Hoy parece florecer un sueño compacto que sobrepasa la almohada. Tiene la diversidad del pensamiento ilustre y el respiro del coraje sin tapujos para romper cadenas; la oración en los labios y la acción entera por recobrar la rectitud empolvada en la conciencia.
Es la hora de empuñar la bandera tricolor y llevar la valentía en la solapa. Encarar a la fiera herida, con un aplomo infranqueable; un arrojo sólido como piedra antigua y sostenido con la fe recién inaugurada.
Merman los cimientos de las fechorías nacionales. Sienten el acorralamiento del arrebato propicio para un cambio desmesurado y preciso. Es otra página inminente y sincera. Huele a historia memorable, a derrumbar murallas mal concebidas, con una voz en cuello firme, retumbante como eco volcánico y decidida para recetar la cura oportuna a un país enfermo.
Llegó la hora determinante para silenciar lo deplorable, encerrar la fatalidad entre barrotes y escribir letra por letra, con vocablos enérgicos y convincentes, la independencia de esta tierra asaltada por destructores sin oficio.
La calle tiene sabores diversos, pero con un solo fin insalvable. La garganta destripa el grito en filamentos sonoros, totales y espléndidos, depurando el alma e inquietante en su consigna: ¡Libertad! Una sincera, compartida y definitiva. Sin artilugios políticos, ni intrigas perniciosas o escaramuza abominable.
Se acabaron las treguas para los ingratos. Hay un deseo fiel e irremediable por restablecer la paz en todas las áreas nacionales. El hambre, la división, la codicia y la ruindad son las municiones de una guerra provocada por unos pocos para muchos. Las maquinaciones de los facinerosos del poder deben detenerse de tajo, para escuchar las repercusiones del palpitar de un pueblo encendido y hastiado hasta la médula de la demagogia.
No existen segundos para las vacilaciones. Debe ponerse fin a este país dando tumbos en la miseria, para erguirlo en la prosperidad justa y merecida. Tratarán de ablandar nuestro ímpetu, con sus precauciones elementales y su hostigamiento envasado desde Cuba.
Serán recurrentes las detestables escenas de delincuentes organizados, apoyados por quienes deberían de defendernos. Ya es suficiente de tanta apetencia trastornada de los jerarcas, mientras la mayoría sufre el sabor pedregoso de la pobreza injustificada.
Nos cansamos de tanta fatalidad despilfarrada en nuestras esperanzas por algo mejor. Esta fuerza que surge de la necesidad de justicias es indivisible, franca y resuelta. No puede terciarse el rostro hacia otros confines que no tengan el marco de la bonanza negada por unos bellacos. Ya no toleramos al mastodonte insufrible del socialismo, con su desventura repartida a partes iguales.
No queremos a sus hordas acallando la voz de Dios en las iglesias, ni balas certeras y sórdidas desbastando la humanidad de tantos inocentes. No pueden existir evasivas ni pretextos. Pocos les importan entintarse la conciencia con la sangre de los justos. Defenderán el poder en días aciagos y noches insomnes. Tapiarán nuestro coraje de mil maneras. Pero ya no estamos para escuchar mentiras disfrazadas de explicaciones razonables. La memoria está manchada de cicatrices enormes por 18 años de desconsuelos.
Llenemos nuestra patria de decisiones balsámicas, sin la violencia que ellos generan, pero con la mirada expansiva de nuestras urgencias por tener un sistema sin dilaciones, quebrantos y desdichas. Queremos que ondee por fin en nuestro amado país estremecido, la bandera de la democracia.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571