Durante años la sembraron. Pero a partir de Maduro los errores, el saqueo del país, la destrucción de la economía y el empeoramiento de las condiciones de vida han tomando un encrespamiento que nadie quiere soportar.
El dilema es claro: cambiar de modelo y gobierno o morir de mengua. Defender la vigencia de la Constitución de 1999 o permitir la instauración de una dictadura.
La relación de fuerzas está a la vista. Más del 80% de los venezolanos rechazan a Maduro y su cúpula. En ese 80% están civiles y militares, la juventud peleando su derecho a tener futuro y gente del barrio hasta profesionales y grandes productores.
El gobierno, ya sin conexión con un proyecto de transformaciones sociales, está controlado por una maraña. Ella no está guiada por ideas o conveniencias del partido oficial, sino por mantener y aumentar intereses y privilegios “económicos”, muchos de los cuales constituyen delitos.
La maraña otorga impunidad, como ha sido denunciado públicamente, a quienes han robado al Estado, a señalados de estar implicados en narcotráfico, en mafias de contrabando y violadores de los derechos humanos.
Es una estructura de economía criminal que intenta extender los comportamientos ilegales a todos los estamentos, instancias y niveles del Estado. Esa forma de involucrarlos busca usar las instituciones como su anillo de seguridad y al ejército como su fuerza de protección particular.
La operación política que hoy Maduro impulsa implica el fin de la democracia y la ruptura definitiva con la Constitución. Mediante ella pretende no realizar las elecciones de Gobernadores ni convocar la de Alcaldes. En lugar de ellas Maduro “convoca” a una parodia de Asamblea Constituyente sin que el pueblo, depositario de una soberanía intransferible, decida si la convoca y el número y forma de elegir a sus miembros. Eso lo decide el dictador.
El único desenlace que traerá estabilidad y reconciliación es que el pueblo se exprese a través de su voto universal, directo y secreto. Todo el poder al soberano.
Los miembros de los poderes públicos y de las Fuerzas Armadas deben respetar la Constitución para que los cambios ocurran en paz y contribuir a conquistar un país de justicia y libertad. Quienes sean ajenos a convertir la tempestad en un sunami de violencia y tiranía, serán parte activa de la reconstrucción de un país en convivencia y en el marco de la Constitución de 1999.
Trabajar para ganar el cambio es actuar para disminuir las ventajas temporales de la cúpula, debilitar a quienes quieren constitucionalizar una dictadura. Para derrotarlos hay que encontrar puntos de coincidencia con el chavismo que no comparte el plan dictatorial de a Maduro. Ampliar la unidad pasa a ser decisivo para evitar que la tempestad totalitaria termine de destruir a Venezuela.
@garciasim