Cuando escribía un artículo sobre la Carta Democrática Interamericana, a objeto de contrariar a quienes ladinamente han tratado de hacerla ver como un instrumento del ansia imperial de los yankees y un grave peligro para las riquezas naturales venezolanas, me enteré de la triste historia de Ruperta, la elefanta del zoológico de Caricuao, que muere de hambre ante la mirada indolente de las autoridades del parque y del Municipio Libertador.
Para detener la escritura sobre el tema regional que ocupa la atención de la diplomacia americana, consideré que la famélica Ruperta es la expresión zoológica de la Venezuela que languidece de hambre y se ve visitada por plagas y enfermedades erradicadas en un tiempo ya lejano de nuestra historia.
Si, Ruperta es un elefante hembra, perteneciente al orden de los Proboscidios y a la triste familia de los animales cautivos, que en sus inacabables horas de tedio debe preguntarse qué karma la puso tan lejos de los suyos y tan cerca de humanos tan poco humanos, al parecer, decididos a matarla de hambre.
Hombres marcados por la historia por las atrocidades que cometieron, sintieron especial afecto por los animales; Hitler amó entrañablemente a su perra pastor alemán Biondi y Calígula confirió la dignidad de senador a su caballo. También grandes guerreros mostraron amor por ellos: Alejandro Magno entrenó personalmente a Bucéfalo, Aníbal de Cartago mostró especial afecto por su caballo Estrategos, así como Bolívar por Palomo y Nevado. Pero esos hombres tuvieron como característica común la grandeza, su capacidad para liderar grandes masas tras un propósito de conquista o liberación, de conmocionar al mundo por el brillo de sus victorias y lo espectacular de sus derrotas.
Pero Ruperta, la modesta elefante del Zoológico de Caricuao, está probando en carne propia que la grandeza se mudó de Venezuela o que por error divino fue entregada totalmente en el siglo XIX, cuando ha debido ser dosificada para tres o cuatro siglos, cuando menos.
A Ruperta la están asesinando por hambre, de manera evidentemente premeditada. Quienes concurrieron al Zoo el domingo 26 con ánimo de
alimentarla, fueron reprimidos por las autoridades auxiliadas por colectivos, por esos seres que parecen salidos del laboratorio de Frankenstein y construidos artificialmente con recortes de cadáveres frescos de los peores delincuentes de la comarca.
Lo ocurrido el 26 fortalece el twit de Esteban Gerbasi: «Me dicen q dejar morir a Ruperta la elefante del Zoológico de Caricuao es parte de un ritual de magia negra, necesitan los colmillos y patas» ¿Es esto posible? Lamentablemente la respuesta es positiva, pues aun ejercen el poder en Venezuela los mismos que profanaron los restos de Bolívar, los que mancillan tumbas de personajes históricos, los que destinaron un mil cuatrocientos millones de bolívares a la francachela carnavalesca, mientras los niños del Hospital J. M. de los Ríos mueren de mengua y claman por medicinas que les salvarían sus vidas, porque aún nos mandan esos magos de la destrucción que convirtieron el País más rico de Latinoamérica en el más miserable, la que fuera tierra de inmigrantes en desolada nación de emigrantes.
Es difícil salvar a Ruperta. Ya las autoridades del Zoo han declarado que es falsa su hambre, que su huesudo cuerpo es, como todas las cosas malas que pasan en este país, simples sensaciones, o inventos del imperio o calumnias de derecha apátrida. Pero a pesar de la dificultad de la tarea le ruego a venezolanos y extranjeros, a propios y extraños, elevar su voz por cualquier medio y un hastag por twitter: #SALVEMOSARUPERTA. turmero_2009@hotmail.com @DulceMTostaR http://www.dulcemariatosta.com 27 de marzo de 2017