Yo sé que hay un individuo en este momento en Caracas preguntándose porqué tuvo que dejarse presionar por Diosdado Cabello para que aceptara el bodrio de la Sala Constitucional borrando del mapa a la Asamblea Nacional y porqué, en su defecto, no prefirió esperar por los resultados de una gestión del Nuncio Apostólico en Caracas, Monseñor Giordano e intentar otro diálogo gobierno-oposición pero en el Vaticano, y bajo la bendición del mismísimo Papa Francisco.
Yo sé que ese es el mismo sujeto a quien consigliri como Hermann Escarrá advirtieron que una decisión o sentencia como la que salió el miércoles en la tarde de la Sala Constitucional del TSJ, provocaría ipso facto la reacción adversa de la comunidad internacional que no cejaría en lograr su anulación y sancionar a sus autores.
Y sé, por último, que es el mismo canalla que tiembla hoy ante reacciones como la de la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, la de generales que empiezan a preguntarle hacia dónde quiere llevarlos, y la de aliados como Raúl Castro, Vladimir Putin y Xi Jinping que le han hecho saber que no son tiempos como para perder recursos en resistencias desesperadas como la de los judíos en Masada, o los iberos en Sagunto.
Y es que, eso es lo que sucedería si Maduro, Cabello, Padrino y sus generales empiezan a jugar a disfrazarse de héroes de la antigüedad clásica, y más hacia nuestros tiempos, a ser los nuevos cubanos de los años 60, que desafiaron a los Estados Unidos porque tenían detrás a la Unión Soviética y su imperio socialista de 2000 millones de personas y las simpatías de más del 80 por ciento de la comunidad internacional que aplaudí, entusiasmada, la nueva reposición -tipo Hollywood- del mito bíblico de David y Goliat.
Aunque, lo que pretenden hacer Maduro y sus compinches es un show lamentable, más emparentado con la comedia que con la tragedia, si bien su empeño en destruir lo que queda de Venezuela, obligará a los países responsables de América y de Europa a interrumpirlos en su perfomance ridícula, sangrienta y criminal.
Por eso, desde ya, desde dentro y la periferia del madurismo, está en marcha una presión irreductible para que el sátrapa y los suyos acepten una salida a la crisis que, no puede ser otra que el restablecimiento de una negociación pero ahora sincera, auditable, realizable, y que, en pocos días, produzca el único acuerdo posible para que Venezuela alcance una salida consensuada y viable a la crisis. Transcribimos la agenda a cumplir:
1) Libertad de todos los presos políticos.
2) Solución inmediata de la pavorosa crisis humanitaria
3) Celebración de las elecciones para gobernadores y alcaldes este mismo año.
4) Cambios en el modelo económico socialista que es la causa de la bancarrota de la economía del país.
5) Regreso de todos los venezolanos que por razones políticas o laborables de han visto forzados a abandonar el país.
Si no hay acuerdos en torno a estos puntos, es evidente que el país se colocaría rápidamente ad portas de una guerra civil.
Por eso, la destitución de Maduro como un paso preliminar para salir de la crisis, también es un paréntesis abierto en todas las propuestas que se manejan hasta ahora.