No ha sido suficiente con indicar que el proceso constituyente es la vía más expedita para resolver la situación de un gobierno que le está haciendo un grave daño a la población. Por una u otra razón, y por más que expliquemos que no es verdad aquello que los enemigos del proceso constituyente han sembrado en la mente de todo el mundo, “que la constituyente es un camino largo y engorroso”, “que eso dura muchísimo”, olvidando que en 1999 ese proceso duró, con Referendo Consultivo incluido hasta la instalación, 3 meses y algunos días (del 25 de abril de 1999 al 3 de agosto de 1999) y ahora no necesitamos Referendo Consultivo porque eso ahora está en la Constitución. ¿Cómo se puede entender eso? Sin embargo la población desesperada parece decir: ¡Quítenmelos de encima ahora!
La situación se ha hecho tan insostenible para la gente que un proceso de recolección de firmas, que puede realizarse en días si se tiene la disposición política de todas las fuerzas opositoras, y luego de eso de 90 a 120 días para elegir e instalar una Asamblea Nacional Constituyente que decida el destino de los Poderes Públicos, (lo que incluye al Ilegitimo y todos sus delincuentes) ahora luce cuesta arriba por lo incontenible de la presión social.
Y que este proceso sea el que justifique constitucionalmente el cambio de gobierno y a la vez le de piso político a una necesaria transición, eliminando las pasiones que desata el poder, pareciera no ser el procedimiento más deseado por los protagonistas políticos. De hecho ni siquiera la mencionan en su menú de opciones, prefiriendo el caos y la anarquía, condimentada por la inflación y el hambre. La desesperación de la población no ayuda, al punto que en este momento pide a gritos un cambio inmediato de gobierno y “como sea”. Y es en ese sacarlos “como sea” donde reside el motivo de esta nota.
No existe manera procedimental formal que obligue sin discusión a Maduro a dejar el gobierno. La Asamblea Nacional comenzó un procedimiento que extrañamente no continuó su curso como correspondía, al destituir a Maduro de sus funciones y no llamar al Vicepresidente para completarlo. Dejaron eso así tal vez porque el remedio terminaría resultando peor que la enfermedad debido a que el VP, también tiene doble nacionalidad y habría que destituirlo también, con todo el camino de tierra que eso implicaría, con una Sala Constitucional del TSJ cuadrada con el gobierno. El régimen continuaría en funciones “as usual” pero con un cachimbo diferente a la cabeza, seguramente mucho peor.
Entonces al pueblo no le quedo otro curso de acción diferente que la calle, en protesta masiva, consistente y continuada, haciendo caso omiso a cualquier intento de enfriarla por parte de algunos dirigentes opositores que la desean vender negociando con el gobierno.
Y en el medio del camino, la única exigencia que pide la oposición oficial que implica un cambio de gobierno -fuera de las otras que son de carácter humanitario y de respeto a la institución de la Asamblea Nacional- son unas elecciones que incluyan las presidenciales, cosa que el régimen no está en la obligación de conceder más allá de cumplir con las elecciones regionales, que las debe desde diciembre, y que todo apunta a que serán negociadas por abandonar las calles.
El régimen esgrime que las elecciones presidenciales son constitucionalmente en Diciembre de 2018, y le importará un rábano seguir matando en las calles quedándose en el poder.
Eso es lo concreto que los venezolanos tenemos hasta ahora, y podemos insistir por la vía de seguir perdiendo la vida de jóvenes venezolanos en las calles para que el régimen ceda por unas elecciones presidenciales que se pudieron defender con mucho mejor probabilidad de éxito cuando el candidato opositor nos mando a bailar salsa y tocar cacerolas, o intentar un camino diferente establecido en la Constitución.
Ese camino diferente no es otro que la vía constituyente, que no pasa por abandonar la protesta en las calles sino reorientar su propósito. Es esgrimir el desconocimiento establecido en el Artículo 350, asumiendo la vía de la convocatoria por iniciativa popular, sin la intervención de los Poderes Constituidos, a una Asamblea Nacional Constituyente, respaldándola con un movimiento masivo de gente en las calles. Es el pueblo en las calles convocando al Constituyente, el mismo “¡A Cabildo!” de 1810, para decidir no solo el destino del gobierno sino el destino del país.
De esto no se podrían escapar Maduro ni su régimen, a diferencia de lo que hacen en la actualidad agarrándose del argumento que tienen legitimidad para llegar hasta el 2018 aunque el pueblo ya no los quiera. Al Constituyente lo convoca el pueblo en cualquier momento porque es el Poder Originario y dueño de la Soberanía. Nadie, ni siquiera ellos, ni las Fuerzas Armadas que los respaldan, pueden negarse al llamado Constituyente. De hecho, ya lo anunciaron, en un intento de huir hacia adelante con ese llamado tramposo a una “Constituyente Popular” de Maduro el domingo 23 de abril.
La oposición venezolana debe sentarse a reflexionar seriamente, no para abandonar las calles, sino en las razones por las que estamos en ellas. Si la razón se fundamenta en pedir elecciones, al régimen le bastará con convocar las elecciones regionales que no resolverán la grave situación política y económica de los venezolanos, pero que si le darán oxigeno a unos asesinos para llegar hasta el 2019. Que se olviden de unas elecciones presidenciales.
De nuevo, los procedimientos ya están elaborados y escritos en la Alianza Nacional Constituyente para quienes los quieran estudiar. Queda en manos nuestras si esa Constituyente la hacen ellos con todo su Poder para quedarse o la hacemos nosotros con la gente en la calle para que se vayan. De ese modo no los sacamos “como sea” sino como es…
Caracas, 27 de Abril de 2017
Blog: http://ticsddhh.blogspot.com/
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana