontífice de la curia romana por Maduro al no dar cumplimiento a lo acordado en Caracas; y parte al viejo continente. Desde el Vaticano divulga que no regresará. La desesperanza asalta de nuevo a los del patio.
Una carta del canciller vaticano dirigida al gobierno de Venezuela a título de reclamo fue el epígrafe de una burla anunciada. Antecedentes de tales iniciativas son testigos históricos de la verdadera vocación totalitaria de los comediantes Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Vivo en nuestro recuerdo los cenáculos convocados por tales gobernantes para zanjar supuestamente diferencias en aras de la paz republicana. Bajo la iniciativa engañosa para ganar tiempo solamente, entre octubre del 2002 y mayo del 2003 se llevó a cabo la Mesa de Negociación y Acuerdos, auspiciados por la Organización de Estados Americanos y Centro Carter.
Tales negociadores, temerosos de la tutela amenazante, impusieron a los atrapados adversarios la mayoría de rectores oficialista del Poder Electoral para la realización de un Referéndum Revocatorio, bajo una óptica armada. Poco valieron las denuncias sobre hechos irregulares graves para Gaviria y Carter, quienes se ausentaron presurosos del país dándole la espalda a la población reclamante.
Años más tarde en abril del 2014 el demócrata a ultranza Ramón Guillermo Aveledo en representación de la resistencia como Secretario Ejecutivo de la MUD se reúne para hablar de convivencia y establecer los términos de un reiterado pechugón constructivo.
Maduro utiliza la cita para lavar la cara del autoritarismo con aromas de libertad, ante el mundo. Una vez logrado ello se olvida de esta y otras prerrogativas ofertadas a sectores de la sociedad civil dando inicio a una escalada programada de represión y hambre vigente hasta nuestros días.
Debemos darle gracias a los expresidentes amigos del gobierno por sus oficios, pero por favor váyanse ya que al igual que James Carter y Cesar Gaviria del Centro Carter y la OEA respectivamente solo son portadores de malas noticias para la independencia de los parroquianos y buenas para el déspota.
Debemos andar con celeridad sobre los seguros pasos del Secretario General del colegiado americano. Tras él vamos todos a como dé lugar exigir el cumplimiento de los derechos universales del hombre; dotar de alimentación a nuestros hermanos; llevar medicinas a convalecientes compatriotas; retomar los foros para dirigirnos a los vecinos como familiares; dar libertad de los presos políticos, como conquistar de nuevo a la dama ciega reflejado tal fin en jueces naturales.
Ha llegado el momento, decidir los países entre la democracia o la farsa. De igual forma dar a conocer que fuerzas del bien han logrado salvar a los postrados por el hambre, epidemias, hampa, robo del erario público; todo en hermanadas manifestaciones.
Hay que salvar Venezuela. Pero si el temor a la confrontación les paraliza; solo les queda poner la barba en remojo para el afilado servicio de la guillotina comunista.