Hoy los venezolanos tienen múltiples problemas, la vida cada vez es más difícil. Pero morir tampoco es sencillo. Resulta que los costos de una parcela y una urna para un entierro en cualquier cementerio privado puede significar la bancarrota de los deudos. Sin embargo, los cementerios públicos no atraviesan una mejor situación. En el caso del municipio Libertador (Carabobo), que sólo tiene dos cementerios públicos, están colapsados, técnicamente clausurados, son inseguros y lucen deteriorados. Los visitantes tienen que llevar su propios machetes para hacerse camino y visitar a sus seres queridos cuyas tumbas están perdidas entre la maleza. Obviamente, ya no hay parcelas disponibles.
El concejal Javier Diaz, único concejal de la alternativa democrática en Tocuyito, ha realizado constantes denuncias sobre cómo esta situación afecta la vida de los vecinos que, en medio del duelo por la muerte de un familiar, tienen que afrontar la disyuntiva fatal entre el colapso del cementerio público o los astronómicos precios del cementerio privado.
Sin embargo, el problema no termina cuando finalmente se concreta la sepultura. La nueva “tendencia”, moda o simple vagabundería, es profanar tumbas, extraer huesos y practicar ritos esotéricos de naturaleza perturbadora. En el caso del cementerio municipal de Valencia, el compañero Carlos Figueroa, dirigente de AD, me expresó su consternación ante tales circunstancias. A su juicio, “El Cementerio Municipal de Valencia es un patrimonio histórico centenario, muchas familias, incluso, las más entrañables y reconocidas de Carabobo tienen criptas allí y, pese a ello, la ausencia de seguridad ha permitido la proliferación de la profanación de tumbas para dolor de los deudos”.
Además, Carlos Figueroa me describe la evidente complicidad entre los maleantes y los cuerpos de seguridad cuando afirma “Los funcionarios de seguridad se hacen de la vista gorda ante la profanación de tumbas, de hecho, es presumible el funcionamiento de una mafia estructurada que sobrevive de la compra – venta de osamentas humanas”. Es momento que las autoridades con competencia en la materia investiguen, actúen y justifiquen el sueldo que con los impuestos pagamos. Estos problemas en los cementerios no caen del cielo, no es culpa del imperialismo ni del capitalismo, es culpa de la desidia y el desinterés de las autoridades públicas. He tenido que escuchar a funcionarios y concejales oficialistas que dicen “los muertos no votan”, demostrando con tales razonamientos que se merecen el rechazo popular que los ciudadanos muestran a sus grises gestiones.
Hay muchas soluciones que se pueden aplicar: la apertura de nuevos cementerios públicos, la disposición de servicios de cremación, proveer seguridad con cámaras en los camposantos y policía efectiva. Aunque tal vez lo más importante para dar solución a la crisis de los cementerios sea el requisito que señala Carlos Figueroa “aquí lo que hace falta son ganas de resolver”. Cierto, hace falta voluntad… Hay mucho alcalde y mucho concejal desganado frente a las necesidades del pueblo. Pareciera que nunca han pasado por el trago amargo de despedirse de un familiar, el dolor de las familias tras la muerte de un ser querido debe respetarse. Autoridades sean parte de la solución y no del problema.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica